El 3 de septiembre de 1939 un barco de nombre Winnipeg arribó
a Valparaíso con un valioso cargamento compuesto por 2365 vidas cargadas de
sufrimiento y heroísmo, para las que no todo estaba perdido.
El responsable de llevarlas a Chile fue Pablo Neruda. No dudó en
marchar a Francia para realizar un acto de amor, la más noble misión que había
ejercido en su vida.
En recuerdo de esa gesta, Neruda compuso el poema titulado
“Misión de amor”, incluido en su libro “Memorial de Isla Negra".
MISIÓN
DE AMOR
Yo los puse en mi barco.
Era de día y
Francia
su vestido de lujo
de cada día tuvo aquella vez,
fue
la misma claridad de vino y aire
su ropaje de diosa forestal.
Mi navío esperaba
con su remoto nombre “Winnipeg”
Pero mis españoles no venían
de Versalles,
del baile plateado,
de las viejas alfombras de amaranto,
de las copas que trinan
con el vino,
no, de allí no venían,
no, de allí no venían.
De más lejos,
de campos de prisiones,
de las arenas negras
del Sahara,
de ásperos escondrijos
donde yacieron
hambrientos y desnudos,
allí a mi barco claro,
al navío en el mar, a la esperanza
acudieron llamados uno a uno
por mí, desde sus cárceles,
desde las fortalezas
de Francia tambaleante
por mi boca llamados
acudieron,
Saavedra, dije, y vino el albañil,
Zúñiga, dije, y allí estaba,
Roces, llamé, y llegó con severa sonrisa,
grité, Alberti! y con manos de cuarzo
acudió la poesía.
Labriegos, carpinteros,
pescadores,
torneros, maquinistas,
alfareros, curtidores:
se iba poblando el barco
que partía a mi patria.
Yo sentía en los dedos
las semillas
de España
que rescaté yo mismo y esparcí
sobre el mar, dirigidas
a la paz
de las praderas
YO REUNO
Qué orgullo el mío cuando
palpitaba
el navío
y tragaba
más y más hombres, cuando
llegaban las mujeres
separadas
del hermano, del hijo, del
amor,
hasta el minuto mismo
en que
yo
los reunía,
…y el sol caía sobre el mar
y sobre
aquellos
seres desamparados
que entre lágrimas locas,
entrecortados nombres,
besos con gusto a sal,
sollozos que se ahogaban,
ojos que desde el fuego sólo
aquí se
encontraron;
de nuevo aquí nacieron
resurrectos,
vivientes,
y era mi poesía la bandera
sobre tantas congojas,
la que desde el navío los llamaba
latiendo y acogiendo
los legados
de la descubridora
palpitaba
el navío
y tragaba
más y más hombres, cuando
llegaban las mujeres
separadas
del hermano, del hijo, del
amor,
hasta el minuto mismo
en que
yo
los reunía,
…y el sol caía sobre el mar
y sobre
aquellos
seres desamparados
que entre lágrimas locas,
entrecortados nombres,
besos con gusto a sal,
sollozos que se ahogaban,
ojos que desde el fuego sólo
aquí se
encontraron;
de nuevo aquí nacieron
resurrectos,
vivientes,
y era mi poesía la bandera
sobre tantas congojas,
la que desde el navío los llamaba
latiendo y acogiendo
los legados
de la descubridora
desdichada,
de la madre remota
que me otorgó la sangre y
la palabra
Sin titulo, asi debería llamarse la vida, ni héroes, ni villanos, así, nada debería tener titulo. Imaginate. Pero entonces la misma poesía estaría rara. Gracias
ResponderEliminarMe emocionan estos poemas, que misión de amor más humana, sin embargo me queda una angustia de ese deseo de Pablo por traer con él a Miguel Hernández.
ResponderEliminarMaria he copiado para llevar a mi página de facebook y compartir tu publicación, no encontré otra forma decompartirlo. Un abrazo.
Cintya, puedes compartilo desde el blog, o bien desde la página que tenemos en Facebook. (Adjuntamos el enlace)
ResponderEliminarUn abrazo.
https://www.facebook.com/?ref=hp#!/pages/B%C3%BAscame-en-el-ciclo-de-la-vida/362371587156191