Me encuentro francamente mejor. Un poco débil, como advertirás en la letra, pero dispuesto a ponerme bien pronto, y además fuerte. Ha sido un principio de tifus, según el resultado del análisis de sangre que se me hizo. Hoy ya no existe ningún peligro. Tengo ganas de tener unas letras tuyas y saber de ti, de la tía Antonia y demás familia. No quiero que se te ocurra venir hasta que llegue el buen tiempo, a pesar de las ganas tan grandes que tengo de verte. Esta primavera vendrás, si no se me ocurre a mí ir antes.
Madre, me acuerdo mucho de ti. No sufras, come, cuídate y ya vendrán mejores tiempos. Ya estoy aquí en la enfermería de la prisión, un poco impaciente de llevar 37 días en cama, y eso que es la primera vez que duermo en ella después de dos años y medio de prisión (un poco más).
Bueno, vieja, se me cansa la mano y te voy a abrazar, no es muy fuertemente, porque no puedo, pero sí con las fuerzas necesarias con que cuento actualmente.
Hasta la tuya te saluda y abraza otra vez tu hijo Miguel.
Miguel Hernández, Epistolario
Alianza Editorial, 1986, pp. 126-127
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