Uno de los esqueletos hallados en la fosa con una botella y un papel con el nombre en el interior facilitada por el grupo Paleolab |
Doce cuerpos enterrados en ataúdes de madera, con pequeñas botellas de cristal colocadas junto a cada uno con un último mensaje en su interior: el nombre. La búsqueda de José Celda en la fosa del 14 de septiembre de 1940 del cementerio municipal de Paterna ha dado con 12 de los 39 fusilados de Massamagrell, la última saca que se depositó en este lugar.
Una minuciosa investigación desarrollada por
antropólogos y arqueólogos forenses no sólo ha confirmado que los datos orales
que aportaban los descendientes de Celda eran ciertos, sino que todos los de
aquella saca se enterraron de la misma manera, con esa pequeña botella de cristal
que los familiares aportaban en las puertas del cementerio cuando llegaban los
suyos para poder identificarlos. La voluntad «de aquellas esposas, hermanos e
hijos de recuperar un día lo que enterraban esa noche» está a punto de
cumplirse 72 años después.
Desgraciadamente el papel que había en el interior de
cada botella ha desaparecido. El material es ilegible. Los estragos del tiempo
y la humedad al abrirse los tapones han desecho por completo la última voluntad
de las familias. De todas, excepto un caso.
La excepción.
El nombre de Ramón Gandía Belda ha podido leerse en un
pequeño trozo de estos papeles extraído de su botella, tras ser sometido a un
costoso tratamiento de recuperación (todos los recipientes están almacenados en
cámaras de atmósfera controlada).
Encontrar este nombre «ha sido importantísimo porque
gracias a este joven sabemos que esos son sus compañeros», explicó ayer Matías
Alonso, del Grupo para la Recuperación de la Memoria Histórica. Pero la
voluntad de las familias sí se podrá cumplir gracias a las pruebas de ADN, que
serán las que devuelvan la identidad a cada uno de los cuerpos.
Ahora sólo falta que aparezcan los descendientes.
El caso de Josefa Celda ha llegado a oídos de otras
familias de Massamagrell que ya se han realizado las pruebas. «Hay cuatro
familias pero hacemos un llamamiento a todas aquellas que puedan tener a alguna
persona aquí para que se pongan en contacto con nosotros porque cuando termine
el estudio la fosa volverá a cerrarse de nuevo». Amparo Pérez Buenaventura
busca a su abuelo, Rafael Buenaventura. «Nos hemos hecho las pruebas para el
ADN y, si lo encontramos, lo enterraremos en Massamagrell con su familia»,
contaba su nieta.
Teresa Castellar también se hará las pruebas en breve
para contrastar su mapa genético con los restos aparecidos en busca de su tío
Bautista Devís. «Murió con 20 años y si aparece lo podremos enterrar con sus
padres. Lo que nuestras madres no pudieron hacer, lo hemos podido conseguir
nosotros y es una satisfacción enorme», contaba Bautista, su sobrino. La que
ayer estaba «tremendamente feliz» era Josefa Celda, hija del represaliado
buscado y gestora de un largo proceso que ha durado más de dos años.
«Mi padre iba a las riberas a segar arroz y yo lo
acompañé en uno de esos viajes. Cuando regresó, lo acusaron de varios crímenes.
Yo era una niña, no pude defenderle. La víspera de su ejecución fuimos a la
cárcel y nos dijo que fuéramos con la cabeza bien alta, que no había hecho mal
a nadie y que no lo olvidáramos. Hoy si me está viendo, estará orgulloso de
mi».
Fuente: Lasprovincias.es
Fuente: Lasprovincias.es
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