“Maldita
cárcel ésta. Todavía estamos sanos de la cabeza. Pero sobran motivos para
enloquecer”. De este modo plasmaba en versos Xavier Amuriza uno de los curas
que han presentado su denuncia en la querella que instruye la jueza argentina
María Servini de Cubría por los crímenes del franquismo, su paso por la prisión
de Zamora, la que Iglesia y Estado franquista habilitaron para los curas.
ELPLURAL.COM publica en exclusiva los testimonios que han aportado. El jesuita
Francisco García Salve la describía así: “La cárcel de Zamora: ¡un lugar para
triturar hombres! He pasado 127 días en celdas de castigo por faltas que se
amontonaban y que la Junta de Régimen, especie de Sanedrín donde no falta el capellán-funcionario,
sanciona bajo la batuta del director...”
A. DEL CAMPO |
18/octubre/2012 - El Plural.com
“En noviembre de 1964 eché el
sermón que traería consecuencias. En Areatza algunos quitaron el retrato de
Franco y la bandera española que presidía la escuela. En represalia, la guardia
civil detuvo a una docena de jóvenes de Herri Gaztedi y al bertsolari Balendin
Embeita, persona mayor. Torturaron a dos de ellos y golpearon a Balendin. En mi
sermón declaré: En las cárceles de Euskal Herria se tortura con frecuencia”.
Así comienza el primer testimonio de los 16 curas en la querella ante la jueza
argentina. La historia referida es la del sacerdote Alberto Gabikagogeaskoa,
quien pasaría varias veces por la cárcel de Zamora durante los años 60, la
última con una condena de 12 años tras una huelga de hambre en el obispado de
Bilbao.
Las
marcas de tortura y el obispo
Otros curas, como Martin Orbe
encausado en el juicio sumarísimo de Burgos, narran a la jueza las torturas que
sufrieron: “ (… ) Reclinar las rodillas, doblar todo el cuerpo hacia adelante,
con las dos muñecas sujetas detrás de las rodillas y obligar a caminar a la
velocidad que exijan y así hasta que revienta el preso y empieza a soltar.
Semejante tortura no hay quien la aguante”. Menciona también las torturas
psicológicas: “…Echarte una y mil veces en cara que los hechos bien demuestran
que eras un sacerdote indigno”. El cura intentó enseñarle las marcas de las
torturas al administrador apostólico de Bilbao José María Cirarda que fue a
visitarle pero éste “rehusó verlas”. Corría 1969.
“Multas
por cualquier motivo”
Por la huelga de hambre en el
Obispado de Bilbao en 1969 en denuncia de “las torturas y el estado de
excepción” fueron condenados a cumplir condena en Zamora varios curas. Al
sacerdote Josu Naberan le cayeron 12 años, “sentencia realmente fuerte por un
manifiesto que denunciaba la represión de los derechos humanos, las torturas,
la ley de bandidaje y terrorismo, juicios especiales…”. El cura Xavier Amuriza,
recuerda su primera vez en la cárcel del Concordato, en 1965 por impago de
“multas que nos lanzaban por cualquier motivo, sermones, propaganda,
manifestaciones… y que suponían un mes de prisión”.
La
muerte del sacerdote Nicolás Tellería
Amuriza reseña el motín y la
quema de la prisión que protagonizaron, las celdas de castigo y la muerte de
otro compañero sacerdote encerrado con él, Nicolás Tellería, quien falleció de
cáncer a los tres meses de su puesta en libertad. Tellería también fue
encarcelado durante seis años por la huelga de hambre en el obispado. El
jesuita Paco García Salve denunciaba que la inasistencia medica y las
privaciones habían precipitado su fin.
Militancia
y sacerdocio
En 1972 el cura Pedro
Berrioategortua escribió al alcalde y a los concejales “afeando sus conductas
porque con su presencia corporativa en misa no representaban al pueblo sino al
poder establecido que niega en las leyes y en la práctica al ejercicio libre de
los derechos humanos”. El TOP le envío a Zamora por desacato. Algún cura como
Jon Etxabe dice haber ayudado en ocasiones a militantes liberados de ETA en
1969. En el proceso de Burgos le cayeron 50 años. “Yo quería presentar mis
contradicciones entre la militancia y el sacerdocio”, explica Etxabe en su
testimonio.
Aplausos
en Holanda
Algunos sacerdotes, como
Felipe Izaguirre, mantuvieron sus particulares peleas para que les trasladaran
a prisiones comunes. Izaguirre llegó a secularizarse para conseguirlo. También
consiguieron solidaridad: El cura obrero Juan Mari Zulaika acudió en
representación de sus compañeros presos – en una salida de la cárcel- al
congreso de la Iglesia Contestaria de Holanda: “Ellos luchaban por la supresión
del celibato clerical. Nosotros luchábamos por los derechos más elementales,
como el derecho a la huelga, la libertad de expresión, contra la tortura…
Aplaudieron a rabiar”.
Himno
nacional y banderas
“Prohibí que se tocara el
himno nacional en la consagración y el gobernador me impuso una multa de 25.000
pesetas”, rememora el sacerdote Iñaki Aurtenetxe. Fue en 1968. Las multas se le
fueron acumulando y acabó en Zamora. Algo parecido le ocurrió ese mismo año a
Imanol Oruemazaga multado por tapar las dos banderas nacionales que presidían
el altar mayor en la celebración del día de la patrona de la guardia civil. Fue
su primera sanción. Desde 1964 a 1967 el sacerdote Patxi Bilbao protestó en sus
sermones contra el uso de la bandera en actos religiosos. Sufrió denuncias
continuas. Años más tarde también conocería la cárcel concordataria.
Silencio
administrativo del obispo
“Pasé siete veces por
comisaría. Nunca les permití ningún tipo de privilegio hacia mí por mi
condición sacerdotal”, reivindica Periko Solabarría que saldría de Zamora en
1971. Por su parte, el fraile Pablo Muñoz Peña recuerda que según el juez
instructor militar “mi procesamiento fue efectivo a consecuencia del silencio
administrativo del obispo de la diócesis de Donostia don Jacinto Argaya que no
contestó al preceptivo requerimiento del juez según estaba establecido en el
Concordato para el procesamiento de religiosos. Era la estrategia de los
obispos, no contestar ni si, ni no, pero el silencio administrativo era
interpretado por los jueces como carta blanca para procesarnos sin tener en
cuenta el Concordato”.
Catalanes
también
No solo pasaron por Zamora
curas vascos, también sufrieron allí prisión curas catalanes como los del
barrio obrero de Ca n´Oriac que en 1967 participaron en una fiesta campestre
reivindicativa, convertida en un enfrentamiento cuando la policía irrumpió en
el acto. Tres curas fueron detenidos e interrogados sobre si conocían a algún
comunista o miembro de Comisiones Obreras y por fin recluidos en Zamora tras
pasar por el TOP.
La
cárcel a una entre Iglesia y Estado
Julen Kalzada, dice que en el
patio de la cárcel de Zamora rescataron unas plantitas de no más de 4
centímetros “que nos devolvieron la sonrisa. Una de las plantas se ha hecho
árbol frente al caserío de mi padre fusilado en 1937 y mi hogar hoy”. Un rayo
de ternura en la desesperanza. Pero en la orilla de la realidad, el cura García
Salve remachaba: “…Ni siquiera reúne las condiciones de una cárcel corriente.
La cárcel Concordataria es la única cárcel que tiene la Iglesia Católica a una
con el Estado, en todo el Oriente y el Occidente, incluidos los países del
Este…”.
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