“Para nosotros los gallegos el nacionalismo racista es un delito y un pecado. Nunca mediremos los diámetros de nuestro cráneo, ni se lo mediremos a nadie para ser admitido en nuestra comunidad” (Castelao)
Gabino Alonso Hernández / Vigo, 24 Julio 2014
Introducción teórica al nacionalismo
Se ha descrito que un proceso nacionalista consta siempre de tres fases evolutivas:
Fase 1: Las minorías intelectuales descubren la identidad diferencial de la nación
Fase 2: Agitación nacional en la cual las elites intentan ganar a sus conciudadanos para la causa mediante la formulación de sus reivindicaciones.
Fase 3: El movimiento nacionalista minoritario trata de convertirse en un movimiento de masas.
Partiendo de que una nación es una “Comunidad imaginada” en la cual los individuos se auto comprenden como miembros de la misma mediante la concurrencia de determinados rasgos o características “objetivas” seleccionadas: Lengua, cultura, territorio, raza, no es la nación la que genera el nacionalismo, sino el nacionalismo el que produce la nación.
Los inicios del nacionalismo en Galicia
La inicial formulación del discurso nacionalista gallego tiene lugar en los movimientos que se autodenominaban “regionalistas”. A finales del siglo IXX surgieron organizaciones como “Asociación Regionalista Gallega” (1981) de carácter liberal; “Junta de defensa de Galicia” (1893), formada por católicos y tradicionalistas y la “Liga Gallega” (1897), de origen federal. Todas ellas promovían una muy diversa articulación política de Galicia.
Los liberales estaban bajo la dirección de Manuel Murguía y la definición de Galicia como nación no era aceptada por muchos de ellos que preferían la denominación de “Región Gallega” y de “regionalismo" para su movimiento. Murguía sentó las primeras bases ya en 1865 de la concepción de Galicia como nación: “Galicia tiene territorio perfectamente delimitado, raza, lengua distinta, historia y condiciones especiales creadas gracias a esa misma diversidad… constituye, pues, una nación porque tiene todos los caracteres propios de una nacionalidad”. La experiencia de la I Republica y el cantonalismo llevaría a Murguía a desestimar la alternativa federal que implicaría un estado propio para Galicia en el seno de una federación española, tal y como proponían los republicanos federales con Aureliano Pereira a la cabeza. Murguía descartaba al mismo tiempo la republica a favor de la monarquía parlamentaria.
Por su parte, el sector católico-tradicionalista con su líder Alfredo Brañas, se postulaba de diferente manera, reclamando para Galicia la recuperación de las viejas instituciones políticas y un catolicismo fundamentalista: “No hay más patriotismo que el que nace de una fe sincera”. No reivindicaban “la autonomía” sino “las libertades gallegas” entendidas por los antiguos fueros, libertades comunales y franquicias populares, es decir, el regionalismo que valora más la Galicia tradicional como una crítica radical de la libertad. “Galicia es esencialmente agrícola: la industria fabril y el comercio no tiene vida propia; el movimiento vertiginoso de las fábricas, el humo espeso de las fundiciones, el rodar incesante de los vehículos, no constituye la fisonomía social de nuestra tierra”.
En el siglo XX
En la primera parte del siglo XX hay dos años señalados que dan lugar a la plena realidad de la concreción nacional de Galicia: 1916, en que aparecen las “Irmandades da fala” y 1918 con la celebración de la Asamblea Nacionalista de Lugo.
En 1920 Vicente Risco será el formulador de la teoría nacionalista gallega. Partía de considerar a Galicia como una entidad objetiva y natural, que existía desde siempre ajena a la voluntad de la gente. El nacionalismo no la creaba, sino que su misión era recuperar la propia identidad y despertar en el pueblo gallego la conciencia de sus particularidades. Curiosamente, Vicente Risco, terminó con un cambio de posición hacia políticas reaccionarias y manifestando su apoyo al franquismo.
En los años 1930 y 1931, aparecieron muchas agrupaciones de signo galleguista de ámbito local como consecuencia del fracaso de la VI Asamblea de las Irmandades da Fala. Valentín Paz Andrade formó en Vigo el “Grupo Autonomista Galego”. Sus ideales eran una Galicia autónoma en la que el pueblo participaría en la resolución de sus problemas sin interferencias exteriores, con autonomía reconocida en la constitución, con derecho al uso del gallego y con igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Este discurso en sus línea maestras formaría el futuro alegato del “Partido Galleguista” fundado en 1931.
Camino de la Madurez
Con la proclamación de la II República y de una nueva constitución que permitía las autonomías, se concretó para el nacionalismo la creación de sus estructuras organizativas y el ámbito de su discurso e influencia.
El Partido Galleguista inicialmente era un movimiento cultural, social y político minoritario. No fue hasta su fracaso electoral de 1934 cuando comenzó a caminar hacia una mayor organización y alcanzar atractivo político, con la resolución del conflicto interno entre conservadores y republicanos que dio lugar varias escisiones de los conservadores. Fundaron “Dereita Galleguista” en 1936 con Vicente Risco como cabeza visible; un grupo de afiliados en Pontevedra de tendencia católica liderados por Filgueira Valverde y otra escisión de afiliados de Santiago capitaneada por Morquera Perez, Fontenla y Manuel Beiras. Esto permitió la escora definitiva hacia las fuerzas republicanas del Partido Galleguista con Castelao y Boveda como máximos representantes. El Partido cambio su forma de actuación y entró a formar parte del Frente Popular, aceptando un estatuto de autonomía de mínimos.
Aparecieron los órganos de prensa como “A Nosa Terra”, “El Heraldo de Galicia“ e instituciones como “El Seminario de Estudos Galegos” o la “Misión Biológica de Galicia”, que dieron soporte y publicidad a los ideales del nacionalismo gallego y permitieron asentar sus bases ideológicas.
En las elecciones de febrero de 1936 el Frente Popular con la colaboración del Partido Galleguista logra 286.000 votos en Galicia, saliendo electos Castelao por Pontevedra y Suarez Picallo y Villar Ponte por la Coruña. Esta colaboración permitió el plebiscito y la aprobación del primer Estatuto de Autonomía para Galicia en 1936.
El golpe de estado contra la República, la inmediata Guerra Civil y el franquismo, rompieron de forma abrupta el movimiento nacionalista gallego, dando comienzo “a longa noite de pedra”.
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