Interior de la antigua cárcel de Adamuz hoy Museo Histórico Municipal |
Falange
Española y de las JONS
Jefatura
Local de Adamuz
En
cumplimiento de su respetada comunicación nº776 fecha 17 del pasado mes de
abril en la que interesaba datos sobre los antecedentes, actuación y conducta
de la encartada, vecina de esta localidad LEONOR AVILA AMIL , tengo el honor de
participar a V.I. que de las gestiones realizadas en consecución de los mismos,
resulta que dicha individua, “es persona de mala conducta y antecedentes
pésimos e ideas antirreligiosas, tanto es así que contrajo matrimonio civil; le
sorprendió el Movimiento en zona roja donde permaneció toda la Campaña; no ha
sido detenida hasta la fecha, motivado a prestar auxilio a los rojos huidos a
la sierra en una de cuyas partidas va su esposo.
Por
Dios, España y su Revolución Nacional Sindicalista.
Adamuz
a 11 de Mayo de 1944
El
Jefe Local
Ilmo.
Sr. Juez Militar Especial - CORDOBA
Leonor había empezado ya
semanas atrás su lenta agonía, la destrucción física y moral a la que la
sometieron. La patrulla que la arranco de su casa a principios de abril la
traslado a la cárcel del pueblo y de allí, cada día, era llevada a la casa
cuartel de la guardia civil para “interrogar”. Las huestes del demonio se
encarnizaron con ella y la abuela. De la abuela, mama Dolores, se cansaron
pronto, poca carne, muchos huesos y muchos años, solo gritaba a cualquier
pregunta “A mí me matareis pero yo no valgo
nada, soy vieja, antes muerta que denunciar a mi yerno”.
Las niñas se quedaron en
casa, alguna de las vecinas se compadeció de ellas pero ante la imposibilidad
de hacerse cargo de tres bocas mas, llevaron a Vicenta con su madre Cecilia al
hospital y a Araceli y Lola a la cárcel, donde después de un par de días al
dejar ir a la abuela y a la tía Anita volvieron a la casa. De la arrasada casa
con puerta improvisada de cañas salían las dos niñas y la abuela a ver a Leonor
cada día, a estar con ella, curarle las heridas y llevarle comida.
De aquellos días guardan como
recuerdo, el de una losa fría que les helaba las nalgas donde se sentaban cada
una a un lado de su madre, con la cabeza apoyada en su regazo, a ver pasar las
horas, entre interrogatorio e interrogatorio.
Una de las veces que junto
con mama Dolores esperaban la vuelta de Leonor de la casa cuartel recuerdan la
entrada de unos hombres, llevaban en unas parihuelas un cuerpo exangüe que no
se movía, la cara estaba llena de sangre, deformada de moratones, los cabellos
habían sido arrancados de cuajo en algunas zonas, Araceli, 9 años, recuerda el
momento y siente “que sintió” en lo más profundo de su pequeño cuerpecito, que
estaba muerta, la mama está muerta, los ojos vidriosos mirando al vacío de la
cara de Leonor cuando fue “volcada” en el suelo parecía darle la razón.
La primera vejación
era desnudarla y dejarla a la mirada burlona de los guardias obscenos
y crueles, que la desposeían de absolutamente todo, no era una persona, era un
objeto, una cosa de la que se reían, a la que insultaban y pegaban por turnos,
no fueran a cansarse, y cuando se cansaban o les dolían los puños continuaban
con los palos. Guardias sin alma que por la
noche volvían a sus limpias casas y el domingo se engalanaban con sus esposas e
hijos para acudir al oficio, oficio realizado por un párroco que hablaba y
sermoneaba sobre la justicia, la bondad y la caridad cristiana.
Las torturas eran variadas,
la colgaban de las muñecas horas y horas, al sol, hasta luxarle los hombros, en
una ocasión mama Dolores relató que la tortura duró tantas horas que estuvo
varios días en los que para que comiera o bebiera le tenían que llevar las
cosas a la boca, los brazos estaban tan deformes y entumecidos que no podía
moverlos. Otras veces cuando estaba colgada le cogían los pies para mecerla y
le tiraban brasas en su vientre. En la
entrevista oral que realizamos en agosto de 2012 con un vecino de Adamuz,
explico que en el pueblo por aquel entonces “corría” que a Leonor le habían
quemado “sus partes”.
La brasa en la casa cuartel
de la guardia civil era muy socorrida, una de las torturas que describió Leonor
tiempo después, fue la de un muchacho del pueblo con algún tipo de disminución,
era pastor, le llamaban “Matasantos”. El motivo del mote era que durante la
entrada de los anarquistas en la población y en la quema de iglesias una de
ellas, la ermita a la Virgen del Sol quedo arrasada, al pasar Matasantos por
delante de la misma unos días después, vio a una de las imágenes descabezada,
no se le ocurrió nada más que atar la cabeza a una cuerda y bajar al pueblo con
ella arrastrando. En la casa cuartel de la guardia civil Leonor fue testigo de
cómo al pobre muchacho le metieron los pies en un cubo al que fueron echando
lumbre hasta casi las rodillas, los gritos del desgraciado eran desgarradores.
Cuando le sacaron los pies del cubo estos eran burdos muñones. Lo dejaron morir
allí mismo, delante del resto, para escarmiento y como amenaza. A Leonor la
cuidaron mas, tenía que explicar
donde estaba su marido, por valor o desconocimiento nunca lo delató. Describió, eso sí, otros crímenes, a
saber y según el legajo de su juicio en Córdoba:
La interrogada dice
llamarse como queda dicho, Leonor
Ávila Amil de 31 años de edad, casada civilmente, vecina y natural de Adamuz,
esposa de Alfonso Sanz Martin “el corneta”.
Es decir, crímenes de ser
mujer de huido, de estar amancebada y de tener dos hijas ilegitimas de
padre desconocido.
Que sabía que había
estado en casa al inicio de la postguerra porque en una ocasión en que fue a
casa faltaba la única camisa blanca que tenia y que la mayor de sus hijas,
entonces de 4 años le dijo que había venido “el tito” a buscar la camisa pero
que nadie más que las niñas lo había visto……
Que en el verano del
43, dos vecinas “La Picardia” y "La Manchega” le comunicaron que
habían visto a su marido en la sierra, que estaba enfermo de paludismo y les
encargo de mandar a Leonor a comprarle quinina ….
Que sabiendo que este
la encontraba en falta, con motivo de ir a buscar una arroba de aceite que
Diego “Barroso” le debía por trabajar como criada en su casa en el pueblo y en
pago de la siega, aprovechó para salir al encuentro de su marido, a verlo,
llevarle comida y medicinas.
Que el grupo constaba
en aquel momento, de los de su partida y de unos de Villanueva que acampaban
con ellos, que no sabía las armas que llevaban ni conoció a ninguno de los que
allí había o a sus familiares……
Que lo había visto por
última vez en la recogida de aceitunas, cuando junto con unas compañeras
pasó por unos matorrales y este se le acerco para darle una lata con fiambre
para las niñas.
De ese encuentro queda una
coplilla que Leonor a la que le gustaba cantar e inventarse coplas, compuso con
las últimas palabras que le dedico su marido, palabras de ánimo y de seguridad
en la victoria final.
Volviendo
por “Siete vueltas” un abrazo fue y me dio
¡Qué
cuides de mis hijitas hasta que pueda ir yo!
Leo
“tos” los días y esto se está acabando,
y
para dentro de poco ya estaré yo a vuestro lado.
Ya
estaré yo con vosotras, que os hago mucha falta,
“pa”
que no os molesten mas, esos fascistas canallas.
*
Auto de Procesamiento.
Demostrado que la
encartada…….. es de mala conducta y antecedentes y de ideas antirreligiosas,
cómplice y enlace de los huidos en la sierra, está casada con uno de los
componentes de la partida del “Romera”, habiendo celebrado el enlace
matrimonial solo por el juzgado. No ha dado cuenta a las autoridades de la
presencia de los huidos.
CONSIDERANDO QUE los
hechos relatados son constitutivos del delito contra la seguridad del estado,
previsto y penado por el artículo 55 del código de Justicia Militar ………… hacer
efectiva y ratificar la prisión preventiva decretada hasta el momento de la
celebración del Consejo de Guerra.
Así lo mandó y firmó
el Sr Don José Maráa Molina Belmonte, Juez, a 23 de junio de 1944.
Habían pasado tres meses
desde la detención, el tiempo que necesitaron para construir entre golpes,
vejaciones y torturas una declaración plausible que condenaría a Leonor a
prisión. El auto de casi cuatrocientos folios, declaraciones y testimonios, fue
firmado además de por el juez, por el secretario y por Leonor con la temblorosa
aunque bonita caligrafía de redondilla que aprendió entre romero, tomillo y
olivos.
Terribles crímenes por los
que la condenaron a ella, “La Corneta” y a otros nueve,
Bartolome Haro Lopez
“El Manchego”,
Vicente Haro Lopez “El
Manchego”,
Juan Haro Lopez “El
Manchego”
Casimira Haro Lopez
“La Manchega”,
Jose Cerezo Muñoz, “El
Mato”
Jose Cerezo Toledano
“El hijo del Mato”
Dolores Toledano Ruiz
“Zorrita” que paso el juicio en el Hospital.
Bartolome Pozo Cerezo
“El de la Engracia”
Leonor Pozo Pastor “La
hija de la Engracia”
A dos, Manuel Criado Fernandez “Picardia”
y Dolores Rodriguez Rodriguez “La del Che”, se
les dejo en libertad atenuada después de tres meses de prisión preventiva por
considerar que eran personas de buena conducta que se habían visto obligados
por temor a represalias a auxiliar a los huidos, por relación familiar con
personas de derechas, por reconocimiento explicito del alcalde del
momento, Rafael Maimes y por personajes de relevancia como el terrateniente
Pedro Galán Luque, como demuestran los testimonios de los mismos en la causa.
Diego Gutierrez
Rodriguez “Barroso” fue dejado en libertad sin cargos en primera instrucción
debido a la intercesión de Pedro Galán Luque y Cristóbal Ayllon Quesada,
personas importantes de la población.
El defensor de los procesados
durante el juicio realizado el 24 de febrero de 1945 en Sevilla, fue el
teniente de artillería don Pedro Guerrero Jurado, “yo me lo guiso yo me lo
como”.
En los relatos de la
instrucción del juicio, la Manchega, Picardía, sus maridos, hermanos,
hijos, Diego Barroso y otros, relataban exactamente lo mismo que Leonor.
Sus interrogatorios lucían la “misma” historia, o todos tenían una
memoria envidiable o alguien tejió las palabras de unos y otros para
componerla, hacer constar también que de los “encartados” siete manifestaron no
saber leer ni escribir según consta y que firmaron con el dedo, “todo atado y
bien atado”.
Leonor en la “Liquidación de
condena del penado” consta como reducida a prisión el 10 de abril de 1944. La
sentencia se hizo firme después del juicio, el 13 de julio de 1945 habiendo
cumplido en prisión preventiva y atenuada 1 año, 3 meses y 6 días. La condena
fue a pena de prisión menor de 6 meses y 1 día que ya estaba cumplida en excedente,
el delito que se le atribuyó fue: Omisión
de denuncia de la presencia de los rebeldes y vivir amancebada ya que por más que lo reclamaron a las
autoridades de Adamuz durante el juicio (constan dos peticiones formales) fue
imposible encontrar el registro de su matrimonio civil.
En la declaración del juicio
se describe a Leonor como se haría con un animal, lo que era para ellos, estatura baja, pelo castaño,
ojos claros, cejas al pelo y color “sano”. En el juicio se le volvió a preguntar
por qué se había casado por lo civil, a lo que Leonor contesto que se caso en 1931, recién
entrada la Republica y que como entonces solo se reconocían los matrimonios
civiles, su marido lo dispuso así.
Hasta la muerte repitió una y
mil veces a quien la quiso escuchar que sus culpas fueron, ser mujer “de”,
jornalera, pobre y casarse por lo civil.
Alfonso continuaba en la
Sierra a la espera de la ansiada ayuda de los aliados.
Continuará ...
Araceli Pena
Marzo 2013
Primera
Parte: Leonor Ávila Amil y Alfonso Sanz Martín, "El Corneta"
Segunda
Parte: Cautivos y desarmados
Tercera
Parte: La dura
posguerra
¡Qué terrible! espero la segunda parte. Un beso, María
ResponderEliminarIsolda, esta es la cuarta parte, aunque no la última, de la magnífica historia familiar de Araceli Pena. En la parte superior del blog, se encuentra la imagen de Leonor. Pinchando en ella accedes a toda la historia.
ResponderEliminarUn beso.
Claro, ahora me doy cuenta. Gracias, María. Voy a ella. Un beso.
ResponderEliminarTerrible historia contada de forma hermosa.
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