"No
podrá ser fundamento de privilegio jurídico
el
nacimiento, la clase social, la riqueza, las ideas
políticas
y las creencias religiosas. Se reconoce en
principio
la igualdad de derechos de los dos sexos”
(Art.
23 del Anteproyecto de la Constitución de 1931)
"No
podrán ser fundamento de privilegio jurídico: la
naturaleza
la filiación, el sexo, la clase social, la
riqueza,
las ideas políticas, ni las creencias religiosas”
(Texto
enmendado a propuesta de la
diputada Clara Campoamor)
María
Torres / Octubre
2012
El 1 de octubre de 1931 en España, la Constitución de la
Segunda República reconocía el sufragio universal concediendo el derecho a voto
a las mujeres. Se consagraba la igualdad entre hombres y mujeres y permitía a
las mujeres mayores de 23 años participar en las votaciones, no sólo como
candidatas sino también como electoras.
Hasta esa fecha la mujer
podía ser elegida pero no elegir. El Gobierno republicano había autorizado el 8
de mayo de 1931 que las mujeres y los sacerdotes pudieran presentarse en las
candidaturas, pero el voto quedó postergado a una futura discusión en las
Cortes.
No fue hasta 1933, dos años
después de su aprobación, cuando las españolas ejercieron este derecho y por
primera vez en las elecciones celebradas ese año se vieron mujeres depositando
el voto frente a las urnas. Seguían siendo de categoría inferior respecto al
marido y no tenía personalidad jurídica, pero al menos podían votar.
Tras las elecciones de 1936 y
el estallido de la Guerra Civil, llegó la dictadura que ahogó gesto democrático
y borró las esperanzas de un cambio para las mujeres hasta el año 1975.
Hoy hace 81 años que Clara
Campoamor defendió con un brillante
discurso en
las Cortes, el derecho de la mujer al voto. A esta ilustre diputada le debemos
el reconocimiento a su empeño para que las mujeres pudieran votar. Se enfrentó
a los que entonces pensaban que la mujer no estaba preparada o los que temían
que su voto estuviese demasiado influenciado por la Iglesia.
Tuvo una opositora de peso, la diputada
radical-socialista Victoria Kent, que defendía el
aplazamiento del sufragio femenino hasta que las españolas, muchas de ellas
ancladas en la sumisión al marido y la obediencia al confesor, estuvieran
preparadas. La propuesta de Clara Campoamor triunfó por 161 votos a favor y 121
en contra.
"¡Viva la República de
las mujeres!", gritó un diputado despechado cuando las Cortes
Constituyentes aprobaron el sufragio femenino. "¡Viva la República, que
también es de las mujeres!", le replicó una señora.
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