María Torres - 28 de diciembre de 2012
Contaba Florentino Hernández Girbal, comisario
político durante la guerra y compañero de cárcel de Miguel Hernández, que
cuando éste se encontraba de paso en el penal de Ocaña esperando el que
sería su último traslado del periplo carcelario del poeta a Alicante,
sus compañeros decidieron homenajearle con una singular comida.
Tras pasar veinticinco días en una celda de
aislamiento, sale el 27 de diciembre de 1940, y se encuentra con la sorpresa de
una comida de bienvenida. Habían sido tan cuidadosos con la organización de la
misma, que hasta confeccionaron un tríptico para cada comensal, dejando la
parte central para que el poeta lo cumplimentara con cualquier cosa de su
ocurrencia. Miguel escribió en cada uno de los trípticos un poema y una
dedicatoria personalizada.
Las viandas del banquete se obtuvieron de la sustracción de pequeñas cantidades de los ranchos diarios, "delito" en el que todos colaboraron.
En el tríptico figuraba un menú humorístico que incluía una sopa sala once, un intercambio fraterno-microscópico y otros platos de parecida modestia. Como colofón del banquete unos cigarrillos plenipotenciarios (auténticos Phillip Morris, según Hernández Girbal).
Las viandas del banquete se obtuvieron de la sustracción de pequeñas cantidades de los ranchos diarios, "delito" en el que todos colaboraron.
En el tríptico figuraba un menú humorístico que incluía una sopa sala once, un intercambio fraterno-microscópico y otros platos de parecida modestia. Como colofón del banquete unos cigarrillos plenipotenciarios (auténticos Phillip Morris, según Hernández Girbal).
El fin de fiesta fueron las palabras siempre
sabias de Miguel:
"Ya sabéis, compañeros de penas, fatigas
y anhelos que la palabra homenaje huele a estatua de plaza pública y a vanidad.
No creo que nadie entre nosotros haya tratado de homenajear a nadie de nosotros
hoy, en la sabrosa satisfacción de comer en familia. Esta comida es justo
premio a los muchos merecimientos hechos… durante los 25 días que he conllevado
conmigo mismo. Eso sí, como poeta he advertido la ausencia del laurel… en los
condimentos. Por lo demás el detalle del laurel no importa, ya que para mis
sienes siempre preferí unas nobles canas.”
Como siempre añorada compañera de f.b tus aportaciones son de gran valor. Información y "saber" con el grande premio de leerte. Un abrazo, y como siempre.. gracias por compartir.
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