Tras la caída de Cataluña en 1939 y un momentáneo exilio en Francia, el
Gobierno de la II República regresó a la porción de territorio español que
todavía dominaba y, lejos de volver a fijar su residencia en Madrid o Valencia,
Juan Negrín y sus ministros comenzaron una andadura errante por todas las
provincias controladas; pero pronto el Presidente se instaló secretamente en
una finca de recreo situada en los alrededores de Elda: la "Posición
Yuste".
El secreto de "Yuste"
Cuando tanto se ha escrito sobre la Guerra Civil, lógicamente debería
haberse tratado con gran amplitud de datos de la que fue la última sede del
Gobierno republicano, pero no es así. Muchos escritores no mencionan el lugar,
otros hablan de de pasada en narraciones más o menos autobiográficas, la
mayoría incurre en errores de mayor o menor importancia y algunos de ellos
mienten sin el menor escrúpulo. Y es que en torno a "Yuste" concurren
ciertas circunstancias que lo convierten en una posición histórica especial.
Por un lado, el intento de mantener su situación en el más hermético secreto;
por otro, mucho más importante, el parcialismo interesado con que todos los
implicados en aquel desastre histórico han enfocado el tema. Para los
anarquistas, "Yuste" será el alojamiento del Gobierno de los
escenarios bélicos, su preparación para la huida; para los comunistas, el
intento de resistencia a ultranza en espera de un conflicto mundial
generalizado, que al hundir a las potencias del Eje barrería también a los franquistas;
para estos últimos, el refugio de unos criminales que lanzan a su pueblo a la
derrota mientras ellos nadan en la abundancia y escapan con las riquezas de
España (su archisabida teoría maniqueísta que les llevó a llamar Cruzada al
genocidio). Sólo algunos historiadores abordan el problema con vocación de
objetividad.
"Yuste" fue, antes que nada, un refugio, un
lugar de toda confianza donde el Presidente del Gobierno intentó durante diez
días —del 25 de febrero al 6 de marzo— organizar de nuevo la resistencia en la
cada vez más escasa porción de España que resistía a los rebeldes. Por ello no
es de extrañar que la prensa no ofreciese en ningún momento la situación exacta
de la sede del Gobierno: "a un lugar de la provincia hasta ahora desconocido
a fin de reunirse con los demás miembros del Gobierno y celebrar el anunciado
Consejo", dirán los periódicos madrileños; ni siquiera la prensa de la
provincia, como "Humanidad", de Alcoy, se atreve a ampliar datos en
ningún momento.
¿Cuándo y por qué eligió Negrín la "Posición
Yuste" para lijar su residencia? El cuándo no parece aventurado asegurar
que fue a su mismo regreso de Francia, el 10 de febrero, cuando el doctor
Negrin y su ministro de Estado, Alvarez del Vayo, se trasladan desde Alicante a
Valencia —pasando por Elda—para tomar contacto con los jefes militares acerca
de la situación concreta de la zona Centro-Sur. El porqué tampoco nos ofrece
dudas si tenemos en cuenta que la finca "El Poblet" —pues así se
llama popularmente a la que luego se rebautizó pomposamente con el sobrenombre
de "Posición Yuste"—, situada en el término municipal de Petrel, a un
par de kilómetros de Elda (núcleo industrial de amplia fidelidad republicana),
presentaba los siguientes factores positivos para ubicar en ella la residencia
de don Juan Negrín:
a) La mansión es amplia y confortable, bellísima y se
encuentra completamente oculta entre los árboles de tal forma que es
absolutamente invisible desde el exterior.
b) Está enclavada junto a la carretera nacional de
Madrid a Alicante, a menos de cuarenta kilómetros de la capital alicantina.
c) A pocos kilómetros de la finca se encontraba el
aeródromo militar de El Malló, en el término municipal de Monóvar
(aproximadamente a veinte minutos de viaje en coche).
d) A pocos metros de la finca circula el ferrocarril
de Madrid a Alicante.
Todas estas condiciones hacían de esta finca un lugar
de seguridad idóneo, y fue mantenido con tanto cuidado que hasta después de
concluidos los acontecimientos nadie sospechó en Elda (ni tan siquiera la
representante del PCE en el Consejo Municipal eldense, como nos ha confirmado
personalmente) que allí se encontraba la Presidencia del Gobierno y muy cerca
el Buró Político del Partido Comunista de España. Hay que comprender que, aunque
fueran confiscadas algunas viviendas de las afueras y algunas dependencias
escolares, se pensaba que era para instalar alguna de las oficinas
ministeriales que el Gobierno había anunciado se iban a repartir por todas las
ciudades alejadas del frente; el superior tráfico de vehículos (la carretera
pasaba por el centro del pueblo) se consideraba normal en el mayor eje de
comunicaciones de aquellos momentos en la zona republicana. Pocas personas
supieron con certeza de qué se trataba.
Desde este punto de vista, el lugar elegido fue un
éxito, aunque un análisis político demostraría que con este alejamiento del
frente las posibilidades de salir adelante para una sublevación como la de
Casado y su Consejo de Defensa aumentaron considerablemente.
La vida en "Yuste"
Antes que nada seria conveniente aclarar que el
conjunto de lugares incautados —para residencia del Gobierno, para sede del
Buró Político del PCE, para instalación de despachos ministeriales y para
residencias de altos cargos— se extendían en un radio de varios kilómetros. Hay
que recordar que en aquellos diez días del "gobierno de Elda", como
lo llama Tamames, acudieron bien a la "Posición Yuste" o bien a la
"Posición Dakar" (sede del PCE) ministros como Álvarez del Vayo,
Uribe, Paulino Gómez, Moix, Segundo Blanco, Velao o González Peña; militares
como Modesto, Líster, Hidalgo de Cisneros, Miaja, Galán, Casado, Matallana o
Cordón; dirigentes comunistas como Dolores Ibarruri, Palmiro Togliatti,
Stepanov, Irene Falcón, Tagüeña o Checa; intelectuales como Rafael Alberti,
María Teresa León o Fernando Claudín... aunque algunos de ellos en estancias de
pocas horas.
Tras la llegada de Negrín a la finca "El
Poblet" y la conversión de ésta en "Posición Yuste" se instalan
en el lugar un destacamento militar y una decena de funcionarios civiles. No es
de extrañar que los enemigos de Negrín le acusen de que no pretende rehacer el
Estado, sino defenderse para preparar la huida. Así, el anarquista García
Pradas dice que Negrín vivía en "Yuste" "no como jefe de un gobierno,
sino como jefe de una partida de bandoleros que preparase una lechona.
Quinientos guerrilleros comunistas, muy feroces de aspecto, con un fusil
ametrallador a la espalda y muchas bombas de mano a la cintura, le daban
escolta allí permanentemente. En la finca no había oficinas ni el menor indicio
de vida estatal"; más moderado, también Casado ataca la situación en que
se encontraba Negrín y se pregunta: "¿Cómo es posible que el doctor Negrín
pensara seriamente en poner en marcha estos Estados Generales sin personal, sin
archivos y sin todo aquello que era necesario para trabajar con alguna
eficacia?" Algunos historiadores menos sospechosos de tendenciosidad, como
Martínez Bande o Hugt Thomas, mantienen la duda; el primero, aunque no acepta
la gangsteriana descripción de García Pradas, reconoce que no había aparato
administrativo estatal; el segundo, sospecha que sólo se preparaba la
escapatoria. Pero, en este caso, una pregunta quedaría en el aire: ¿por qué
había vuelto el Gobierno a España dos semanas antes?
Hay que añadir que el Consejo Municipal de Elda había
desocupado las escuelas para instalar dependencias ministeriales (entre ellas
ya funcionaba el Servicio de Inteligencia Militar) y que cuando, tras la salida
definitiva del Gobierno, un grupo de militantes anarquistas entra en
"Yuste" se encuentran con varíos funcionarios, teletipos, copias,
papeles... Tal vez más que de una búsqueda de huida, habría que hablar de una
ineficacia para organizar una resistencia ordenada en un momento en que la CNT
comenzaba a conspirar contra el Gobierno, Casado pensaba en el pacto con el
franquismo y el PCE se organizaba para la guerrilla.
Por otro lado, uno de los aspectos más discutidos de
la estancia en "Yuste" es la pretendida relajación de costumbres en
el ocaso de la República. Casado, García Pradas y Castro Delgado, en sus libros
sobre el final de la guerra, acusan directamente de inmoralidad tanto a Negrín
como al PCE. Así, Casado hablará de la glotonería de Negrín dibujando un
panorama esperpéntico: "En el cocido no faltaba nada. Todo exageradamente
abundante. ¡Me dio asco! Al doctor Negrín le sirvieron un plato muy copioso. Lo
comió rápido y salió del comedor. Entonces el general Miaja le dijo al camarero
que sirviera otra vez al doctor Negrín otro plato igual. Ante mi extrañeza, el
general Miaja me aclaró que el doctor Negrín cuando comía algo que le gustaba
mucho, lo vomitaba y repetía otra vez." Por su parte, Castro Delgado, al
hablar del lugar donde se reunía el PCE, dice que "era el lugar de
descanso una maravillosa residencia campestre. Allí estaban como hoteleros el
poeta Rafael Alberti y su mujer, María Teresa León. Y como domésticas, varias
jovencitas preciosas y ligeras de ropa, amables y serviciales. Y buenos
dormitorios. Y buena comida a base de conservas. Y un paisaje tranquilo y
encantador..."; una versión tendenciosamente idílica teniendo en cuenta
sobre todo que Castro Delgado llegó a Elda en la noche en que la sublevación ya
se había desatado y en medio de una gran tensión, idas y venidas y llamadas
telefónicas, se discutía sobre el dilema de la huida o el comienzo de una
guerra civil dentro de la Guerra Civil. Sin embargo, la dudosa veracidad de
algunas afirmaciones fueron consideradas hechos históricos irrefutables por la
historiográfica franquista, y así el escritor y procurador en Cortes Diego
Sevilla Andrés, en su "Historia política de la zona roja", gozará en
decir que "el presidente recibía hermosas mujeres, se le buscaban perdices
por todas partes. Bebía buen champagne y fumaba puros habanos", aparte de
situar su residencia "cerca de Elche" (sic). Mariano Ansó, ministro
de Negrín, habla simplemente de que, terminado el Consejo del día 5 de marzo, a
los ministros "se les servia un refrigerio". Nada hemos podido saber
entre las gentes de la zona, ya que el Gobierno, recordemos que secretamente
instalado, llevaba avituallamiento propio. Evidentemente, no debió ser tan
esplendorosa la situación de los residentes en "Yuste", aunque
infinitamente mejor que la que padecían los defensores de Madrid. con un
abastecimiento escasísimo al final del conflicto. De otra parte, Rafael
Alberti, en su obra "La arboleda perdida". recuerda con nostalgia los
momentos vividos en Elda en la residencia de Hidalgo de Cisneros, no por la
situación material, sino por el ambiente de franqueza y camaradería, y revive
como anécdota unas buler¡as de Modesto.
La dimisión de Azaña y los preparativos de las
sublevaciones
Pese a todo lo anterior, apenas hubiese tenido
importancia la estancia en Elda del Gobierno de la República y del Buró
Politico del PCE, de no haber sucedido tres acontecimientos: la dimisión de
Azaña, la sublevación de Cartagena y la formación en Madrid del Consejo
Nacional de Defensa.
El primer Consejo de Ministros celebrado en
"Yuste" fue la noche del 28 de febrero, después de que Negrín con
algunos ministros regresase del gobierno civil alicantino. En dicho Consejo se
discutió sobre los problemas internos de la zona republicana, ya que se comenzaba
a sospechar del coronel Casado y la CNT se encontraba en franca rebeldía, no
siendo de extrañar comunicados suyos como el aparecido en la prensa de Madrid:
"si al pueblo español se le hubiese anunciado el verdadero panorama
internacional, otras serian las circunstancias de nuestra lucha. Pero se le han
ocultado los sucesos, pintándose como favorables...". Sin embargo, el
motivo fundamental de la reunión fue la renuncia del día anterior del
Presidente de la República, señor Azaña, "dimisión contenida en el
histórico documento dado en Collonges sous Saliéve para París, en fecha 27 de
febrero, horas antes del reconocimiento por parte de Inglaterra y Francia del
Gobierno de Burgos y en perfecta sincronización con el mismo", como afirma
Mariano Ansó en su obra "Yo fui ministro de Negrín". La decisión de
Azaña había sido tomada basándose en el informe del general Rojo que, ya en
Francia, pensaba de la situación de la España republicana que "aquello es
la agonía, una agonía inevitable... Después llegará la muerte, una muerte
terrible: la muerte de una etapa, la muerte de un régimen, la muerte de la
esperanza de millones de gentes". Simultáneamente, Azaña había pedido otro
informe a Hidalgo de Cisneros, comunista y jefe del Estado Mayor del Aire, que
previendo que su informe sirviese como excusa para una dimisión, se negó a
hacerlo e inmediatamente regresó a España para informar a Negrín, entrevista
que nos narra en su obra "Cambio de rumbo": "... visité a
Negrín, al que expliqué este incidente con Azaña. Nunca recuerdo a Negrín tan
indignado, creo que fue la única vez que lo he visto fuera de si. Mandó
inmediatamente a Azaña un telegrama, que me enseñó, en el que le hacía
responsable de las consecuencias que tendría su conducta, que en aquellos
momentos —decía el telegrama de Negrín— era una traición a la patria.
Efectivamente, las consecuencias no se hicieron esperar. Los gobiernos francés
e inglés tomaron como pretexto la dimisión de Azaña para reconocer a
Franco". Ante la dimisión de Azaña y el traslado teórico de poderes al
señor Martínez Barrio, el Gobierno estudió el cumplimiento de lo dispuesto en
los artículos 68 y 74 de la Constitución republicana, que preveía la
celebración de elecciones inmediatas, utopía legal imposible de realizar en
aquellos momentos. Además, en la prensa del dia 2 de marzo se anuncia que
"el doctor Negrín se dirigirá por radio al pueblo. Oportunamente se dará a
conocer la fecha, hora y lugar".
Sin embargo, no estaba en "Yuste" el único
centro de poder de la zona republicana, ni siquiera el principal. En Madrid, en
torno al coronel Casado, encargado de la defensa de la capital, se agrupaban
voces descontentas procedentes de los sectores anarquistas y de la izquierda no
comunista; el pretexto era un posible golpe de estado promovido por Negrín, a
fin de otorgar todo el poder a los comunistas.
Así, ya el 24 de febrero se habían entrevistado Casado
y Besteiro, quien luego sería el más destacado miembro civil del Consejo de
Defensa; según parece, el papel jugado en dicha entrevista por parte de la
diplomacia británica fue relevante. Asimismo, también en los últimos días de
febrero, en una reunión secreta en la que la CNT acuerda sublevarse contra el Gobierno,
el dirigente Eduardo Val dirá: "... Inmediatamente que oigáis que se ha
constituido una Junta para luchar contra Negrín, apoderaos del mando de las
unidades y destituir o encerrar a los negrinistas sin la mayor vacilación. A
partir de ese momento todo el Movimiento Libertario debe considerarse en pie de
guerra" (citado por Gregorio Gallego). En su afán por aglutinar a la mayor
cantidad posible de dirigentes en torno a su proyecto, Casado llega a confiar
sus intenciones al mismo Hidalgo de Cisneros, intentando convencerle de que
"la mejor solución para nosotros sería una paz honrosa con Franco, en la
que no hubiese vencedores ni vencidos, paz que permitiría salir de España a
todo el que quisiera...", como cuenta Hidalgo en su obra anteriormente
citada. "No solamente lo que te digo es posible —continúa recordando las
palabras de Casado—, sino que te puedo asegurar que a los militares de carrera
se nos reconocerían los grados... Franco había prometido cumplir formalmente
estos compromisos, poniendo una sola condición: que prescindiésemos del
Gobierno republicano y que nosotros, es decir, los militares profesionales, nos
hiciésemos cargo de la situación y tratásemos directamente con él..."
Hidalgo de Cisneros inmediatamente puso a Negrin al
corriente de la situación, sin que éste parezca prestarle demasiada
importancia. Sin embargo, lo cierto es que tras la reunión en el albaceteño
aeródromo de Los Llanos (26 de febrero), en la que Negrín afirma que la
resistencia habla de continuar, los apoyos a Casado aumentaron rápidamente. Por
ejemplo, el día 2 de marzo, mientras Casado y Matallana, llamados por Negrín a
Elda, reiteran al presidente sus argumentos en contra de la resistencia, en
Cartagena el almirante Buiza estaba reunido con sus comandantes a bordo del "Cervantes"
confirmándoles la inminencia del golpe militar que formará el Consejo Nacional
de Defensa y pactará con Franco.
Es más, el mismo Casado, al salir de su entrevista con
Negrín, se traslada a Valencia antes de regresar a Madrid. El motivo está muy
claro: convencer a Miaja de la necesidad de eliminar al Gobierno antes de que
Negrín les ganase la mano dando un supuesto golpe de estado de carácter
filocomunista. De hecho, Casado, según cuenta Martínez Bande, ya había llegado
a Elda "lleno de recelos", sin haber hecho entrega accidental del
mando de su ejército al más antiguo de sus subordinados, según la ordenanza, y
aun prohibiéndole que lo haga a su jefe de Estado Mayor, al que notifica que
cualquier novedad que ocurra sea comunicada inmediatamente y en lenguaje
convenido a "Yuste".
Pero, si bien toda la zona controlada por el Gobierno
republicano era una gigantesca bomba de relojería presta a estallar en
cualquier momento, también es verdad que Cartagena era, sin duda, el lugar
donde la sublevación estaba más avanzada y se presentaba más confusa.
Evidentemente, Negrín estaba plenamente convencido de ello, y ya el mismo día 3
de marzo, tras conocer las conversaciones del día anterior entre Buiza y sus
comandantes, envía a Paulino Gómez y a Enrique Lister a la ciudad
departamental. En la madrugada del día siguiente, avisado por los comunista de
la inminencia del golpe preparado, ordena a Galán salir inmediatamente para
Cartagena al mando de la 206 Brigada Mixta y su batallón de tanques al mando de
Artemio Precioso (contingente de tropas de clara fidelidad comunista).
Cuenta José María Álvarez que "los conjurados, a
punto ya de iniciar su despliegue, pretendieron convencer al general Bernal
para que tomase el mando de la sublevación. Pero Bernal, viejo liberal, masón y
republicano, no lo aceptó: de alguna manera veía con clarividencia que no iba a
tratarse de un pronunciamiento anticomunista más dentro de la legalidad
republicana, sino de una intentona fascista..." Aunque la negativa de
Bernal retrasa algunas horas el curso de los acontecimientos, "a las once
de la noche del sábado 4 de marzo —como declara el mencionado Artemio Precioso
en una entrevista a Tiempo de Historia— la mayoría de los jefes militares de la
base y guarnición de Cartagena se declaran opuestos al Gobierno del doctor
Negrín e inician la toma del control de todas las unidades e
instalaciones". Pronto se verá que para muchos no es una simple presión en
busca del cese del Gobierno, sino un alzamiento fascista en toda regla, con los
quintacolumnistas al frente y la marina franquista presta al desembarco.
En la madrugada del día 5, la sublevación cartagenera
ya presenta un muerto —el director de un diario anarquista— al tiempo que se
detiene a marineros, suboficiales y paisanos de izquierda.
El último Consejo de Ministros
En este orden de cosas se va a celebrar en la tarde y
noche del 5 de marzo el que sería último Consejo de Ministros en territorio
español. El lugar fue "Yuste", y no Madrid, pese al ruego de algunos
ministros y de Casado de que se celebrase en la capital, y en parte debido a
que Negrín ya recelaba de este último hasta el punto de exigir a sus ministros
que viniesen acompañados del coronel. Hugt Thomas explica que Negrín envió su
propio avión Douglas para transportarle hasta Elda, pero que "Casado dio
órdenes de que se hiciese regresar al piloto. Al mediodía Negrín volvió a
telefonear a Casado. El coronel alegó que su salud le impedía abandonar Madrid.
Negrin, sin hacer caso, le replicó que necesitaba su presencia inmediatamente,
prescindiendo de su salud. A las seis de la tarde llegaría otro aeroplano para
recoger a otros varios ministros que se hallaban en Madrid. Casado viajaría con
ellos, según dijo Negrín. Casado le respondió que arreglaría el asunto con los
ministros... Les explicó (a los ministros) que no tenía intención de
acompañarles a Elda. Giner, que había sido ministro de Comunicaciones durante
toda la guerra, telefoneó a Negrín sugiriéndole que aplazara el Consejo de
Ministros. Negrín le respondió con tal furia que los ministros se pusieron en
camino inmediatamente, aunque sin Casado". Tampoco asistió Miaja, aunque
sí el general Matallana, al que fue a buscar a Valencia, en avión, el general
Hidalgo de Cisneros.
El motivo del Consejo de Ministros fue —según Ansó y
Alvarez del Vayo— la- discusión de las líneas generales del discurso, que el
día siguiente (lunes, 6 de marzo) debía pronunciar Negrín a través de las ondas.
Se trataba de estudiar el fin de la guerra, tratando de lograr un alto el fuego
sin represalias ni persecuciones. Según Mariano Ansó, "prevaleció el
criterio de Negrín de reducir las aspiraciones de paz... con fuerte oposición
del comunista Uribe, de acentos intransigentes en consonancia con el manifiesto
de su partido dado en Madrid, censurado por Casado en funciones de presidente
de la Junta Política Madrileña".
Sin embargo, aparte de esto, dada la situación
cartagenera y la ya casi declarada rebeldía de Casado y Miaja, de los
anarquistas y de gran parte de las fuerzas políticas es absolutamente
impensable que no se discutiese también de esto.
Alrededor de las once y media de la noche, en un
intermedio del Consejo, mientras los ministros cenaban, un funcionario entró
rápidamente en el salón para anunciar que Radio Madrid habla emitido un
manifiesto leído por el propio Casado, en el que se anunciaba la formación del
Consejo Nacional de Defensa que, integrado por civiles (como Besteiro) y
militares (como Miaja), destituía al Gobierno.
A partir de aquí, todo aparece extremadamente confuso.
Cada uno de los testigos da su versión de los hechos, a veces interesada, a
veces parcial, en unos momentos que debemos lógicamente imaginar de general
desconcierto y de rápidas tomas de posición. Así, por ejemplo, de la
conversación telefónica entre Negrín y Casado, subsiguiente al manifiesto
radiofónico, existen numerosas versiones que no coinciden plenamente ni
siquiera en quien realizó la llamada a su oponente, aunque debemos entender que
lo hizo el Presidente del Gobierno, como el mismo Casado aseguró en su versión
de los hechos:
"Dr. Negrín: Mi
general, acabo de escuchar el manifiesto que dirigen al país y considero que es
una locura lo que hacen.
Casado: Estoy
tranquilo porque he cumplido con mi deber, como militar y como ciudadano. Todos
los representantes políticos y sindicales, que forman parte del Consejo
Nacional de Defensa, también están tranquilos, porque están convencidos que
prestan a España un relevante servicio.
Negrín: Espero
que usted reflexione porque todavía podemos llegar a un arreglo.
Casado: No
comprendo lo que me quiere decir, pero yo considero que todo está arreglado.
Negrín: Al
menos mande a un representante para hacer la entrega de poderes o mandaré uno a
Madrid con esa misiva.
Casado: De
eso no se preocupe. No se puede entregar lo que no se posee. Precisamente ya
hemos recogido el Poder que usted y su Gobierno dejaron abandonado.
Negrín: ¿Entonces
no accede usted a mi petición?
Casado: No."
Entre las demás versiones, la de Cordón, fiel a
Negrín, habla de que éste, prácticamente sin inmutarse, se limitó a sustituir
telefónicamente a Casado; la del anarquista García Pradas pretende mostrarnos a
un Negrin humillándose ante el aplomo de Casado.
Poco importan, de todos modos, los matices de esta
conversación, que además fue seguida de otras varias. Ansó habla de que, tras
Negrín, Paulino Gómez y Matallana intentaron disuadir a Casado; Martínez Bande
habla de que también lo intentó Segundo Blanco, ministro anarquista. Poco
importan los matices porque la situación era extremadamente difícil para el
Gobierno: con Cartagena en franca rebeldía (nadie sabía en aquellos momentos si
incluso la Armada estaba en manos franquistas) y con el Consejo de Defensa en
Madrid, solamente se podía contar con el ejército de Levante y éste contesta
que no estaba dispuesto a enfrentarse con sus mismos camaradas. De otra parte,
las tropas comunistas combatían en Cartagena contra los sublevados y tampoco
era seguro que en Madrid hubiese unanimidad total en la decisión tomada: el
Gobierno podía haber intentado hacerse cargo de la situación en su propio
territorio, pero ya tenía la certeza de que no conseguiría resistir al enemigo
franquista. Por ello surgió el intento de que Casado aceptase el aspecto legal
de la transmisión de poderes, sugerida por los comunistas (posiblemente por
Palmiro Togliatti), que hubiese significado la preciosa ganancia del tiempo
necesario para evacuar a los principales dirigentes; pero Casado no acepta y no
lo hace porque no quiere tanto el mando del bando derrotado como la posibilidad
de aparecer ante Franco desempeñando un papel cercano al de mediador, para lo
cual le beneficia enormemente el enfrentamiento con los comunistas (recordemos
que en la teoría franquista de la Guerra Civil la insubordinación militar era
vista como el inicio de una cruzada contra el comunismo). Ante este estado de
cosas, el Consejo de Ministros continuó durante la madrugada y al final se
decidió la salida de España del Gobierno de la República.
La evacuación
Cerca, en otra finca denominada "Posición
Dakar", estuvo reunido el Buró Político del PCE, esperando la decisión del
Gobierno, y al mismo tiempo ordenando el desplazamiento de algunas tropas
comunistas (como la 300 división) hacia la zona de Villena con el fin de
defender el territorio —exiguo territorio del Valle de Elda— donde el Gobierno
aún domina la situación. Hacia las ocho de la mañana, según cuenta él mismo, el
coronel Líster llega a Elda para informar del paulatino cambio de la situación cartagenera;
casi al mismo tiempo se conoce en la sede comunista la decisión del Gobierno.
Alrededor de las diez de la mañana, Negrín y Alvarez
del Vayo se personaron en la sede comunista para anunciar su salida de España y
recomendar a los dirigentes del partido que hiciesen lo mismo. Los comunistas
intentaron a la desesperada convencerles de que no lo hicieran, argumentando
especialmente que el comandante militar de Alicante, de filiación comunista,
mantenía fiel al Gobierno la ciudad y su puerto; pero cuando se conoció la
noticia de que había sido hecho prisionero por los casadistas y,
consiguientemente, estaban cercados en todas direcciones, optaron por
trasladarse al aeródromo donde ya se encontraba el resto de los ministros,
dispuestos a marchar rumbo a Francia en los poquísimos aviones de que disponían
(Hidalgo de Cisneros realizó un viaje relámpago al albaceteño aeródromo de Los
Llanos en busca de más aviones disponibles). Algo después del mediodía, desde
El Mañá, el Gobierno (sin los ministros comunistas) salió del país; aparte de
ellos, "Pasionaria", el matrimonio Alberti y algún otro dirigente
comunista.
En Elda quedaba todavía durante aquel 6 de marzo la
plana mayor del Partido Comunista que, tras el conocimiento definitivo de la
salida del Gobierno, cambió de táctica y, en vez de centrarse en la defensa de
un Gobierno que ya no residía allí, intenta a la desesperada derribar al recién
constituido Consejo y, por unas horas, apunto estuvo de conseguirlo; en
Cartagena, los comunistas dominan la situación, pese a la huida de la flota a
un puerto neutral; en Valencia, fuerzas armadas comunistas habían salido en
carros al ataque (aunque serían detenidas fácilmente en el cruce de las calles
Tránsito y Sagunto); en Madrid, la posición de los comunistas fue afianzándose
sólidamente hasta el momento en que ya fue de dominio público que el Gobierno
había salido hacia Francia, con lo que su lucha se convirtió en algo absurdo.
Mientras tanto, en Elda lo comunistas organizan la
defensa del cercano aeródromo a fin de asegurar la salida necesaria a los que
permanecían todavía en "Dakar". Tanto Castro Delgado como Líster
afirman que se les encomendó a ellos la defensa del lugar, aunque debemos
suponer —como hace Martínez Bande que sería el segundo el encargado, pues su
historial era infinitamente más brillante, lo que tiene una importancia capital
a la hora de tomar decisiones de este tipo. Al mismo tiempo, según nos aclaró
un consejero anarquista del Ayuntamiento de Elda (Diego Iñiguez, hoy concejal
socialista), a la CNT de Elda había llegado un comunicado del Comité Regional
en el que se ordenaba neutralizar todo movimiento, como ocupación del
Ayuntamiento o similar, aunque no decía nada de persecución; todo ello, de
acuerdo con un comandante enviado por el Consejo. un hombre joven, de unos
treinta y tres años, que estaba atemorizado.
Al anochecer, según Hidalgo de Cisneros, la situación
en Elda había empeorado pues patrullas de la CNT y algunas fuerzas casadistas
estaban tomando posiciones para controlar las carreteras por lo que se decidió
abandonar Elda y concentrarse en el aeródromo, donde se disponía de unos veinte
guerrilleros (Lister habla de ocho) y dos aviones (Luis Romero habla de dos
aviones de la LAPE y un Dragón).
Mientras tanto, algunos anarquistas se dirigieron a
"Yuste", en donde sólo encontraron unas ocho o diez personas que se
declararon simples funcionarios, aunque pertenecientes al PCE; además se ocupó
una tanqueta con la que se desplazaron hacia el campo de aviación para intentar
"que no saliese el Gobierno". Eran alrededor de quince personas,
todas de Elda.
Cuenta Líster que, ya en el aeródromo, un motorista
entregó al sargento que hasta entonces estaba encargado del lugar un comunicado
casadista en el que se pedía el número de aviones existentes y se ordenaba no
dejar salir a nadie en ellos sin mandato expreso. Líster detuvo a ambos y
preparó el lugar frente a un posible ataque.
Tanto Líster como Castro Delgado o Hidalgo de Cisneros
afirman que el aeródromo comenzaba a ser rodeado. Según Hidalgo de Cisneros,
"a media noche comenzaron a llegar los primeros camiones con las fuerzas
enviadas por Casado con la orden de apoderarse de nosotros vivos o muertos. Por
los reflejos de los faros podíamos ver que estos camiones, cada vez más
numerosos, iban rodeándonos. Las fuerzas que transportaban tomaban posiciones a
cierta distancia del campo..." Por su parte, el consejero anarquista
asegura que no había allí nadie más que aquellas quince personas que, un poco a
la ligera, fueron hacia allí con la tanqueta. Fuese como fuese la correlación
de fuerzas en ese combate que nunca llegó a celebrarse, lo cierto es que todos
sabían que no quedaba mucho tiempo. Los dirigentes comunistas comenzaron a
determinar las personas que debían marchar al extranjero, según Hidalgo de
Cisneros, con una "tranquilidad desesperante... sin la menor protesta",
según Luis Romero, con "algunos dimes y diretes, solventados sobre la
marcha". A todos los que se marchaban se les entregó una pequeña cantidad
de dinero en moneda extranjera para cuando llegasen a su destino. Eran algunas
horas antes del amanecer (las tres o las cuatro, según Romero; algo después,
según Hidalgo de Cisneros). Entre los que abandonaron el país destacan el
ministro Uribe y dos de los mejores militares de la contienda, Líster y
Modesto. Otros, como Jesús Hernández o Palmiro Togliatti, permanecerían aún en
España, siendo de los últimos en salir, por vía aérea y desde Murcia.
"Al amanecer —nos cuenta el concejal eldense—
entramos en el campo de aviación y sólo quedaban algunos soldados
desmoralizados." En la práctica, la guerra había terminado casi en
silencio al alba del 7 de marzo de 1939.
José Ramón Valero Escandell
Artículo publicado en la revista «Tiempo de Historia» en octubre de 1981. (Ver publicación)
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