Disposición del
Consejo Regional de Defensa de Aragón sobre el órden público, de octubre de
1936, firmada por Joaquín Ascaso.
Con una frecuencia inusitada
llegan a nosotros los clamores de los pueblos denunciando actos cometidos por
diferentes columnas o fracciones de ellas que obligan a este Consejo a salir al
paso de lo que justificadamente podemos llamar desafueros partidistas, para
evitar, primero y como punto esencial, que el campesino aragonés, orgulloso hoy
del eficaz apoyo prestado para su liberación por sus hermanos antifascistas,
convierta en odio, por una actuación equívoca de tipo político, el cariño
fraternal que profesa a los mismos. Y, segundo, porque el Consejo de Defensa
Regional no puede aceptar, en nombre de los mandatos que la gran mayoría
aragonesa le ha conferido, el que se pisoteen los fueros aragoneses y nuestro
derecho indiscutible, al igual que otras regiones hermanas, a regirse con
arreglo a sus características y temperamento político, y en el orden económico
no olvidando en ningún instante los deberes que tiene que cumplir en la lucha
libertadora que todos los antifascistas sostenemos.
Con un grave error que
demuestra el desconocimiento del espíritu libre y de la recia personalidad que
a través de los siglos ha demostrado el pueblo aragonés, se insiste, por parte
de algunos jefes de columna, de determinada fracción política, en obrar en nuestra
región como en terreno conquistado a un enemigo exterior e interior; y
siguiendo esta equívoca conducta, se imponen por los citados jefes normas
políticas y sociales totalmente en contraposición con el sentir de nuestro
pueblo, que con el asenso de la gran mayoría de sus habitantes, se ha trazado
unas normas de vida; superadas, afirmaríamos, en concordancia con la
transformación social que la lucha antifascista está creando en España.
Se destituyen comités creados
por elección popular; se desarma a hombres que dan su vida por la revolución,
se amenaza con el fusilamiento, la cárcel y el castigo corporal; y como
corolario, se imponen nuevos comités armados a hechura del credo político del
que comete estos desmanes, dejando también sentada la afirmación de que quien
contravenga sus órdenes sentirá todo el peso que le da la fuerza armada que
está bajo su mando. El terror anula las aspiraciones dignas, nobles y hermosas
que dieron luz a la gran lucha que un pueblo entabló para encontrar la libertad
que tantas espuelas y primates habían hollado, destruyendo con ello la
continuidad de la revolución y creando la contrarrevolución al servicio de un
partido con ansias absolutistas.
El otro aspecto de la
cuestión que nos impele a publicar este edicto-decreto es tan grave y
trascendental como lo que más arriba anunciamos. De manera alocada, sin control
de ninguna clase, se levantan requisas de víveres, ganados y objetos de toda
índole, en toda la región, que al realizarse de manera tan absurda traerá
consigo la ruina total y de larga duración en la misma.
Nadie, y las propias columnas
son los mejores testimonios de esta aseveración, ha encontrado oposición alguna
en los campesinos y el pueblo en general de Aragón para que los milicianos
tengan todo lo que precisan para sostener la cruda lucha que se lleva a cabo.
Sin pedirlo ni exigirlo, ha sido entregado voluntariamente todo lo necesario
para las milicias, dentro de nuestra disponibilidad, tanto individual como
colectivamente, y ante este hecho veraz que muestra en toda su integridad el
deseo ferviente de Aragón para que el triunfo de la revolución sea eficiente y
rápido, no podemos aceptar, ni como fuero de Guerra, por tratarse de un pueblo
hermano del ejército libertador, el que las requisas de cosas y artículos sigan
efectuándose en la vanguardia y en la retaguardia; con el agravante de que
estas requisas se realizan totales sin tener para nada en cuenta las mínimas
necesidades del pueblo requisado.
Aragón tiene hoy que sembrar
y no tiene grano, abonos ni maquinaria para ello. Sin embargo, todo eso se
encuentra en otras regiones; pero para su adquisición se precisa dinero o
género intercambiable, y no teniendo ni lo uno ni lo otro, se prevé la negra
perspectiva, no sólo para el pueblo aragonés, sino para todos los españoles que
luchan por una sociedad mejor. Con la abundancia incontrolada se inicia el
despilfarro que impide apreciar las necesidades del mañana, y arruinar
sistemáticamente a los pueblos que sienten y piensan, se deja una estela de
odios y amarguras que engendran en deseo de eliminar al que tal cosa hace.
Velando, pues, como decimos,
por que los intereses que nos han encomendado estén defendidos con la
eficiencia que es debida, advertimos y esperamos conseguir de los jefes de
columna, lo siguiente:
Primero. -
Que todas las demandas de artículos de primera necesidad: ganado, enseres y
otras materias, sean pedidas directamente a este Consejo, que cumplirá
racionalmente con las posibilidades de la región, desautorizando por lo tanto
enérgicamente, los hechos esporádicos realizados por quien sea, en esta
materia, de no darse un caso de extrema urgencia que imposibilite la
tramitación natural a que el respeto a este Consejo obliga a todos; y
Segundo. -
Que las columnas antifascistas no deben ni pueden inmiscuirse en la vida
político social de un pueblo que es libre por esencia y por propia
personalidad.
Y para que los pueblos y sus
Comités sepan a qué atenerse y la línea a seguir, decretamos:
Primero. -
Sin previa autorización del departamento responsable de este Consejo, no se
entregará arma alguna de las que puedan existir en los pueblos, ni se aceptarán
destituciones de los actuales Comités, hasta tanto el Consejo no regularice y
estructure la nueva composición de los mismos.
Segundo. -
No se consentirá, por los medios que estén al alcance de los pueblos afectados,
ninguna requisa de productos, ganados ni objetos que no vaya avalada por los
departamentos responsables del Consejo, aceptando los casos de extrema
urgencia, bajo la responsabilidad, firmada y sellada, del jefe único de la
columna.
Tercero. -
Los casos que contravengan estas disposiciones serán denunciados rápidamente al
Consejo de Defensa regional, haciendo constar quién o quiénes son los
responsables.
Esperamos que todos, sin
excepción, cumplirán lo señalado, evitando con ello el caso paradójico y triste
de un pueblo libre odiando su libertad y a sus libertadores. Y el no menos
triste de un pueblo arruinado totalmente por la revolución que en todo tiempo
añoró.
Por el Consejo de Defensa
regional de Aragón
El presidente, Joaquín
Ascaso.
Fraga, octubre 1936
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