De muchas cosas he de hablaros. Quiero decirlas a tapadas en estas
hojas que nadie leerá. He salvado apenas unas cenizas alegres, vivido una
lección. Estoy en ese punto doloroso que es como un gemido que avergüenza y que
mis maestros de moral llamaban arrepentimiento. Llevo los ojos cargados de
verdades, que no me pertenecen. No sé cómo hacerlas salir. Soy un navío atracado
a la soledad de un puerto y sufro porque quisiera encontrarme con el marinero
borracho que conoce las mejores tabernas y acompañarle muelle abajo, en
silencio, pensando en las alegres cosas que se fueron. ¿Dónde están? ¡Oh, que
vuelvan mis amigos con su risa clara y su fortaleza! Pero ¿soy yo o ellos los
que se han marchado? Rezo mucho. Soy famoso por mi fervor. Quien lo dude puede
preguntar a los que me rodean: al padre Superior, enemigo de los iluminados, o
al padre Blas Torrero, ese santo que arranca páginas de su san Juan de la Cruz
para leerlas en la iglesia, fervorosamente: "Pastores, los que fuerdes
allá por las majadas al otero..." Todos los pastores que me guardan
estarán conformes en que la prodigiosa experiencia que he vivido sirvió para multiplicar
mi renunciamiento. ¡Ay, si supieran que la más estrecha disciplina no consigue
arrancar la duda de mi corazón! ¡Si adivinaran que me horroriza la palabra
matar y, sin embargo, he aplaudido al ver un avión enemigo caer envuelto en
llamas! No, no creo en sus razones de orden, de jerarquía, de tradición, de
buen sentido. Mi doblez, sí, mi doblez, el otro color de mi corazón, me lleva a
negarlos, en cuanto oigo hablar de victoria. Yo he visto esa victoria. ¡Que
poco tiempo se necesita para establecer el mal! Jamas creí que los mortales
pudieran encontrarlo tan a mano, ahí con sólo inclinar la mejilla a derecha o
izquierda, con solo emborracharse de poder. Y lo digo tristemente en la noche
de mi remordimiento, en el túnel de lagrimas donde camino. Seré un ignorante,
pero aun me pregunto: ¿quiénes, quiénes tenían razón? Porque mis hábitos, mis
pobres hábitos negros de paño mal tostado de sol místico, se adelgazan, de
pronto, sobre mis rodillas, hasta desvanecerse en el humilde color verde
garbanzo de soldado de la República.
María Teresa León,
Juego limpio
Goyanarte, Buenos Aires, 1959
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