Soldados en la retaguardia del frente de Madrid, leyendo |
La masa movilizada por el ejército rebelde en su avance eran -masivamente- obreros e hijos de obreros, especialmente a partir de finales de 1938 con la paulatina ocupación de amplias zonas republicanas demográficamente pobladas. La motivación de los soldados en las filas franquistas estaba basada en una disciplina represiva brutal, de la que se encargaban no solo los oficiales profesionales, si no el cuerpo de oficiales "provisionales", muy motivados por un estrellato sobrevenido que muchas veces les resultó suicida.
La propaganda republicana, exaltaba valores muy
comprensibles y cercanos a la gente corriente, trabajadora. No hablaban tanto
de la Patria, del Imperio, de la Cruzada, de la Religión, del español mitad
Monje, mitad Soldado; se ceñía más a los valores presentes a flor de piel en la
masa social, tanto del combatiente del EPR como de la retaguardia y eso lo
percibimos muy bien a través de la carteleria del lado gubernamental: trabajo,
derechos, cultura, bienestar, comida y paz. A lo largo de las entrevistas
realizadas a veteranos excombatientes del EPR, se me ha transmitido la
importancia de esta moral, si no de victoria, sí de resistencia. Una
resistencia que entrañaba a veces características numantinas (léase heroísmo,
sacrificio por una causa superior).
Posiblemente los conceptos que armaron a los
combatientes del EPR eran muy elementales. Para un país arrasado
sociológicamente por una explotación de siglos, con su consecuencia de
hambrunas, guerras coloniales, miseria cultural y de la otra, humillación,
opresión religiosa de las conciencias..., luchar contra el fascismo era luchar
intuitivamente por el derecho a vivir algún día en un país en libertad. Porque
la LIBERTAD era entendida, no como un ejercicio intelectual de teorizar
banalmente, si no vivir en un país en donde todos trabajasen, comiesen,
disfrutasen, tuviesen acceso a la cultura, a los medios de producción, al
respecto individual y colectivo, a sentirse, en definitiva, ciudadanos libres
de un país libre.
Los soldados del EPR, con una amplia masa de
analfabetos en sus filas, en vías de redención, sabían lo que era la necesidad
extrema; habían conocido lo que es vivir sin esperanza alguna de poder invertir
el orden de las cosas en beneficio de las clases trabajadoras. Pero, al fin,
habían vivido aquel 14 de abril de 1931 y habían visto brillar en su existencia
gris, la luz de ilusión; por primea vez en la Historia de España, el cambio era
posible. ¡¡Y todo este anhelo colectivo saltó hecho pedazos el 18 de Julio de
1936!!. El sentimiento más común entre la gente común en la mayor parte de
España, fue de rabia contra los sublevados, salvo en zonas tradicionalmente
ultraconservadoras y nacional católicas como parte de Castilla, Álava o
Navarra-La Rioja, que fueron la excepción.
Los combatientes republicanos lo sabían muy bien: no
habían leído a los grandes teóricos de izquierdas, pero ya habían escuchado
poesías de altura, habían asistido a la primera representación teatral, sus
hijos habían podido ir a una escuela regida por maestros entregados a su
misión, habían tenido en sus manos libros que podían leer y comprender, habían
visto que era posible reducir el caciquismo, al oscurantismo de una Iglesia
medieval..., la Casa del Pueblo había sustituido a la Sacristía en su formación
como ciudadanos y como personas. Y pese a las derrotas, al hambre, al
sentimiento de abatimiento, siempre terminaba superponiéndose una fuerza
colectiva, por encima de las deserciones puntuales y de la acción de los
derrotistas y emboscados de la quinta columna. Fue, a mi juicio, un conjunto de
valores morales -muy primarios en su concepción si se quiere- el "arma
secreta" que permitió al EPR hacer frente a una inmensa maquinaria
guerrera como fue el ejército nazifrancofascista, durante mil días de lucha
desigual. El "genio" militar del invicto "caudillo" nunca
hubiese podido vencer al EPR en igualdad de condiciones logísticas. La
superioridad que permitió su victoria no fue precisamente la ruda concepción de
Franco del arte de la guerra, indiscutiblemente inferior a la de Rojo, si no a
su apabullante superioridad de medios y un contexto internacional favorable
La mayor parte de los testimonios recogidos que narran
el desmoronamiento a final de marzo de 1939, se parecen unos a otros como dos
gotas de agua: sensación de incredulidad. La mayoría de los combatientes del
EPR, no podían creerse que se había llegado al final de la forma ruin en que se
produjo; pese a que todos presentían la hecatombe, el conjunto de los
combatientes, tanto del sector de Casado, como el que se mantuvo fiel al
gobierno republicano, se vio sorprendido por el hundimiento de los frentes sin
pegar un tiro. El sentimiento generalizado según cuentan todos era que, pese a
todo y vista la ausencia de confianza en la benevolencia de los vencedores,
se resistiría hasta el final, hasta agotar totalmente todos los recursos. Y no
fue así. La traición de Casado precipitó la apocalipsis.
Todavía, cuando relatando emocionados al entrevistador
aquellas vivencias, afloran en los veteranos, frescas y vibrantes, aquellas
mismas convicciones que les movieron a no rendirse al fascismo sin luchar. Esa
fue su "arma secreta"
Floren
Dimas (*)
(*) Floren Dimas Balsalobre es oficial del Ejército
del Aire en la reserva e investigador histórico de la represión franquista y
memorialista. Es igualmente delegado de AGE para la Región de Murcia.
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