Ahora es a mí a quien le toca explicar mi historia, tu
historia, nuestra historia, con mi voz.
Vaya por delante mi abrazo a todos aquellos que hoy, como
hiciéramos nosotros en su día, vivirán momentos inolvidables, para aquellos que
experimentaran ese torrente de emociones que recorrerá su cuerpo y su
historia.
Esa historia que no está en los libros, ésa que se nos ha
trasmitido de palabra, la historia de todas y cada una de nuestras familias.
Palabra a veces fluida y otras vomitada con rabia, de los labios de aquel que
no te miente. Palabras del padre, la madre, el tío o tía o de la abuela, nunca
del padre o abuelo que dejó aquí sus huesos y su esperanza.
Palabras que no buscaban arrancar el odio en nosotros, los
nietos. Palabras que pretendían solo arrancar ese motorcito que no para en
nuestra cabeza, la razón. Y solo a través de la razón, conocer algún día la
verdad. Y aquí estamos hoy para eso, porque la razón al igual que la verdad
solo tiene un camino.
Hoy ese camino que muchos y desde lejos habéis recorrido
hasta Valdenoceda, ha sido, imagino, un rodar por el recuerdo, por la
ilusión y el reencuentro.
Estos últimos días, asistimos al despliegue necesario de
medios, para poder encontrar el cuerpo de la hija asesinada, de viajeros,
pescadores o soldados accidentados y sepultados en el fondo de los mares,
de las víctimas de terremotos, de infinidad de desastres. Y así es como debe
ser, para descanso del periplo sin luto de sus familiares, porque el luto es
necesario, pero solo lo puedes llevar a cabo ante la conciencia de ese cuerpo
recuperado, lo demás es angustia, resignación, dolor… mucho dolor. Pero no
luto.
Nadie en su sano juicio puede condenar el uso de dinero
público destinado a tal menester, cueste lo que cueste, repito, nadie.
Y es que esos cuerpos encontrados, alivian, nos dan la
certeza de que lo presagiado es cierto aunque no queramos creerlo. Nos sacan de
la locura, para hacernos caer de bruces en la pena. La absoluta pena de que el
ciclo natural de la vida, se trunque y nos deje desmembrados antes de tiempo.
Esos cuerpos, además, facilitan el engranaje del repulsivo
y burocrático legal sistema de la muerte. Burocracia que permite finalmente ser
subsidiario de indemnizaciones, compensaciones y pensiones para ello
legisladas, por nimias que estas sean.
¿Y los nuestros? Nuestros muertos. ¿No merecen acaso el
mismo trato? ¿Tan indignas fueron sus vidas? o ¿Quizás es que lo indigno fue su
muerte, y por eso no convienen ...
Aquel que se atreve a asegurar que gente como tú o como
yo, solo hemos buscado a los nuestros y nuestra historia, la que se nos a
escrito con la voz del huérfano o la viuda cuando ha habido dinero por medio,
debe tener su ser relleno con odio y no con razón. Quizás la voz de algún
huérfano o viuda lo envenenó con esa semilla. Sin duda fue un huérfano o viuda
de los que también sufrieron ausencia y dolor, pero que a pesar de haber
recuperado a su muerto, a pesar de encontrarle un monumento en cada plaza de un
pueblo, a pesar de haber sido recompensado con una paga, con un estanco, con
honores, etc… Aún así siguió odiando y con su voz pudrió al niño que escuchaba.
Ese niño que hoy es político, y cobra un sueldo pagado por todos, los que
piensan como él, los que no, y también todos los que estamos aquí.
Y sí, para hacer todo este trabajo faraónico de recuperar
a los nuestros como para todo, hace falta dinero. Y sí, las subvenciones son
necesarias, tan necesarias como para otras cosas que a mi no me afectan, pero
que van para el bien de otros.
Recordarle a ese representante del pueblo, que juntando la
deuda de pensiones de orfandad, de viudedad, de discapacidad o de daños y
perjuicios o del trabajo sin remunerar que hicieron nuestros abuelos en las
prisiones a lo largo y ancho de la península, esa deuda que contrajo la
dictadura con todos nosotros; deberíamos tener suficiente y sobraría para
exhumar todos los cuerpos y construir 20 o 30 improductivos aeropuertos más.
Pero en fin, eso es lo que tiene ocultar o maquillar la historia. La rabia no se
acaba matando al perro, la rabia se acaba cuando se investiga y se encuentra la
vacuna para que no te afecte. La rabia estará ahí, pero con la vacuna, ni usted
señor representante del pueblo, ni yo… la padeceremos, y dejaremos de tener
miedo el uno del otro. ¡Haga usted el favor, señor representante del pueblo!.
En fin, como decimos en Cataluña: Joans, Peps i assès, hi han a totes les
cases. (Juanes, Pepes y Burros, hay en todas las casas).
Este 2014, sin duda ha marcado mi vida. Nada más
empezarlo, mi padre, el huérfano de quien aquí descansa, nos dejó. Hoy el
huérfano soy yo, y mi tipo de orfandad es la que todos deberíamos experimentar.
La que te deja vacío del cuerpo de tu padre, pero te deja pletórico de
enseñanzas, de vivencias, de recuerdos, de vida. Todavía hoy, cuatro meses
después de su muerte, no he tenido la necesidad de llorarlo. Una buena amiga,
psicóloga para más señas, ante mi preocupación de este hecho, me resolvió: -No
es tan extraño Antonio, tuvisteis una magnífica relación, os disteis el uno al
otro, todo lo que padre e hijo son capaces de ofrecerse mutuamente y el poder
subsanar el no saber donde estaba enterrado su padre, ayudándole a marchar con
la herida cerrada, sin duda alguna, tiene mucho que ver con cómo te sientes.
Y eso, mi bienestar tras su muerte, no tiene precio, pero
si agradecimiento:
Gracias Asociación de familiares de presos de Valdenoceda.
Gracias Pepe por arrancar todo esto y mantener la marcha puesta, seguro que lo
vas a seguir haciendo durante mucho tiempo, ese pie no se va a levantar del
acelerador tan fácilmente.
Ya hace tiempo que soy nieto, hijo, padre y como he dicho
antes este 2014 ha marcado mi vida profundamente. Ahora, también soy abuelo.
¡Abuelo! ¡Ahora soy yo, el abuelo!
Ahora es a mí a quien le toca explicar mi historia, tu
historia, nuestra historia, con mi voz. Y esa criaturita de dos semanas que hoy
me impide estar aquí para acompañar a estas familias a vivir lo que yo tuve el
privilegio de haber vivido, sabrá de ti, de tus compañeros, de tus sueños.
Mi padre en su poesía, la que descansa junto a tus huesos,
te decía que a pesar de lo que te hicieron, de lo que nos robaron, los Carrasco
seguimos aquí, en pie.
Doy fé de qué así es, y la llegada de tu tataranieta lo
confirma.
Felicidades a todos aquellos que hoy tenéis la suerte de
recoger eso que a otros les parecen solo huesos, pero que encierran la esencia
de todas y cada una de nuestras familias, y mi ánimo a todos aquellos que aún
no lo podéis hacer, el día llegará.
Antonio Carrasco
Valdenoceda 12 de Abril de 2014
Son lo héroes que no debemos olvidar.
ResponderEliminarhttp://enfoquesespeciales.blogspot.com.es/
El olvido absuelve a los verdugos.
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