Pocas
fechas existen en la historia política contemporánea española que ofrezcan
tantas condiciones para el recuerdo como la del 16 de febrero de 1936.
Fecha que tiene una candente actualidad, pues es uno de los jalones de una
etapa en nuestra vida nacional que aún está abierta.
En
esa fecha triunfó en España el Frente Popular. Aquel día, el obrero y el
campesino, el empleado y el intelectual, el español progresivo y patriota, unió
su esfuerzo y su voluntad a la de los otros y derrotó a la reacción. Hizo uso
del arma que poco antes se había forjado, del Frente Popular, y ese arma
resultó ser de primera calidad en aquella batalla.
Y sin
embargo, la lucha no se presentaba fácil para el pueblo. España llevaba dos
años sometida a un gobierno reaccionario, período conocido como el «bienio
negro».
30.000
españoles estaban en cárceles y presidios; centenares habían sido asesinados;
millares de obreros y empleados estaban seleccionados de su trabajo; otros
estaban en la emigración.
No
había libertad de propaganda; las organizaciones obreras y democráticas,
perseguidas. Los grupos de pistoleros de la Falange campaban a sus anchas
asesinando obreros y republicanos, en un ensayo de la barbarie que habían de
realizar después. Éste era, someramente expuesto, el panorama de España después
de 1934.
El
dilema para el pueblo español era claro. O derrotar a la reacción, o el
fascismo abierto y descarado del cual ya había anticipos en los métodos del
gobierno Gil Robles.
Había
que derrotar a la reacción y la reacción estaba en el Poder. La batalla a emprender
no era ninguna broma; pero la batalla se dio y fue ganada.
¿En
qué residió la causa del triunfo? En la memoria de todos está: en la unidad del
pueblo.
Es
una verdad histórica que aquella unidad, plasmada en el Frente Popular, se
debió a un gran dirigente, a un hombre que en aquellos días difíciles pasó a
ser de dirigente de un Partido, del Partido Comunista, a dirigente de la
democracia española, a José Díaz.
Cuando
a otros partidos y organizaciones, cuando para otros políticos la situación se
les aparecía sin salida, José Díaz proclamó ante el pueblo que había salida.
Que era posible cerrar el paso al fascismo, que era posible derrotar a la
reacción. El medio: formar un bloque antifascista, unirse todos cuantos estaban
interesados en sacar a España de la negra noche en que estaba sumergida.
Fue
esa la idea central de los discursos y artículos de José Díaz desde el mismo
instante que en nombre de su Partido invitó a todas las fuerzas obreras y
republicanas a formar el Frente Popular.
Con
ella dio al pueblo conciencia de su fuerza. Y así pudieron vencerse las
incomprensiones y las oposiciones de hombres que militaban en el campo
antifascista, pero que en lo más íntimo de su conciencia preferían la reacción
en el Poder a la unidad de las fuerzas democráticas.
El
triunfo fue posible porque los trabajadores vieron claro que había una salida,
la de la creación del Frente Popular, e impusieron ese camino.
Aquella
experiencia, ¿vale hoy? En su contenido fundamental, sí. El problema de
entonces ha adquirido tremendas proporciones.
El
Poder está ocupado en España por lo más sangriento y brutal de la reacción
española, que supera en sus métodos a todo lo habido en nuestra historia de
crueldad, de envilecimiento y de traición. Las incomprensiones y oposiciones de
entonces al Frente Popular han adquirido hoy la categoría de abierta y
descarada traición al pueblo y a la República.
La
venta de España al imperialismo extranjero se hace por parte del franquismo con
toda publicidad, poniendo en el saldo la tierra española y sus hombres.
Pero
la forma en que está planteado el problema no indica la fuerza de la reacción
fascista española, sino su debilidad.
España
volverá a ser libre, independiente. La bandera de la República democrática es
hoy, más que nunca, la de la libertad y dignidad de España, la de la tierra y
el pan para sus hijos.
Los
medios para alcanzarla, su unidad, su organización, penetran cada día con mayor
fuerza en la conciencia del pueblo. Que ese camino es bueno, nunca más oportuno
recordarlo que en el aniversario del 16 de febrero de 1936.
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