Gerda Taro
1 de agosto de 1910 – 26 de julio de 1937
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"Gerda Taro llevaba colgados de su hombro los
aparatos fotográficos. Ella y Capa, también fotógrafo entusiasta, fueron los
huéspedes más queridos de la Alianza de Intelectuales, y eso que hubo tantos.
Con toda naturalidad, después del inesperado recibimiento de León Felipe, se
instalaron junto a nosotros.
Iban constantemente al frente y regresaban cansados y felices. (…) Gerda y Capa eran dos seres alegres y jóvenes capaces de reírse cuando el plato estaba vacío, cuando el fotógrafo americano Harry decía que fumaba “yerbos”, cuando Santiago Ontañón decía que las lentejas tenían gusanos que nos miraban, o Darío Cramona hablaba de sus sueños interminables y hambrientos, o Langston Hughes hablaba con diminutivos aprendidos en México. Entre nosotros Gerda Taro se convirtió en la indispensable. A ninguno se le ocurría temer por esta muchacha decidida que con su máquina fotográfica en bandolera se iba al frente como cualquier soldado, y, sin embargo, un día alguien que llamó precipitadamente a nuestra puerta gritó: María Teresa en el Frente del Escorial han herido a Gerda Taro.
La batalla de Brunete ha sido muchas veces contada. Fue la que libró a Madrid del cerco completo, dejando libre una carretera que nos unió hasta última hora con Levante. Sabíamos que había sido dura y violenta. A pesar de las dificultades de la Unión Soviética por aprovisionarnos de armas y de los barcos hundidos, comenzábamos a tener armamento. Cuando llegaron los primeros tanques con instructores soviéticos me invitaron a ira a la base, situada ya no recuerdo dónde. Nuestros soldados acariciaban el acero como si fuese la piel de un caballo. Me invitaron a dar un paseo, y como la negra honrilla manda siempre, dije que sí y me pusieron un casco en la cabeza y me izaron en el tanque.
(...)
Esa fue mi primera experiencia; la segunda llamaba a mi puerta para decirme: En la retirada de Brunete, Gerda Taro iba subida en el estribo de un camión, la rozó un tanque y la han llevado al Escorial, herida. Cuando llegamos al Escorial ya había muerto. Nos dijeron: Era una valiente. Como no había anestesia para operarla nos pidió un cigarrillo. Fumando rabiosamente la operaron, pero no había remedio. Abrieron una puerta y la vimos tumbada en un cuarto vacío, cubierta por una sábana. Qué pequeñita se había quedado. Durante las guerras faltan siempre cajas para enterrar a los valientes. No encontramos ninguna. Por fin nos buscaron un camión y allí, entre cajones, tendieron a Gerda Taro. La guerra, amiga, no tiene miramientos, balbuceamos, y cuando echó a andar el camión nosotros lo seguimos y atravesamos campos ardiendo y casi no nos dimos cuenta que los aviones franquistas nos estaban bombardeando.
Depositamos a Gerda en el jardín de invierno de la Alianza de Intelectuales. Velamos a la pequeña heroína francesa como a un soldado. Los milicianos le dieron guardia de honor y fueron desfilando comisiones obreras, jefes militares, amigos, vecinas que iban enterándose… y hacían un gran esfuerzo para no santiguarse. Yo dije a la mujer de nuestro portero: Santíguate, mujer, quién sabe si le hubiese gustado a Gerda verte. Al día siguiente se llevaron el pobre cuerpecito de Gerda Taro a París donde fue recibido como el de un soldado que regresa con su deber cumplido.”
María Teresa León, Memoria de la Melancolía
Hermosa historia de una heroína sin par !!
ResponderEliminarElla era un ser hermoso que mantendremos siempre en la Memoria.
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