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443. En memoria de Norman Bethune




“España es una herida en mi corazón. Una herida que nunca cicatrizará. El dolor permanecerá siempre conmigo, recordándome siempre las cosas que he visto”. 


María Torres - Noviembre 2012

Norman Bethune fue una de esas personas empeñadas en cambiar el mundo, un solidario por oficio que se negaba a vivir sin rebelarse y que nunca pensó en él mismo, sino en los demás. Uno de tantos héroes anónimos y silenciosos, desconocido durante décadas en su país, elevado a la categoría de mito en China y sepultado en el olvido en España.

A este rebelde con causa que siempre vinculó su vida al compromiso, comunista por convicción más que de partido, médico más allá de las fronteras, defensor de la sanidad universal, le atrapó la muerte por septicemia la madrugada del 12 de noviembre de 1939 cuando se encontraba ejerciendo de cirujano de campaña del Ejército Popular chino. Resulta paradójico pensar que cuando contrajo una tuberculosis en 1926, logró curarse a pesar de estar desahuciado médicamente y un pequeño corte en un dedo cuando realizaba una operación en el campo de batalla acabó con su vida.

La tuberculosis le marcó tan intensamente que durante varios años se dedicó a la investigación de la enfermedad, se graduó en neuro-psico-inmunología e introdujo importantes innovaciones en la cirugía torácica, entra ellas la creación de su propio instrumental.

Abandonó su cómoda vida en Canadá y su trabajo de Jefe de servicio del Hospital Sacré-Coeur de Montreal y el 3 de noviembre de 1936 llegó a Madrid como voluntario de las Brigadas Internacionales integrado en el Batallón Mackenzie-Papineau, compuesto por 1.448 brigadistas. Formaba parte de la Unidad Médica canadiense vinculada al Socorro Rojo Internacional. No era su primera participación en una guerra ya que se alistó como camillero voluntario en la Primera Guerra Mundial.

Su tarea inicial en Madrid fue el Instituto de Transfusión Hispano-Canadiense, uno de los primeros bancos de sangre creados en España, situado en la calle Príncipe de Vergara de la capital. Los madrileños fueron llamados para donar sangre y en pocos días se presentaron más de dos mil personas. El 23 de diciembre de 1936 el doctor Bethune realizó la primera transfusión en la Ciudad Universitaria.

La tasa de defunciones en el frente de batalla por pérdida de sangre era muy alta y muchos soldados fallecían antes de llegar al hospital. Así que Bethune ideó un procedimiento de donaciones civiles para abastecer el frente a la vez que perfeccionó la técnica para conservar la sangre en óptimas condiciones. Pero esto no era suficiente. Su siguiente paso fue la creación de una unidad móvil de transfusión, la primera en el mundo y que serviría de modelo posteriormente para la creación de las M.A.S.H. (Móvile Army Surgical Hospital). Esta consistía en una furgoneta Ford a la que incorporó un frigorífico, una cámara de esterilización y dotó del material quirúrgico necesario para la misión que tenía prevista. La organización y financiación del proyecto corrió exclusivamente de su cuenta.

Con su recién estrenada unidad móvil recorrió los frentes de Madrid, Barcelona y Valencia, hasta el 7 de febrero de 1937. Ese día una inmensa columna humana de ciento cincuenta mil personas compuesta en su gran mayoría por ancianos, heridos, mujeres y niños, iniciaron una huida desde Málaga hacia la única dirección posible: Almería. Perseguidos por las tropas fascistas, fueron bombardeados, sin piedad desde el mar, y desde el aire por la aviación alemana que jugaba a hacer blanco con sus cuerpos.

Gracias a Norman Bethune tenemos imágenes de aquellos terribles días. Se trasladó desde Valencia hasta Málaga para ayudar a la población civil que huía de la represión fascista. Fue testigo excepcional de uno de los episodios más dramáticos y crueles de la guerra civil española: la masacre y asesinato de miles de personas en la carretera que une Málaga con Almería. Durante tres días y tres noches el doctor Bethune y sus ayudantes (Hazen Sise y Thomas Worsley) estuvieron auxiliando y trasladando heridos hasta la capital almeriense, sobre todo niños. Llegó a transportar en su ambulancia a más de treinta personas por viaje.

El horror de esta tragedia, en toda su dimensión, marcó profundamente a Norman Bethune y quedó plasmado en “El crimen de la carretera Málaga-Almería”, un relato estremecedor que se puede leer aquí.

En el mes de junio de 1937 regresó a Canadá, obligado por la política de “no intervención” adoptada por el gobierno de su país, pero desde allí siguió ayudando a recuperar la libertad del pueblo español, recaudando fondos e impartiendo conferencias para difundir la gravísima situación de los españoles en su lucha contra el fascismo. Pero los rebeldes como Bethune no pueden quedarse inactivos por mucho tiempo, así que el 8 de enero de 1938, junto con una enfermera y una carga de suministros médicos, viajó a China que se encontraba en guerra con Japón, para poner en marcha la creación de un cuerpo médico regular del Ejército Popular.

Aparte de solidario, si hay un adjetivo que encaja perfectamente con Norman Bethune es "eficaz". En poco tiempo levantó el primer hospital de campaña en la región fronteriza de Chin-Ch'a-Chi y formó auxiliares médicos capacitados en cuidados y cirugía básicos. También escribió manuales para graduar a médicos y personal de enfermería en un corto espacio de tiempo.

La dedicación de Bethune fue ejemplar. “Baiquien” (Al ataque), como le llamaban sus camaradas chinos, se manifestaba a pesar del cansancio, un hombre feliz. Y lo fue hasta el 12 de noviembre de 1939.

Cuando Mao Tse-tung se enteró de su fallecimiento, escribió una carta: "En memoria de Norman Bethune", que se convirtió con el tiempo en uno de sus más conocidos ensayos. 

Los restos de Norman Bethune reposan en el Cementerio de los Mártires en Shijiazhuang desde 1950, compartiendo espacio con más de tres millones de soldados chinos que murieron en la guerra de resistencia.

En Málaga aún deben de quedar ancianos, sobrevivientes de la masacre, que recuerdan que cuando eran unos niños y caminaban exhaustos junto a sus familiares huyendo de la barbarie fascista, hubo un hombre que les salvó de la muerte.


“¿Qué aspecto tienen los enemigos de la raza humana? […] son gente respetable. Los llaman y se llaman a sí mismo señores […] Son los pilares del Estado, de la Iglesia, de la sociedad. Apoyan la caridad pública y privada con lo que les sobra de sus riquezas.  
Dotan de fondos a las instituciones. En sus vidas privadas son amables y considerados.
Obedecen la ley, su ley, la ley de la propiedad. Pero hay una señal que define a estos pistoleros: amenaza con rebajar el beneficio de su dinero y despertará la bestia que hay en ellos, y lo hará con un rugido […] 
Son ellos los que causan las heridas”. (Norman Bethune)







2 comentarios:

  1. Por todas las sangres circulando todavía en venas de martirios, ¡¡¡Viva el camarada Bethune!!!

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  2. Viva Bethune! Nuestro agradecimiento es eterno.

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