Transcribimos
el texto de la entrevista realizada a Victoria Kent el día de su nombramiento
como Directora General de Prisiones de la II República Española. Publicada en
la Revista Estampa el 18 de abril de 1931, bajo el título "La primera mujer española que ocupa un cargo público" fue realizada por Josefina Carabias,
quien debutaba como periodista cuando contaba 23 años.
Victoria Kent fue la primera mujer española que tuvo
bufete en Madrid. Ingresó en el Colegio de Abogados, hace, relativamente,
pocos años, y muy pronto demostró, a los graves señores del Palacio de
Justicia, que eso del feminismo no era ninguna broma.
No hace un mes, que recayó sobre Victoria Kent
la atención de España. Fué con motivo del último Consejo de Ministros celebrado
en Madrid. En el banquillo se sentaban, entonces, los actuales gobernantes de
la República, y Victoria Kent estaba encargada de la defensa del que hoy
desempeña la cartera de Fomento.
Todo el mundo conoce la brillante defensa que del
procesado hizo la señorita Kent. Esta mujer trabajadora y valiente, no
sospechaba que, pasadas unas semanas, ocuparía uno de los más altos cargos de
la Segunda República española. Por el contrario, al leer su brillante informe,
esperaba, serena y tranquila, la cárcel o el destierro.
*
La noticia ha sido muy bien acogida en Madrid. Al
comentar los altos cargos, todo el mundo tiene una frase de elogio para el
ministro, que, tras de conocer muy bien las cárceles, por haber invernado en
sus celdas, se ha dado cuenta de que allí, una mujer inteligente, tendría
muchas cosas buenas que hacer. ¡Ya era hora de que los gobernantes se acordaran
de las mujeres, para algo más que para piropearnos! Claro, que, tampoco, las
mujeres nos hemos ocupado de dar importancia a los gobiernos anteriores.
He corrido a casa de Victoria Kent. El antedespacho
está lleno de gente; es la hora de la consulta, y el teléfono suena sin cesar.
Para mí, los antedespachos son una cosa abrumadora. No hay nada tan
violento romo encontrarse entre diez o doce personas que no se conocen, y que
están impacientes en una habitación de reducidas dimensiones. Me marcharía si
no me lo impidieran los deseos que tengo de estrechar la mano de esta
compañera, a quien tanto admiro. Llegan más clientes, que se van quedando de
pie, y que miran a los que hemos llegado antes, con ojos terribles.
Por fin, Victoria aparece en la puerta, y me llama. Entro,
imaginándome que me he ganado las antipatías de mis compañeros de espera. Casi
todos esperaban ya cuando yo llegué; sin embargo, paso, porque sólo van a ser
diez minutos. El despacho está lleno de sol y de libros, con títulos
abrumadores: "Código de Comercio", "Ley Hipotecaria",
"Código de Justicia Militar"... Estoy en presencia de un director
general nada menos, y, además, un director general, que es amiga mía.
- ¿Muy contenta, Victoria?
- Si mucho; pero, más que por mi, por lo que esto
representa para todas las mujeres españolas. ¡Hemos vivido en un atraso tan
lamentable!... Afortunadamente, ya se les ha roto el hielo. Las mujeres
hemos trabajo por la República, y esté usted segura de que la República no ha
de negarnos uno solo de los derechos que ya han conquistado las mujeres de
todos los países.
- ¿Usted ha sido siempre republicana?
- Siempre, pero aunque hubiese sido monárquica o
indiferente, habría comprendido que España no podía salvarse más que así.
- ¿Militaba en el republicanismo?
- Si. Pertenezco al Partido Republicano Radical
Socialista desde que se fundó, por estar totalmente de acuerdo.
- Cuénteme algo do lo que piensa hacer en su nuevo
cargo, que me imagino que será mucho y bueno.
- Me parece un poco prematuro, porque aún no he tomado
posesión; pero, desde luego, tengo muchos planes.
- Dígame...
- Lo primero, seguir trabajando desde mí puesto,
y cada día, con más entusiasmo, por España, por la República y por las
mujeres. La mujer, en general, delinque poco, pero sufre un castigo mil veces
más duro que el del hombre. Yo he visto algunas cárceles de mujeres, y son un
espectáculo que llena de horror. No es posible que un país civilizado soporte
esta vergüenza más tiempo. Trataré, lo primero, de arreglar las cárceles de
mujeres, no por ser mujeres, sino por ser más urgente. Mi criterio es de absoluta
igualdad.
- ¿Y de las mujeres delincuentes políticos?
- También pienso ocuparme. Sin duda, el caso no estaba
previsto, porque aquí, las mujeres no hemos intervenido en política hasta
ahora. Pero los Gobiernos han debido ya. Sin duda, recordará usted cuando
estuvieron en la cárcel sus compañeras de la F.U.E.
-Si, no se me olvida; ni a ellas tampoco seguramente,
a pesar del éxito logrado, los días que pasaron las estudiantes en la calle de
Quiñones.
- Pienso ocuparme, además del problema higiénico de
las prisiones. Ya es bastante privar de la libertad a los delincuentes, y
no hay razón para hacerlos vivir en la inmundicia. Las cárceles de
partido, son una cosa horrenda. Y, desde luego, nada de prohibir lecturas a los
presos, ni obligarles a cumplir deberes de una religión, que algunos, no
sienten. A los católicos se les procurarán todos los medios para que cumplan sus deberes religiosos, ¿no faltaría más!, pero, de ningún modo, se obligará,
como ahora, a oír misa a los que no lo sean. Libertad y justicia para todos,
¿no la parece ?
- Todo lo que usted dice, me parece muy bien.
Me despido. Victoria Kent está muy contenta, y todos
debemos estarlo. Yo sé que esta mujer hará muchas cosas de las que me ha dicho.
Su cerebro está lleno de nobles proyectos, y su corazón de deseos humanitarios.
Cada preso puede estar seguro de que, desde ahora, hay una mujer, una nueva
Concepción Arenal, que vela por él.
Pepita Carabias
A pesar del tiempo, una claridad de ideas y propósitos. Lo fatídico es que poco a cambiado la realidad, respecto a las mujeres y respecto a las cárceles. Desde El Salvador. C.A
ResponderEliminar