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984. Vivencia de la República española

Algunos periódicos anunciaron ayer, con exagerada precipitación, la dimisión del general Franco. En materia de información no hay que ceder a sus deseos y fundarse previamente en la autenticidad. Anoche en un despacho, la Agencia Reuter declaraba estar autorizada para desmentir el acontecimiento. El general Franco no había dimitido, estaba de caza.

Es evidente que el régimen falangista no queda reducido a la Península ni es menos evidente que Francia no puede desinteresarse de ese problema. Ya hemos expresado con qué espíritu y con qué corazón nos pronunciamos por la República española. En estos momentos en que se plantea para España el problema de su forma de Gobierno, quisiéramos añadir algo más a nuestros argumentos.

La actual situación de España nos recuerda en muchas cosas nuestra propia situación. Pero la gran diferencia consiste en que España ha conservado un Gobierno constitucional. El Gobierno republicano de Francia abdicó ante Vichy y los alemanes en 1940. Remitió sus poderes y renunció a todos sus derechos. Al contrario, la República española no ha dejado de existir jamás en derecho. Fue desposeída por la fuerza, pero para todo espíritu democrático su existencia legal sigue en pie.

El resultado es que teóricamente España no tendrá necesidad de realizar una revolución para constituir su Gobierno. Este existe y espera la oportunidad de normalizar su actividad. Constitucionalmente bastaría que el señor Martínez Barrios, Presidente de las Cortes, actualmente en México, volviera a Madrid y constituyera el nuevo Gobierno, para que la República española fuera de hecho lo que jamás ha dejado de ser de derecho.

Si es verdad que esta guerra es la guerra de las democracias, la conclusión es fácil de establecer. Para nosotros solo debe existir un Gobierno español: el resultante de un voto popular regular, único soberano en lo que afecta a los asuntos de la Península. Si es verdad que esta guerra es la de las democracias Franco no ha existido jamás y nosotros debemos ignorarlo.

Ese es el principio que afirmamos y que defenderemos siempre. Lo natural sería que el señor Churchill, que ayer declaró su preferencia por los gobiernos regulares, adoptara este punto de vista. El día que todos los Aliados reconocieran a la faz del mundo que el Gobierno republicano español es el que realmente representa a España, ese día se disiparían las dudas, se acabaría al malestar y la liberación de España no se haría esperar.

Pero sobre este problema capital es necesario también que los republicanos españoles nos ayuden. Pueden hacerlo, dando cuerpo, lo más rápidamente posible a ese Gobierno legal que se trata de hacer reconocer por el mundo. Pueden hacerlo reuniendo las Cortes sin más dilaciones y reclamando de los Aliados el respeto y la consagración de la legalidad constitucional.

La República española no está por construir. Existe. Ha sobrevivido a la derrota, pues ha tenido la dignidad de no aceptarla jamás. Le falta, con su esfuerzo y con el de sus amigos, el ocupar la plaza que le corresponde, ofreciendo al pueblo español esa justicia y esa libertad que no ha dejado nunca de merecer.


Albert Camus, España Libre
Combat, 10 de diciembre 1944











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