Ejecución en el Campo da Rata el 23 de octubre de 1936 / Pepe Sáez (Revista Latina de Comunicación Social, 2010) |
“Inmolados nestes campos fronte a o
mar tenebroso
por amar causas xustas”
(Isaac Díaz Pardo)
María Torres / 23 octubre 2014
En las proximidades de la Torre de
Hércules de La Coruña, faro romano hoy declarado patrimonio de la humanidad, se
encontraba en 1936 la prisión provincial, las baterías de costa de Punta
Herminia, un polvorín del ejército y el Campo de la Rata (Campo da Rata). Este
último es un descampado frente al mar en el que el 14 de abril de 2001 se
inauguró un monumento, obra de Isaac Díaz Pardo, "saldando así la
deuda contraída con hombres y mujeres que acabaron en el paredón de la
intolerancia franquista, por sostener y defender sus ideas" (1)
Las ejecuciones en el Campo da Rata
comenzaron el 25 de julio de 1936 y se realizaban a plena luz del día. Los
coruñeses eran invitados a asistir a los fusilamientos como si de una fiesta se
tratara. Es más, había palco de autoridades y a veces banda de música para
acompañar son sus acordes el sonido de las balas. Había que aplicar un
escarmiento ejemplar y sembrar más miedo del que ya existía.
El 23 de octubre de 1936, fueron
fusilados en este siniestro espacio ocho reclutas del regimiento de infantería
de la ciudad, acusados de sublevarse contra sus mandos sublevados. Los ocho habían
nacido y residían en A Coruña. Sus nombres: Antonio Barreiro Méndez ,
Manuel Ferreiro Novo, Juan González Horta, Luis López Gómez, Fernando Negreira
Sánchez, Luis Neira Suárez, Manuel Obelleiro Meijide, Manuel Seoane Díaz.
Cuatro de ellos: Antonio Barreiro Méndez, Manuel Obelleiro Meijide, Manuel
Ferreiro Novo y Luis Neira Suarez, pertenecían a las JJLL (Juventudes
Libertarias).
La ejecución fue pública. A lo largo del
trayecto desde la prisión provincial hasta el Campo da Rata, los ocho jóvenes
se abrazaban y aclamaban a la República. Daban vivas a Azaña y a la Libertad
saboteada por un golpe de estado. Sus voces se unieron al frío viento atlántico
hasta quedar silenciadas por el estruendo de las balas, los compases marciales
de la banda de música y los aplausos de muchos miserables que presenciaban el
acto.
Pepe Sáez, fotógrafo de Rivadavia, entonces convertido en soldado y centinela del polvorín, observaba desde una garita el macabro espectáculo. Disponía de una cámara fotográfica y sacó una instantánea que guardó junto con un plano del fusilamiento durante más de cincuenta años. La imagen clamaba por salir de su escondite y un día de 1988 es entrega al escritor Daniel Cortezón, quien se la hizo llegar a Isaac Díaz Pardo, autor del monumento en homenaje a los asesinados del campo da Rata y de la frase que encabeza este texto: “Inmolados nestes campos fronte a o mar tenebroso por amar causas xustas” ("Inmolados en estos campos frente al mar tenebroso por amar causas justas").
Pepe Sáez, fotógrafo de Rivadavia, entonces convertido en soldado y centinela del polvorín, observaba desde una garita el macabro espectáculo. Disponía de una cámara fotográfica y sacó una instantánea que guardó junto con un plano del fusilamiento durante más de cincuenta años. La imagen clamaba por salir de su escondite y un día de 1988 es entrega al escritor Daniel Cortezón, quien se la hizo llegar a Isaac Díaz Pardo, autor del monumento en homenaje a los asesinados del campo da Rata y de la frase que encabeza este texto: “Inmolados nestes campos fronte a o mar tenebroso por amar causas xustas” ("Inmolados en estos campos frente al mar tenebroso por amar causas justas").
Plano de la ejecución realizado por el fotógrafo Pepe Sáez (Revista Latina de Comunicación Social, 2010) |
(1) Isaac Díaz Pardo
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