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436. La diáspora republicana



“España que perdimos, no nos pierdas, guárdanos en tu frente derrumbada, conserva a tu costado el hueco vivo de nuestra ausencia amarga”. (Pedro Garfias)


El 12 de abril de 1931, una alianza de partidos: republicanos, socialistas y comunistas españoles triunfaron abrumadoramente en las elecciones municipales sobre sus adversarios de derecha. Alfonso XIII, abuelo del actual rey Juan Carlos, abdicó y se recluyó en Roma, dos días después, el 14, se proclamó la segunda república y luego con una nueva Constitución se inició un período de cambios fundamentales en España, tales como la liberación de cultos, el mejoramiento de las condiciones de vida de los trabajadores, el desarrollo de una reforma agraria justa, en un país donde las dos terceras partes de la tierra cultivable estaban en manos de los terratenientes, de igual manera se generaron otras medidas importantes en el campo de la educación, la salud, la cultura y las libertades públicas.

La aceptación del pueblo español al proceso innovador que puso a las Españas en el siglo XX fue confirmado un lustro después con el triunfo del Frente Popular en los comicios parlamentarios. La respuesta política de los recalcitrantes “requetés” y falangistas frente a la victoria ciudadana fue el golpe de Estado del 18 de julio de 1936, con el motín de Francisco Franco desde un cuartel africano, que fue secundado rápidamente por desleales guarniciones situadas en Andalucía, Aragón y Galicia. Las instituciones del Estado y los conglomerados sociales situados en esas regiones fueron sumidos en la mayor indefensión por el alzamiento fascista, una de sus víctimas entre los miles de asesinados por la irracionalidad golpista fue el gran poeta García Lorca.

En las grandes ciudades, Madrid, Barcelona, Bilbao y Valencia, el valor del proletariado organizado y la decisión de las masas de detener la sedición franquista permitieron tomar las agrupaciones castrenses y detener a gran parte de los facciosos. La nación ibérica pronto se vio envuelta en un conflicto bélico que duró tres años y que causó un millón de muertos, otros cientos de miles de presos y millares de desterrados, la flor y nata de la ciencia, el arte y la cultura hispana.

La guerra civil había estallado en el suelo español, los sublevados contaban con la mayoría de los cuerpos armados y el incondicional patrocinio de Mussolini y de Hitler, que envió a la legión Cóndor y la temible Luftwaffe, que bombardeó y desapareció -entre otras atrocidades- la ciudad vasca de Guernica, tragedia inmortalizada más tarde por Picasso.

Empero, la república resistió y logro éxitos importantes, como los de la batalla del Ebro, alentada solo con la ayuda de la Unión Soviética y México, pero fue derrotada, no por el franquismo, más bien por la traición de alguno de los militares encabezados por Miaja, que a última hora derrocaron al gobierno popular del doctor Negrin -cuando se negociaba un armisticio-, abriéndole las puertas de la capital a Franco, y desde luego por la indiferencia y complicidad de las potencias occidentales.

El régimen republicano solo pudo pedir solidaridad a los pueblos del mundo, y estos respondieron, las brigadas internacionales que se crearon en las patrias europeas y americanas fueron la respuesta, inclusive en el Ecuador se fundó la brigada Eloy Alfaro, integrada en su mayoría por estudiantes del Normal Juan Montalvo -uno de ellos, mi padre-, la misma que no pudo ir en defensa de la democracia española por la prohibición expresa de las presidencias ecuatoriana y colombiana.

El revés de la república causó un doble dolor, el fracaso bélico y la expatriación, el éxodo español, el desgarro del exilio, la anomia y el desarraigo de los miles de desterrados, su perplejidad, su enfado, el dolor y las emociones que les embargaban dieron paso, en contradicción, a la arquitectura de una nueva vida para ellos y de beneficio a muchos lugares de América, donde los centros de cultura y de ciencia, las universidades, se nutrieron de su conocimiento y de su ejemplo. La diáspora republicana de hace 73 años finalmente se constituyó en un factor de progreso y de ejemplo luminoso con: Cernuda, Ayala, Alberti, Aub, Sánchez Albornoz, Rojo, Gil, María Zambrano, Teresa León y miles más.


Ilitch Verduga Vélez
El Telégrafo (Ecuador)







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