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881. El final de la II República - La posición Yuste

El Poblet - Posición Yuste


Tras la caída de Cataluña en 1939 y un momentáneo exilio en Francia, el Gobierno de la II República regresó a la porción de territorio español que todavía dominaba y, lejos de volver a fijar su residencia en Madrid o Valencia, Juan Negrín y sus ministros comenzaron una andadura errante por todas las provincias controladas; pero pronto el Presidente se instaló secretamente en una finca de recreo situada en los alrededores de Elda: la "Posición Yuste".


El secreto de "Yuste"

Cuando tanto se ha escrito sobre la Guerra Civil, lógicamente debería haberse tratado con gran amplitud de datos de la que fue la última sede del Gobierno republicano, pero no es así. Muchos escritores no mencionan el lugar, otros hablan de de pasada en narraciones más o menos autobiográficas, la mayoría incurre en errores de mayor o menor importancia y algunos de ellos mienten sin el menor escrúpulo. Y es que en torno a "Yuste" concurren ciertas circunstancias que lo convierten en una posición histórica especial. Por un lado, el intento de mantener su situación en el más hermético secreto; por otro, mucho más importante, el parcialismo interesado con que todos los implicados en aquel desastre histórico han enfocado el tema. Para los anarquistas, "Yuste" será el alojamiento del Gobierno de los escenarios bélicos, su preparación para la huida; para los comunistas, el intento de resistencia a ultranza en espera de un conflicto mundial generalizado, que al hundir a las potencias del Eje barrería también a los franquistas; para estos últimos, el refugio de unos criminales que lanzan a su pueblo a la derrota mientras ellos nadan en la abundancia y escapan con las riquezas de España (su archisabida teoría maniqueísta que les llevó a llamar Cruzada al genocidio). Sólo algunos historiadores abordan el problema con vocación de objetividad.

"Yuste" fue, antes que nada, un refugio, un lugar de toda confianza donde el Presidente del Gobierno intentó durante diez días —del 25 de febrero al 6 de marzo— organizar de nuevo la resistencia en la cada vez más escasa porción de España que resistía a los rebeldes. Por ello no es de extrañar que la prensa no ofreciese en ningún momento la situación exacta de la sede del Gobierno: "a un lugar de la provincia hasta ahora desconocido a fin de reunirse con los demás miembros del Gobierno y celebrar el anunciado Consejo", dirán los periódicos madrileños; ni siquiera la prensa de la provincia, como "Humanidad", de Alcoy, se atreve a ampliar datos en ningún momento.

¿Cuándo y por qué eligió Negrín la "Posición Yuste" para lijar su residencia? El cuándo no parece aventurado asegurar que fue a su mismo regreso de Francia, el 10 de febrero, cuando el doctor Negrin y su ministro de Estado, Alvarez del Vayo, se trasladan desde Alicante a Valencia —pasando por Elda—para tomar contacto con los jefes militares acerca de la situación concreta de la zona Centro-Sur. El porqué tampoco nos ofrece dudas si tenemos en cuenta que la finca "El Poblet" —pues así se llama popularmente a la que luego se rebautizó pomposamente con el sobrenombre de "Posición Yuste"—, situada en el término municipal de Petrel, a un par de kilómetros de Elda (núcleo industrial de amplia fidelidad republicana), presentaba los siguientes factores positivos para ubicar en ella la residencia de don Juan Negrín:

a) La mansión es amplia y confortable, bellísima y se encuentra completamente oculta entre los árboles de tal forma que es absolutamente invisible desde el exterior.

b) Está enclavada junto a la carretera nacional de Madrid a Alicante, a menos de cuarenta kilómetros de la capital alicantina.

c) A pocos kilómetros de la finca se encontraba el aeródromo militar de El Malló, en el término municipal de Monóvar (aproximadamente a veinte minutos de viaje en coche).

d) A pocos metros de la finca circula el ferrocarril de Madrid a Alicante.

Todas estas condiciones hacían de esta finca un lugar de seguridad idóneo, y fue mantenido con tanto cuidado que hasta después de concluidos los acontecimientos nadie sospechó en Elda (ni tan siquiera la representante del PCE en el Consejo Municipal eldense, como nos ha confirmado personalmente) que allí se encontraba la Presidencia del Gobierno y muy cerca el Buró Político del Partido Comunista de España. Hay que comprender que, aunque fueran confiscadas algunas viviendas de las afueras y algunas dependencias escolares, se pensaba que era para instalar alguna de las oficinas ministeriales que el Gobierno había anunciado se iban a repartir por todas las ciudades alejadas del frente; el superior tráfico de vehículos (la carretera pasaba por el centro del pueblo) se consideraba normal en el mayor eje de comunicaciones de aquellos momentos en la zona republicana. Pocas personas supieron con certeza de qué se trataba.

Desde este punto de vista, el lugar elegido fue un éxito, aunque un análisis político demostraría que con este alejamiento del frente las posibilidades de salir adelante para una sublevación como la de Casado y su Consejo de Defensa aumentaron considerablemente.


La vida en "Yuste"

Antes que nada seria conveniente aclarar que el conjunto de lugares incautados —para residencia del Gobierno, para sede del Buró Político del PCE, para instalación de despachos ministeriales y para residencias de altos cargos— se extendían en un radio de varios kilómetros. Hay que recordar que en aquellos diez días del "gobierno de Elda", como lo llama Tamames, acudieron bien a la "Posición Yuste" o bien a la "Posición Dakar" (sede del PCE) ministros como Álvarez del Vayo, Uribe, Paulino Gómez, Moix, Segundo Blanco, Velao o González Peña; militares como Modesto, Líster, Hidalgo de Cisneros, Miaja, Galán, Casado, Matallana o Cordón; dirigentes comunistas como Dolores Ibarruri, Palmiro Togliatti, Stepanov, Irene Falcón, Tagüeña o Checa; intelectuales como Rafael Alberti, María Teresa León o Fernando Claudín... aunque algunos de ellos en estancias de pocas horas.

Tras la llegada de Negrín a la finca "El Poblet" y la conversión de ésta en "Posición Yuste" se instalan en el lugar un destacamento militar y una decena de funcionarios civiles. No es de extrañar que los enemigos de Negrín le acusen de que no pretende rehacer el Estado, sino defenderse para preparar la huida. Así, el anarquista García Pradas dice que Negrín vivía en "Yuste" "no como jefe de un gobierno, sino como jefe de una partida de bandoleros que preparase una lechona. Quinientos guerrilleros comunistas, muy feroces de aspecto, con un fusil ametrallador a la espalda y muchas bombas de mano a la cintura, le daban escolta allí permanentemente. En la finca no había oficinas ni el menor indicio de vida estatal"; más moderado, también Casado ataca la situación en que se encontraba Negrín y se pregunta: "¿Cómo es posible que el doctor Negrín pensara seriamente en poner en marcha estos Estados Generales sin personal, sin archivos y sin todo aquello que era necesario para trabajar con alguna eficacia?" Algunos historiadores menos sospechosos de tendenciosidad, como Martínez Bande o Hugt Thomas, mantienen la duda; el primero, aunque no acepta la gangsteriana descripción de García Pradas, reconoce que no había aparato administrativo estatal; el segundo, sospecha que sólo se preparaba la escapatoria. Pero, en este caso, una pregunta quedaría en el aire: ¿por qué había vuelto el Gobierno a España dos semanas antes?

Hay que añadir que el Consejo Municipal de Elda había desocupado las escuelas para instalar dependencias ministeriales (entre ellas ya funcionaba el Servicio de Inteligencia Militar) y que cuando, tras la salida definitiva del Gobierno, un grupo de militantes anarquistas entra en "Yuste" se encuentran con varíos funcionarios, teletipos, copias, papeles... Tal vez más que de una búsqueda de huida, habría que hablar de una ineficacia para organizar una resistencia ordenada en un momento en que la CNT comenzaba a conspirar contra el Gobierno, Casado pensaba en el pacto con el franquismo y el PCE se organizaba para la guerrilla.

Por otro lado, uno de los aspectos más discutidos de la estancia en "Yuste" es la pretendida relajación de costumbres en el ocaso de la República. Casado, García Pradas y Castro Delgado, en sus libros sobre el final de la guerra, acusan directamente de inmoralidad tanto a Negrín como al PCE. Así, Casado hablará de la glotonería de Negrín dibujando un panorama esperpéntico: "En el cocido no faltaba nada. Todo exageradamente abundante. ¡Me dio asco! Al doctor Negrín le sirvieron un plato muy copioso. Lo comió rápido y salió del comedor. Entonces el general Miaja le dijo al camarero que sirviera otra vez al doctor Negrín otro plato igual. Ante mi extrañeza, el general Miaja me aclaró que el doctor Negrín cuando comía algo que le gustaba mucho, lo vomitaba y repetía otra vez." Por su parte, Castro Delgado, al hablar del lugar donde se reunía el PCE, dice que "era el lugar de descanso una maravillosa residencia campestre. Allí estaban como hoteleros el poeta Rafael Alberti y su mujer, María Teresa León. Y como domésticas, varias jovencitas preciosas y ligeras de ropa, amables y serviciales. Y buenos dormitorios. Y buena comida a base de conservas. Y un paisaje tranquilo y encantador..."; una versión tendenciosamente idílica teniendo en cuenta sobre todo que Castro Delgado llegó a Elda en la noche en que la sublevación ya se había desatado y en medio de una gran tensión, idas y venidas y llamadas telefónicas, se discutía sobre el dilema de la huida o el comienzo de una guerra civil dentro de la Guerra Civil. Sin embargo, la dudosa veracidad de algunas afirmaciones fueron consideradas hechos históricos irrefutables por la historiográfica franquista, y así el escritor y procurador en Cortes Diego Sevilla Andrés, en su "Historia política de la zona roja", gozará en decir que "el presidente recibía hermosas mujeres, se le buscaban perdices por todas partes. Bebía buen champagne y fumaba puros habanos", aparte de situar su residencia "cerca de Elche" (sic). Mariano Ansó, ministro de Negrín, habla simplemente de que, terminado el Consejo del día 5 de marzo, a los ministros "se les servia un refrigerio". Nada hemos podido saber entre las gentes de la zona, ya que el Gobierno, recordemos que secretamente instalado, llevaba avituallamiento propio. Evidentemente, no debió ser tan esplendorosa la situación de los residentes en "Yuste", aunque infinitamente mejor que la que padecían los defensores de Madrid. con un abastecimiento escasísimo al final del conflicto. De otra parte, Rafael Alberti, en su obra "La arboleda perdida". recuerda con nostalgia los momentos vividos en Elda en la residencia de Hidalgo de Cisneros, no por la situación material, sino por el ambiente de franqueza y camaradería, y revive como anécdota unas buler¡as de Modesto.


La dimisión de Azaña y los preparativos de las sublevaciones

Pese a todo lo anterior, apenas hubiese tenido importancia la estancia en Elda del Gobierno de la República y del Buró Politico del PCE, de no haber sucedido tres acontecimientos: la dimisión de Azaña, la sublevación de Cartagena y la formación en Madrid del Consejo Nacional de Defensa.

El primer Consejo de Ministros celebrado en "Yuste" fue la noche del 28 de febrero, después de que Negrín con algunos ministros regresase del gobierno civil alicantino. En dicho Consejo se discutió sobre los problemas internos de la zona republicana, ya que se comenzaba a sospechar del coronel Casado y la CNT se encontraba en franca rebeldía, no siendo de extrañar comunicados suyos como el aparecido en la prensa de Madrid: "si al pueblo español se le hubiese anunciado el verdadero panorama internacional, otras serian las circunstancias de nuestra lucha. Pero se le han ocultado los sucesos, pintándose como favorables...". Sin embargo, el motivo fundamental de la reunión fue la renuncia del día anterior del Presidente de la República, señor Azaña, "dimisión contenida en el histórico documento dado en Collonges sous Saliéve para París, en fecha 27 de febrero, horas antes del reconocimiento por parte de Inglaterra y Francia del Gobierno de Burgos y en perfecta sincronización con el mismo", como afirma Mariano Ansó en su obra "Yo fui ministro de Negrín". La decisión de Azaña había sido tomada basándose en el informe del general Rojo que, ya en Francia, pensaba de la situación de la España republicana que "aquello es la agonía, una agonía inevitable... Después llegará la muerte, una muerte terrible: la muerte de una etapa, la muerte de un régimen, la muerte de la esperanza de millones de gentes". Simultáneamente, Azaña había pedido otro informe a Hidalgo de Cisneros, comunista y jefe del Estado Mayor del Aire, que previendo que su informe sirviese como excusa para una dimisión, se negó a hacerlo e inmediatamente regresó a España para informar a Negrín, entrevista que nos narra en su obra "Cambio de rumbo": "... visité a Negrín, al que expliqué este incidente con Azaña. Nunca recuerdo a Negrín tan indignado, creo que fue la única vez que lo he visto fuera de si. Mandó inmediatamente a Azaña un telegrama, que me enseñó, en el que le hacía responsable de las consecuencias que tendría su conducta, que en aquellos momentos —decía el telegrama de Negrín— era una traición a la patria. Efectivamente, las consecuencias no se hicieron esperar. Los gobiernos francés e inglés tomaron como pretexto la dimisión de Azaña para reconocer a Franco". Ante la dimisión de Azaña y el traslado teórico de poderes al señor Martínez Barrio, el Gobierno estudió el cumplimiento de lo dispuesto en los artículos 68 y 74 de la Constitución republicana, que preveía la celebración de elecciones inmediatas, utopía legal imposible de realizar en aquellos momentos. Además, en la prensa del dia 2 de marzo se anuncia que "el doctor Negrín se dirigirá por radio al pueblo. Oportunamente se dará a conocer la fecha, hora y lugar".

Sin embargo, no estaba en "Yuste" el único centro de poder de la zona republicana, ni siquiera el principal. En Madrid, en torno al coronel Casado, encargado de la defensa de la capital, se agrupaban voces descontentas procedentes de los sectores anarquistas y de la izquierda no comunista; el pretexto era un posible golpe de estado promovido por Negrín, a fin de otorgar todo el poder a los comunistas.

Así, ya el 24 de febrero se habían entrevistado Casado y Besteiro, quien luego sería el más destacado miembro civil del Consejo de Defensa; según parece, el papel jugado en dicha entrevista por parte de la diplomacia británica fue relevante. Asimismo, también en los últimos días de febrero, en una reunión secreta en la que la CNT acuerda sublevarse contra el Gobierno, el dirigente Eduardo Val dirá: "... Inmediatamente que oigáis que se ha constituido una Junta para luchar contra Negrín, apoderaos del mando de las unidades y destituir o encerrar a los negrinistas sin la mayor vacilación. A partir de ese momento todo el Movimiento Libertario debe considerarse en pie de guerra" (citado por Gregorio Gallego). En su afán por aglutinar a la mayor cantidad posible de dirigentes en torno a su proyecto, Casado llega a confiar sus intenciones al mismo Hidalgo de Cisneros, intentando convencerle de que "la mejor solución para nosotros sería una paz honrosa con Franco, en la que no hubiese vencedores ni vencidos, paz que permitiría salir de España a todo el que quisiera...", como cuenta Hidalgo en su obra anteriormente citada. "No solamente lo que te digo es posible —continúa recordando las palabras de Casado—, sino que te puedo asegurar que a los militares de carrera se nos reconocerían los grados... Franco había prometido cumplir formalmente estos compromisos, poniendo una sola condición: que prescindiésemos del Gobierno republicano y que nosotros, es decir, los militares profesionales, nos hiciésemos cargo de la situación y tratásemos directamente con él..."

Hidalgo de Cisneros inmediatamente puso a Negrin al corriente de la situación, sin que éste parezca prestarle demasiada importancia. Sin embargo, lo cierto es que tras la reunión en el albaceteño aeródromo de Los Llanos (26 de febrero), en la que Negrín afirma que la resistencia habla de continuar, los apoyos a Casado aumentaron rápidamente. Por ejemplo, el día 2 de marzo, mientras Casado y Matallana, llamados por Negrín a Elda, reiteran al presidente sus argumentos en contra de la resistencia, en Cartagena el almirante Buiza estaba reunido con sus comandantes a bordo del "Cervantes" confirmándoles la inminencia del golpe militar que formará el Consejo Nacional de Defensa y pactará con Franco.

Es más, el mismo Casado, al salir de su entrevista con Negrín, se traslada a Valencia antes de regresar a Madrid. El motivo está muy claro: convencer a Miaja de la necesidad de eliminar al Gobierno antes de que Negrín les ganase la mano dando un supuesto golpe de estado de carácter filocomunista. De hecho, Casado, según cuenta Martínez Bande, ya había llegado a Elda "lleno de recelos", sin haber hecho entrega accidental del mando de su ejército al más antiguo de sus subordinados, según la ordenanza, y aun prohibiéndole que lo haga a su jefe de Estado Mayor, al que notifica que cualquier novedad que ocurra sea comunicada inmediatamente y en lenguaje convenido a "Yuste".

Pero, si bien toda la zona controlada por el Gobierno republicano era una gigantesca bomba de relojería presta a estallar en cualquier momento, también es verdad que Cartagena era, sin duda, el lugar donde la sublevación estaba más avanzada y se presentaba más confusa. Evidentemente, Negrín estaba plenamente convencido de ello, y ya el mismo día 3 de marzo, tras conocer las conversaciones del día anterior entre Buiza y sus comandantes, envía a Paulino Gómez y a Enrique Lister a la ciudad departamental. En la madrugada del día siguiente, avisado por los comunista de la inminencia del golpe preparado, ordena a Galán salir inmediatamente para Cartagena al mando de la 206 Brigada Mixta y su batallón de tanques al mando de Artemio Precioso (contingente de tropas de clara fidelidad comunista).

Cuenta José María Álvarez que "los conjurados, a punto ya de iniciar su despliegue, pretendieron convencer al general Bernal para que tomase el mando de la sublevación. Pero Bernal, viejo liberal, masón y republicano, no lo aceptó: de alguna manera veía con clarividencia que no iba a tratarse de un pronunciamiento anticomunista más dentro de la legalidad republicana, sino de una intentona fascista..." Aunque la negativa de Bernal retrasa algunas horas el curso de los acontecimientos, "a las once de la noche del sábado 4 de marzo —como declara el mencionado Artemio Precioso en una entrevista a Tiempo de Historia— la mayoría de los jefes militares de la base y guarnición de Cartagena se declaran opuestos al Gobierno del doctor Negrín e inician la toma del control de todas las unidades e instalaciones". Pronto se verá que para muchos no es una simple presión en busca del cese del Gobierno, sino un alzamiento fascista en toda regla, con los quintacolumnistas al frente y la marina franquista presta al desembarco.

En la madrugada del día 5, la sublevación cartagenera ya presenta un muerto —el director de un diario anarquista— al tiempo que se detiene a marineros, suboficiales y paisanos de izquierda.


El último Consejo de Ministros

En este orden de cosas se va a celebrar en la tarde y noche del 5 de marzo el que sería último Consejo de Ministros en territorio español. El lugar fue "Yuste", y no Madrid, pese al ruego de algunos ministros y de Casado de que se celebrase en la capital, y en parte debido a que Negrín ya recelaba de este último hasta el punto de exigir a sus ministros que viniesen acompañados del coronel. Hugt Thomas explica que Negrín envió su propio avión Douglas para transportarle hasta Elda, pero que "Casado dio órdenes de que se hiciese regresar al piloto. Al mediodía Negrín volvió a telefonear a Casado. El coronel alegó que su salud le impedía abandonar Madrid. Negrin, sin hacer caso, le replicó que necesitaba su presencia inmediatamente, prescindiendo de su salud. A las seis de la tarde llegaría otro aeroplano para recoger a otros varios ministros que se hallaban en Madrid. Casado viajaría con ellos, según dijo Negrín. Casado le respondió que arreglaría el asunto con los ministros... Les explicó (a los ministros) que no tenía intención de acompañarles a Elda. Giner, que había sido ministro de Comunicaciones durante toda la guerra, telefoneó a Negrín sugiriéndole que aplazara el Consejo de Ministros. Negrín le respondió con tal furia que los ministros se pusieron en camino inmediatamente, aunque sin Casado". Tampoco asistió Miaja, aunque sí el general Matallana, al que fue a buscar a Valencia, en avión, el general Hidalgo de Cisneros.

El motivo del Consejo de Ministros fue —según Ansó y Alvarez del Vayo— la- discusión de las líneas generales del discurso, que el día siguiente (lunes, 6 de marzo) debía pronunciar Negrín a través de las ondas. Se trataba de estudiar el fin de la guerra, tratando de lograr un alto el fuego sin represalias ni persecuciones. Según Mariano Ansó, "prevaleció el criterio de Negrín de reducir las aspiraciones de paz... con fuerte oposición del comunista Uribe, de acentos intransigentes en consonancia con el manifiesto de su partido dado en Madrid, censurado por Casado en funciones de presidente de la Junta Política Madrileña".

Sin embargo, aparte de esto, dada la situación cartagenera y la ya casi declarada rebeldía de Casado y Miaja, de los anarquistas y de gran parte de las fuerzas políticas es absolutamente impensable que no se discutiese también de esto.

Alrededor de las once y media de la noche, en un intermedio del Consejo, mientras los ministros cenaban, un funcionario entró rápidamente en el salón para anunciar que Radio Madrid habla emitido un manifiesto leído por el propio Casado, en el que se anunciaba la formación del Consejo Nacional de Defensa que, integrado por civiles (como Besteiro) y militares (como Miaja), destituía al Gobierno.

A partir de aquí, todo aparece extremadamente confuso. Cada uno de los testigos da su versión de los hechos, a veces interesada, a veces parcial, en unos momentos que debemos lógicamente imaginar de general desconcierto y de rápidas tomas de posición. Así, por ejemplo, de la conversación telefónica entre Negrín y Casado, subsiguiente al manifiesto radiofónico, existen numerosas versiones que no coinciden plenamente ni siquiera en quien realizó la llamada a su oponente, aunque debemos entender que lo hizo el Presidente del Gobierno, como el mismo Casado aseguró en su versión de los hechos:

"Dr. Negrín: Mi general, acabo de escuchar el manifiesto que dirigen al país y considero que es una locura lo que hacen.

Casado: Estoy tranquilo porque he cumplido con mi deber, como militar y como ciudadano. Todos los representantes políticos y sindicales, que forman parte del Consejo Nacional de Defensa, también están tranquilos, porque están convencidos que prestan a España un relevante servicio.

Negrín: Espero que usted reflexione porque todavía podemos llegar a un arreglo.

Casado: No comprendo lo que me quiere decir, pero yo considero que todo está arreglado.

Negrín: Al menos mande a un representante para hacer la entrega de poderes o mandaré uno a Madrid con esa misiva.

Casado: De eso no se preocupe. No se puede entregar lo que no se posee. Precisamente ya hemos recogido el Poder que usted y su Gobierno dejaron abandonado.

Negrín: ¿Entonces no accede usted a mi petición?

Casado: No."

Entre las demás versiones, la de Cordón, fiel a Negrín, habla de que éste, prácticamente sin inmutarse, se limitó a sustituir telefónicamente a Casado; la del anarquista García Pradas pretende mostrarnos a un Negrin humillándose ante el aplomo de Casado.

Poco importan, de todos modos, los matices de esta conversación, que además fue seguida de otras varias. Ansó habla de que, tras Negrín, Paulino Gómez y Matallana intentaron disuadir a Casado; Martínez Bande habla de que también lo intentó Segundo Blanco, ministro anarquista. Poco importan los matices porque la situación era extremadamente difícil para el Gobierno: con Cartagena en franca rebeldía (nadie sabía en aquellos momentos si incluso la Armada estaba en manos franquistas) y con el Consejo de Defensa en Madrid, solamente se podía contar con el ejército de Levante y éste contesta que no estaba dispuesto a enfrentarse con sus mismos camaradas. De otra parte, las tropas comunistas combatían en Cartagena contra los sublevados y tampoco era seguro que en Madrid hubiese unanimidad total en la decisión tomada: el Gobierno podía haber intentado hacerse cargo de la situación en su propio territorio, pero ya tenía la certeza de que no conseguiría resistir al enemigo franquista. Por ello surgió el intento de que Casado aceptase el aspecto legal de la transmisión de poderes, sugerida por los comunistas (posiblemente por Palmiro Togliatti), que hubiese significado la preciosa ganancia del tiempo necesario para evacuar a los principales dirigentes; pero Casado no acepta y no lo hace porque no quiere tanto el mando del bando derrotado como la posibilidad de aparecer ante Franco desempeñando un papel cercano al de mediador, para lo cual le beneficia enormemente el enfrentamiento con los comunistas (recordemos que en la teoría franquista de la Guerra Civil la insubordinación militar era vista como el inicio de una cruzada contra el comunismo). Ante este estado de cosas, el Consejo de Ministros continuó durante la madrugada y al final se decidió la salida de España del Gobierno de la República.


La evacuación

Cerca, en otra finca denominada "Posición Dakar", estuvo reunido el Buró Político del PCE, esperando la decisión del Gobierno, y al mismo tiempo ordenando el desplazamiento de algunas tropas comunistas (como la 300 división) hacia la zona de Villena con el fin de defender el territorio —exiguo territorio del Valle de Elda— donde el Gobierno aún domina la situación. Hacia las ocho de la mañana, según cuenta él mismo, el coronel Líster llega a Elda para informar del paulatino cambio de la situación cartagenera; casi al mismo tiempo se conoce en la sede comunista la decisión del Gobierno.

Alrededor de las diez de la mañana, Negrín y Alvarez del Vayo se personaron en la sede comunista para anunciar su salida de España y recomendar a los dirigentes del partido que hiciesen lo mismo. Los comunistas intentaron a la desesperada convencerles de que no lo hicieran, argumentando especialmente que el comandante militar de Alicante, de filiación comunista, mantenía fiel al Gobierno la ciudad y su puerto; pero cuando se conoció la noticia de que había sido hecho prisionero por los casadistas y, consiguientemente, estaban cercados en todas direcciones, optaron por trasladarse al aeródromo donde ya se encontraba el resto de los ministros, dispuestos a marchar rumbo a Francia en los poquísimos aviones de que disponían (Hidalgo de Cisneros realizó un viaje relámpago al albaceteño aeródromo de Los Llanos en busca de más aviones disponibles). Algo después del mediodía, desde El Mañá, el Gobierno (sin los ministros comunistas) salió del país; aparte de ellos, "Pasionaria", el matrimonio Alberti y algún otro dirigente comunista.

En Elda quedaba todavía durante aquel 6 de marzo la plana mayor del Partido Comunista que, tras el conocimiento definitivo de la salida del Gobierno, cambió de táctica y, en vez de centrarse en la defensa de un Gobierno que ya no residía allí, intenta a la desesperada derribar al recién constituido Consejo y, por unas horas, apunto estuvo de conseguirlo; en Cartagena, los comunistas dominan la situación, pese a la huida de la flota a un puerto neutral; en Valencia, fuerzas armadas comunistas habían salido en carros al ataque (aunque serían detenidas fácilmente en el cruce de las calles Tránsito y Sagunto); en Madrid, la posición de los comunistas fue afianzándose sólidamente hasta el momento en que ya fue de dominio público que el Gobierno había salido hacia Francia, con lo que su lucha se convirtió en algo absurdo.

Mientras tanto, en Elda lo comunistas organizan la defensa del cercano aeródromo a fin de asegurar la salida necesaria a los que permanecían todavía en "Dakar". Tanto Castro Delgado como Líster afirman que se les encomendó a ellos la defensa del lugar, aunque debemos suponer —como hace Martínez Bande que sería el segundo el encargado, pues su historial era infinitamente más brillante, lo que tiene una importancia capital a la hora de tomar decisiones de este tipo. Al mismo tiempo, según nos aclaró un consejero anarquista del Ayuntamiento de Elda (Diego Iñiguez, hoy concejal socialista), a la CNT de Elda había llegado un comunicado del Comité Regional en el que se ordenaba neutralizar todo movimiento, como ocupación del Ayuntamiento o similar, aunque no decía nada de persecución; todo ello, de acuerdo con un comandante enviado por el Consejo. un hombre joven, de unos treinta y tres años, que estaba atemorizado.

Al anochecer, según Hidalgo de Cisneros, la situación en Elda había empeorado pues patrullas de la CNT y algunas fuerzas casadistas estaban tomando posiciones para controlar las carreteras por lo que se decidió abandonar Elda y concentrarse en el aeródromo, donde se disponía de unos veinte guerrilleros (Lister habla de ocho) y dos aviones (Luis Romero habla de dos aviones de la LAPE y un Dragón).

Mientras tanto, algunos anarquistas se dirigieron a "Yuste", en donde sólo encontraron unas ocho o diez personas que se declararon simples funcionarios, aunque pertenecientes al PCE; además se ocupó una tanqueta con la que se desplazaron hacia el campo de aviación para intentar "que no saliese el Gobierno". Eran alrededor de quince personas, todas de Elda.

Cuenta Líster que, ya en el aeródromo, un motorista entregó al sargento que hasta entonces estaba encargado del lugar un comunicado casadista en el que se pedía el número de aviones existentes y se ordenaba no dejar salir a nadie en ellos sin mandato expreso. Líster detuvo a ambos y preparó el lugar frente a un posible ataque.

Tanto Líster como Castro Delgado o Hidalgo de Cisneros afirman que el aeródromo comenzaba a ser rodeado. Según Hidalgo de Cisneros, "a media noche comenzaron a llegar los primeros camiones con las fuerzas enviadas por Casado con la orden de apoderarse de nosotros vivos o muertos. Por los reflejos de los faros podíamos ver que estos camiones, cada vez más numerosos, iban rodeándonos. Las fuerzas que transportaban tomaban posiciones a cierta distancia del campo..." Por su parte, el consejero anarquista asegura que no había allí nadie más que aquellas quince personas que, un poco a la ligera, fueron hacia allí con la tanqueta. Fuese como fuese la correlación de fuerzas en ese combate que nunca llegó a celebrarse, lo cierto es que todos sabían que no quedaba mucho tiempo. Los dirigentes comunistas comenzaron a determinar las personas que debían marchar al extranjero, según Hidalgo de Cisneros, con una "tranquilidad desesperante... sin la menor protesta", según Luis Romero, con "algunos dimes y diretes, solventados sobre la marcha". A todos los que se marchaban se les entregó una pequeña cantidad de dinero en moneda extranjera para cuando llegasen a su destino. Eran algunas horas antes del amanecer (las tres o las cuatro, según Romero; algo después, según Hidalgo de Cisneros). Entre los que abandonaron el país destacan el ministro Uribe y dos de los mejores militares de la contienda, Líster y Modesto. Otros, como Jesús Hernández o Palmiro Togliatti, permanecerían aún en España, siendo de los últimos en salir, por vía aérea y desde Murcia.

"Al amanecer —nos cuenta el concejal eldense— entramos en el campo de aviación y sólo quedaban algunos soldados desmoralizados." En la práctica, la guerra había terminado casi en silencio al alba del 7 de marzo de 1939.


José Ramón Valero Escandell
Artículo publicado en la revista «Tiempo de Historia» en octubre de 1981. (Ver publicación)









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