Ni un muerto, ni mil muertos, ni todos los muertos del mundo me pueden devolver a mí estos trozos de mi vida que yo he dejado en los patios y en las celdas de las cárceles. Lo único que me podría recompensar un poco la vida es ver triunfantes los ideales por los cuales yo he luchado, por los cuales ha luchado toda una generación. (Marcos Ana)
Santiago de Chile, Enero de 1962
Quiero enviarte, Marcos Ana, algunas palabras, y qué
poca cosa son, qué débiles las siento cuando se enfrentan a tu largo
cautiverio, que poca y pequeña luz para la sombra de España. Desde aquellos
días en que perdimos—Los pueblos y los poetas—la guerra, perdimos también todos
gran parte de la poesía y muchos perdieron o la vida o la libertad. Así se me
murieron muchos poetas y sufrimos también nosotros tormento y muerte. Añadimos
una cruz y otra cruz a la necrología de los tiempos y estas cruces las trazamos
en nuestro propio pecho para que no pudieran olvidarse. Le reprochamos a todos
el olvido que nosotros no aceptamos, nosotros los que continuamos sangrando.
Por eso cuando sales a respirar la pobre libertad
española que poco significarían estas pocas palabras si no llevaran en ellas tu
propia pasión, la misma lucha tuya, y nuestra común esperanza. Tú eres el
rostro que esperábamos, resurrecto, resplandeciente como si en ti volvieran a
vivir luchando los que cayeron.
Te recibimos en la ardiente poesía militante que
seguirá peleando porque no sólo siente sílabas sino sangre. te abrazamos con
infinita ternura y con la viva fraternidad de quienes siempre te esperaron.
Pablo Neruda
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