A primeros de junio de 1939 la Confederación Nacional de Ayuda a los Refugiados Españoles pidió la supresión de los campos y que los refugiados se integraran en la vida civil francesa. Pero esta petición fue desoída. Por el contrario, el Gobierno francés buscaba fórmulas para aliviar los costos administrativos y financieros que les suponían aquellos centenares de miles de españoles y aprovechar su presencia a favor de los intereses franceses. A partir del mes de marzo iniciaron acciones de propaganda en los campos para reclutar voluntarios para la Legión. Los pocos que eligieron ese camino fueron destinados al norte de África. Alberto Fernández en Españoles en la Resistencia da la cifra de 5000 españoles alistados en la Legión, el 75 por 100 de los cuales perdieron la vida durante la Batalla de Francia en 1940.
Mayor éxito
tuvieron entre los exiliados españoles los Batallones de Marcha y las Compañías
de Trabajo. Fueron los cauces más importantes para la militarización de los
refugiados.
Los Batallones de
Marcha eran unidades militares enteramente compuestas por españoles, pero con
mandos franceses y una organización similar a la del Ejército francés. El
contrato de alistamiento era por el tiempo que durase la guerra. Manuel Tuñón
de Lara considera que la cifra de 50000 alistados dada por algunos tal vez
sea exagerada, estimando más acertada la cifra de 30000 que aparece en la documentación
de la FEDIP (Federation Espagnole de Deportés et Internes Politiques).
Los primeros
batallones de Marcha se crearon en el Campo de Barcarès. Mediada la primavera
del 39 se crearían también unidades en los Campos de Saint Cyprien, de
Argelès-sur-mer y Septfonds, cerca de Montauban. La mayoría de quienes se
enrolaban lo hacían voluntariamente, por el deseo de salir del campo de
internamiento, o por proseguir la lucha contra el fascismo iniciada en suelo
español. En otros casos fue la amenaza de dispersión familiar la que forzaba el
enrolamiento.
Ese fue el caso de
Eduardo Pons Prades. «De no firmar -le dijo el teniente de alcalde-
a su madre la enviaremos a un campo de mujeres, sus hermanos irán a parar a un
refugio y a usted le meteremos en un campo de castigo. (...) Esto ocurría el 20
de septiembre de 1939. Desde entonces ironiza Pons Prades- obra en mi poder un
certificado que reza así: He aceptado voluntariamente las leyes militares
francesas firmando los cinco impresos de color rosa de la fórmula A...».
La Legión, los
Batallones de Marcha, las Compañías de Trabajo, fueron las fórmulas sucesivas
ideadas por las autoridades francesas para encuadrar militarmente a la masa de
refugiados españoles, especialmente a los más jóvenes. Cuando comprobaron que
los alistamientos a la Legión se hacían con cuentagotas, decidieron la creación
de los Batallones de Marcha dirigidos por oficiales franceses. Tampoco estos
tuvieron demasiado éxito, según el testimonio de Pons Prades, por que esos
batallones parecían una copia de la Legión. Como último recurso crearon las
Compañías de Trabajo que incorporaron a ex oficiales españoles como auxiliares
de los franceses.
Las secciones -escribe Pons Prades solían mandarlas ex oficiales del Ejército republicano español. Uno de los cuales, elegido por sus compañeros, asesoraba directamente al jefe francés de la unidad. En algunos casos, a la larga, esto daría pie a que los españoles se impusieran -especialmente por conocer mejor al personal y por su experiencia militar-, y que, en trances cruciales, se pudieran tomar decisiones que "permitirán poner a salvo a no pocos combatientes españoles".
Estas Compañías de Trabajadores o de Prestatarios quedaban a disposición de los generales jefes de las regiones militares y se les encomendó labores de defensa, construcción de fábricas de armamento y sobre todo la construcción de fortificaciones en el Atlántico, y en las fronteras con Alemania e Italia.
¿Cuántos españoles se incorporaron a las Compañías de Trabajo? Eduardo Pons Prades calcula que de abril de 1939 a marzo de 1940 los alistados, voluntarios o forzosos, alcanzaron los 75000 hombres, a los que hay que sumar los que se integraron en unidades del Ejército francés, que fueron unos 35000, de los que unos 10000 se alistaron en la Legión Extranjera.
Francia y Gran Bretaña declaran la guerra a Alemania
Cuando el 3 de septiembre de 1939 Francia y Gran Bretaña declaran la guerra a Alemania una vez concluido el ultimátum que habían dado a esta para que retirara las tropas que habían invadido Polonia, la noticia no es algo inesperado. Ese día y los sucesivos los parisinos miran mucho al cielo. Temen un ataque de la aviación alemana. Temen especialmente a los gases.
«La propia policía ha distribuido a todos los franceses -escribe Manuel Azcárate en sus citadas memorias- y a los extranjeros con permiso de largo plazo, una máscara de gas metida en un estuche, una especie de tubo metálico de unos treinta centímetros de largo. Los parisienses van a todos lados, al trabajo, de compras, de paseo, con el tubo de marras. Lo cual agrega una nota extraña, no muy heroica, más bien ridícula, al paisaje de la ciudad. A mí no me han dado máscara porque mi permiso es provisional. Y tampoco la tienen los otros compañeros de las JSU que están en situación ilegal. Tenemos que pedir prestados a nuestros amigos franceses algunos tubos vacíos para circular por las calles sin llamar la atención. El que va sin tubo es sospechoso y está amenazado de que la policía le interrogue». Esos temores a un ataque alemán con gases desaparecerán a los pocos días.
En París y en otras grandes ciudades francesas se realizaron en esos primeros días de guerra redadas en las que detuvieron a individuos sospechosos. Miles de ellos fueron amontonados en el estadio Roland Garrós, de París. Entre ellos había numerosos españoles.
Con el país en guerra, los franceses empezaron a buscar y apreciar la mano de obra española. Los españoles aceptaban cualquier trabajo con tal de salir de los Campos. «Me presenté como agricultor, sin saber si las patatas salían de la tierra o de un árbol», ha testimoniado uno de ellos.
En el mes de octubre de 1939, el ministro del Interior francés, señor Pomaret, declaraba que 50.000 refugiados españoles trabajaban en las industrias de guerra francesas, cifra que a Tuñón de Lara le parece algo exagerada.
Los Batallones de Marcha, las Compañías de Trabajo y el trabajo individual en la agricultura, la industria o en las minas dejaron casi vacíos los Campos de Refugiados. En los primeros meses de 1940 sólo quedaban unos pocos millares en Argelès, algunos en Gurs y unos 3000 en el Campo de castigo de Vernet.
En la resistencia y en el maquis
La Resistencia francesa brota a partir del verano de 1940. En torno a figuras de prestigio se forman pequeños grupos que progresivamente irán incrementándose. Es un «ejército de civiles» que surge para contribuir a ganar una guerra que los ejércitos de militares han perdido. La Resistencia ayudará a Francia a recuperar el prestigio y el lugar entre las grandes potencias, muy deteriorados por la rapidez y la escasa gloria con que su Ejército regular se hunde en 1940 frente al embate alemán.
En el sur, el primer movimiento organizado es Combat, creado por el capitán Henri Frenay. Está dirigido por un Comité de siete miembros, entre los que se encuentra Georges Bidault, más tarde presidente del Comité Nacional de la Resistencia y Ministro de Negocios Extranjeros. Operan en la región de Lyon.
Otro grupo es Libération, fundado por E. d'Astier de la Vigerie e influido por el dirigente sindicalista Léon Jouhaux.
Van surgiendo otros muchos movimientos de resistencia: Franc-Tireur que en 1943 se fusiona con Combat y Libération; France d'abord, Le Coq Enchainé, Témoignage Chrétien, Libérer et Fédérer, France au combat, creado por socialistas de Marsella.
En la zona norte el iniciador de la Resistencia es el Comité National de Salut Public, fundado en el Museo del Hombre de París por un grupo de intelectuales. Agrupa a profesores, escritores, abogados, etc. Otros movimientos de resistencia en la zona norte fueron: Défense de la France, creado por jóvenes estudiantes, Front National, Ceux de la Résistence, Défense de la Patrie, Socialisme et Libérté, fundado por Sartre, Jeune Republique, Combat.
No hay ciudad importante en que no se organice un grupo de Resistencia. Su actividad abarca varios frentes: servicios de información, acciones de sabotaje, progresivamente coordinadas bajo las órdenes del Alto Mando interaliado; ejércitos secretos que apoyarán en su momento a las tropas de desembarco; difusión masiva de prensa clandestina, (en 1944 hay más de un millar de publicaciones que en conjunto difunden dos millones de ejemplares). Uno de los periódicos clandestinos más conocidos es Combat, dirigido por Albert Camus y Henri Frenay. Défense de la France llega a lanzar 400000 ejemplares en 1944. Junto a los periódicos y hojas también se difunde literatura clandestina de gran calidad, gracias a las Éditions de Minuit.
La Resistencia francesa lucha simultáneamente contra alemanes y contra los hombres de Vichy. El régimen de Pétain organiza fuerzas paramilitares, la Milicia, de triste memoria, para luchar contra la Resistencia y el maquis. Francia vive episodios de auténtica guerra civil.
La figura primordial de la Resistencia francesa es Jean Moulin, socialista, ex prefecto de Chartres, hombre de gran capacidad organizativa, de inteligencia superior, idealista y a la vez realista y pragmático. Enviado personalmente por el General De Gaulle desde Londres es lanzado en paracaídas en el sur de Francia la noche del 1 al 2 de enero de 1941. En poco tiempo consigue unificar los múltiples movimientos de Resistencia, organizar servicios comunes a todas las redes clandestinas y convertirla en un movimiento totalmente gaulista.
Por su enorme prestigio Jean Moulin fue elegido el primer presidente del Consejo Nacional de la Resistencia. Desgraciadamente, en junio de 1943, esta figura mítica es detenido por la policía alemana y muere torturado cuando le conducían en un tren hacia Alemania. Muere heroicamente sin haber dado ni un solo nombre, aunque conocía a todos los jefes de la Resistencia ya que todos los hilos de la compleja organización pasaban por sus manos. Su muerte no es seguida por detención alguna. Un ejemplo de integridad y de valor extraordinarios. Le sucede al frente del Consejo Nacional de la Resistencia Georges Bidault.
¿Cómo se produjo la incorporación de los españoles a la Resistencia? Los españoles integrados en las Compañías de Trabajadores Extranjeros comenzaron a agruparse entre ellos en los lugares de trabajo según su ideología. Les era imposible localizar a sus dirigentes políticos y sindicales ya que algunos habían salido hacia Méjico y la URSS, otros habían muerto, y el contacto con los que continuaban en Francia estaba plagado de dificultades y de peligros. Estos grupos organizados espontáneamente en los lugares de trabajo se limitaron durante 1940, 1941 y casi todo 1942 a acoger y ayudar a esconderse a los compatriotas que llegaban huidos de la zona de ocupación alemana.
El núcleo principal de esta actividad estuvo integrado por los 600 trabajadores españoles que trabajaban en las presas de L'Aigle y Bort-les-Orgues donde José Germán González, veterano sindicalista, era quien avalaba a los que llegaban sin documentación y, de acuerdo con los ingenieros franceses André Decelle y André Cogne, ambos de la Resistencia francesa, les procuraban ocupación y documentación para poder viajar.
A finales de 1942 y principios de 1943 la organización de L'Aigle se extiende a todos los Departamentos del Macizo Central y a fines de 1943 y principios de 1944 la organización española celebra reuniones con la Resistencia francesa a escala departamental e incluso nacional. Contactos similares con la Resistencia francesa hubo también en otras regiones, como la Alta Saboya y la Dordogne.
El trabajo de estos grupos ya no se limitó a esconder y proteger a los huidos de la zona ocupada o de la represión vichysta. Participaron también en operaciones conjuntas con los resistentes franceses. Los españoles intervienen en operaciones arriesgadísimas y muchos pierden la vida en ellas.
Pero fue en el maquis donde la actuación de los españoles resultó decisiva en muchos momentos.
Desde 1941 los alemanes buscaban trabajadores voluntarios para llevarles a Alemania. Ante el desdén con que la población obrera francesa acogía sus ofertas idearon el STO (Servicio de Trabajo Obligatorio) por ley de 16 de febrero de 1943.
Las autoridades policiales alemanas y francesas se movilizaban para reclutar el número de trabajadores solicitados que eran conducidos a Alemania o a las obras de fortificación del muro del Atlántico por donde temían un desembarco aliado.
Muchos, antes de enrolarse en el trabajo forzado alemán, huían a esconderse en las montañas y los bosques. Así nació el maquis. Se albergaban en granjas, o en plena naturaleza. Pronto constituyeron grupos de cientos y miles de hombres. Los problemas de alimentación, alojamiento y vestido empezaron a agudizarse a pesar de la ayuda de las poblaciones rurales.
En el invierno de 1942-1943 la Resistencia empezó a organizarles como grupos de combate dotándoles de alimentos y armas. Las relaciones Resistencia-maquis se fueron estrechando con la finalidad de luchar contra los ocupantes.
Los maquisards venían a ser una copia de la «guerrilla» popular inventada por los españoles en 1808 para luchar contra Napoleón tras haber quedado derrotado el Ejército español. Los maquisards actuaban como combatientes militares sin uniforme, organizados con un jefe y sometidos a estricta disciplina.
Había en Francia tres grandes zonas de maquis: el reducto de los Alpes, el Macizo Central y a lo largo de los Pirineos. En las tres actuaron los españoles. Su participación fue cuantitativamente relevante y decisiva en múltiples acciones de sabotaje, atentados, evasiones, asaltos y combates. Según Antonio Vilanova «antes de la invasión aliada de Francia se registraba el hecho impresionante de que en las filas de los maquis militaron 14000 españoles». Y concluye: «los españoles tuvieron sus actividades más destacadas en el maquis».
El maquis traía en jaque a los alemanes y a sus colaboradores. Los españoles estuvieron entre los primeros componentes de esta fuerza de resistencia y combate, que el general Eisenhower consideraba equivalente en hombres a 15 Divisiones. «Gracias a su ayuda -declaró Eisenhower- la rapidez de nuestro avance a través de Francia se facilitó enormemente».
La primera operación de maquisards españoles tuvo lugar en la Alta Saboya el 1 de junio de 1942 y el primer maquis totalmente constituido por españoles fue establecido el 1 de abril de 1943.
Otra importante contribución de los exiliados españoles en la larga y compleja lucha contra la ocupación nazi fue su eficaz papel en las redes de evasión de Francia, vía Andorra, España y Portugal, con destino a Gran Bretaña. Miles de perseguidos, de todas las nacionalidades, judíos, diplomáticos, evadidos de los campos de concentración, paracaidistas anglo-norteamericanos, militares franceses que querían unirse a las fuerzas del general De Gaulle, utilizaron estas redes de evasión organizadas meticulosamente por el Intelligence Service británico. En ellas cooperaron de manera destacada exiliados españoles.
El catalán Francisco Viadiu Vendrell, «Alexis», capitaneó una de esas redes clandestinas, por lo que el Mando Aliado le concedió la Medalla de la Libertad. Francesc Viadiu Vendrell ha dejado escritas las memorias de esa arriesgada experiencia en el libro Andorra: cadena de evasión.
La actuación heroica de tantos españoles en las luchas por la liberación de Francia no ha merecido en la abundantísima bibliografía francesa atención alguna. A lo más, y de pasada, mencionan que en tal o cual operación participaban algunos españoles. Algunos trabajos recientes rectifican esa tendencia: por ejemplo el clarificador texto de Émile Temime «Les Espagnols dans la Résistance. Revenir aux réalités?» incluido en la ya citada obra Mémoire et Histoire: la Résistance que describe convincentemente las razones de ese olvido; y el trabajo «Les Espagnols dans la Résistance: incertitudes et spécificités» de Geneviève Dreyfus-Armand incluido también en dicha obra, que aporta datos igualmente esclarecedores. Han sido libros españoles, pocos, los que han tratado de llenar este vacío histórico recogiendo testimonios y documentación con los que rescatar del olvido esta importante página de la historia española y europea.
Félix Santos
Españoles en la liberación de Francia: 1939-1945
Capítulo II
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