Como el náufrago metódico que contase las olas
que faltan para morir,
y las contase, y las volviese a contar, para evitar
errores, hasta la última,
hasta
aquella que tiene la estatura de un niño
y
le besa y le cubre la frente,
así
he vivido yo con una vaga prudencia de
caballo
de cartón en el baño,
sabiendo
que jamás me he equivocado en nada,
sino
en las cosas que yo más quería.
Luis
Rosales "Autobiografia"
María Torres / 24 Octubre 2014
Hoy quiero traer a este espacio a Luis Rosales, poeta,
que falleció el 24 de octubre de 1992. Se que muchos al leer este
encabezamiento pensaréis que Luis Rosales era falangista. Quizás será lo
primero que os venga a la mente y no sin razón. Es cierto, era falangista, y
también era una buena persona que es en definitiva lo que nos interesa de las
personas, que sean buenas. La ideología política no está reñida con el
compromiso humano y ético ni con el sentido de la justicia.
Luis Rosales se afilió a Falange, como lo hicieron sus
hermanos Antonio y José y fue expulsado por uno de los jerarcas del partido, por haber refugiado en su casa a Federico García Lorca.
Es sabido que Rosales y Lorca mantenían una sólida
amistad. Una vez en Granada, Federico,
asustado, llamó por teléfono a su amigo pidiéndole que fuese a su casa para
tratar de algo “sumamente
urgente, para una cosa que me apena”. Ante
los temores del poeta la familia Rosales decidió acogerle en su domicilio. Luis
Rosales contó tiempo después que: “Yo siempre digo que si Federico,
o su padre, o doña Vicenta - su madre- , o yo, hubiéramos pensado por un solo
momento que Federico corría peligro de muerte, Federico hubiera sido salvado.
Salvarle era facilísimo, sin duda. Lo que ocurre es que nadie podía pensar en
eso, nadie lo pudo pensar (…) En el consejo de familia que se celebró (…) no se
pensó ni por un momento en la posibilidad de que pudiera sucederle algo a una
persona literalmente inocente, como Federico era”.
Cuando el 16 de agosto detienen a Federico en casa
de los Rosales, fue el hermano mayor de Luis quien le acompañó al Gobierno
civil para evitar que sufriera algún tipo de represión. Luis Rosales protestó
por escrito al teniente coronel Velasco de la detención del poeta. Hizo cuanto
pudo por su liberación. Hasta llegó a conseguir una orden de libertad
firmada por el gobernador militar de Granada que cuando fué presentada ante Valdés
no sirvió para nada, pués este último le mintió sobre el paradero de Federico
informándole que ya había sido trasladado a Viznar.
A los hermanos Rosales se les abrió una investigación
sobre por su "desleal" conducta y la vida de Luis llegó a correr serio
peligro, como manifestó en octubre de 1936 el presidente de la Federación
Universitaria Escolar (FUE) de Granada a varios diarios madrileños. Al final el
asunto se cerró con una cuantiosa multa y la entrega de un anillo de oro para
la suscripciòn popular del avión Granada.
El compromiso de Luis Rosales en la defensa de su
amigo Federico García Lorca fue total. Poco tiempo después de su muerte
escribió un excepcional poema: "La voz de los muertos", un poema que habían ideado juntos poco antes de lal asesinato del poeta: “Federico estaba decidido a que realizáramos entre los dos una composición a los muertos, a los muertos en los dos bandos. Él quería que fuese una cantata, o una especie de romance para poderlo cantar. Algo que no fuese una elegía. Y él se reservó la parte musical, para que yo compusiera la letra. La música no la tenía escrita, pero sí pensada, y a mí me la interpretó varias veces en el piano de mi tía. Yo no había escrito la letra. Posteriormente, a la muerte de Federico, yo hice mi poema como una elegía a los muertos (...) que nació influido por aquellas conversaciones tan repetidas que tuvimos. Mas al morir mi amigo, la poesía tomó el rumbo de la elegía”.
Al morir su amigo, el dolor le invadió y también se
derrumbó su mundo: “¿Cómo se puede creer en nada, si es posible que en
un país como éste y sólo por la ambición política personal de un individuo que
no representaba, ni representa, ni representará nada se pueda asesinar
impunemente al hombre más importante y más prometedor de España? Y cuando eso
ocurre, ocurre porque es posible, ocurre por algo, porque se presenta una
denuncia, porque esa denuncia se acepta, porque un gobernador se niega a
recibir a la gente (a don Manuel de Falla, a mí, a muchas personas, que
podíamos haberle dado una información amplia, completa y veraz sobre lo que era
Federico de verdad), porque se condena injustamente a muerte a un inocente, y
porque se le mata vilmente. ¡La vida del hombre más importante ha dependido de
la ambición política de un don nadie, de un individuo que no ha representado
literalmente nada!”
Luis Rosales, "el falangista" fue durante
muchos años el traidor que entregó a Federico a las garras de sus asesinos. El optó por el silencio y confió
que algún día la verdad se impondría sobre la infamia.
La voz de los muertos
Todo está desolado como un lecho vacío,
la soledad precisa la sucesión del agua
y el resbalar creyente de la arena en el viento.
Cuanto tuvo sonrisa pertenece a la muerte,
ya los altos pinares no ejercitan la sombra,
y nace el resplandor en brazos del olvido,
y se pierde en la espuma la memoria del tiempo.
¿Dónde está, tierra firme, tu sencilla entereza,
si los ojos del hombre, los ojos que llevaron
en su mirada amante toda la luz como un túnel oscuro,
como una tierra estéril donde la mies se agota?
Y tú, ¿qué harás ahora? Tú, la España de siempre,
la vencida del mar, la pobre y la infinita,
la que buscaba tierra para dar sepultura,
la que vuelve los ojos polvorientos al valle,
la España de la ceniza, de espacio y de misterio
que nos brinda la sed y nos muestra el camino.
¡El amor de la muerte te quitó la hermosura,
y el mandamiento alegre de la espiga dorada,
y la belleza efímera del ruiseñor, y el sueño
que despierta la alegre duración de las cosas,
y el contorno doliente de la mujer que amamos
por su presencia triste de carne sucesiva!
¡Y aún descansa en tu frente la esperanza del mundo,
aún sostienen tu luz el sabor del milagro,
la unidad de las flores en el Cuerpo de Cristo,
la vigilia del agua bendiciente y unida
que derramas en los aires claridades y aromas!
la soledad precisa la sucesión del agua
y el resbalar creyente de la arena en el viento.
Cuanto tuvo sonrisa pertenece a la muerte,
ya los altos pinares no ejercitan la sombra,
y nace el resplandor en brazos del olvido,
y se pierde en la espuma la memoria del tiempo.
¿Dónde está, tierra firme, tu sencilla entereza,
si los ojos del hombre, los ojos que llevaron
en su mirada amante toda la luz como un túnel oscuro,
como una tierra estéril donde la mies se agota?
Y tú, ¿qué harás ahora? Tú, la España de siempre,
la vencida del mar, la pobre y la infinita,
la que buscaba tierra para dar sepultura,
la que vuelve los ojos polvorientos al valle,
la España de la ceniza, de espacio y de misterio
que nos brinda la sed y nos muestra el camino.
¡El amor de la muerte te quitó la hermosura,
y el mandamiento alegre de la espiga dorada,
y la belleza efímera del ruiseñor, y el sueño
que despierta la alegre duración de las cosas,
y el contorno doliente de la mujer que amamos
por su presencia triste de carne sucesiva!
¡Y aún descansa en tu frente la esperanza del mundo,
aún sostienen tu luz el sabor del milagro,
la unidad de las flores en el Cuerpo de Cristo,
la vigilia del agua bendiciente y unida
que derramas en los aires claridades y aromas!
Y tú, ¿qué harás ahora? Ya la tierra no existe
y habrá que unir de nuevo la arena entre las manos
para soñar, de nuevo, con su contorno huidizo,
¡la carne de tus muertos no conoce la tumba!
Y tú, la España unida por el polvo, la España
virginal que ha nacido del tiempo y la promesa;
Y tú, ¿qué harás ahora? Murieron los varones
cuya sola presencia cantaba en el silencio
llena de luz entera como el cuerpo del día.
Quieta está para siempre la hermosura del mundo,
quieto, sin movimiento que muestre su esperanza,
quieta divinamente, mientras la luna deja
su doliente esplendor sobre la carne joven.
Y tú, ¿qué harás cuando los muertos vuelvan?
Sobre la arena sola, desnuda y sin rumores,
que consagró a los cuerpos su fervor silencioso,
sobre las aguas tristes que enlutaron la espuma
de sus olas en flor, por los muertos que tienen
toda la mar de España por sepultura y gloria,
y de pie, sobre el viento melodioso y antiguo,
de pie, como murieron, ya sin peso en el aire,
vendrán todos los muertos al corazón del hombre,
vendrán a recordarnos la vida que tenemos,
la muerte que ganaron en penitencia súbita.
Cansados de su cuerpo vendrán, y con la sangre
quieta, y enamorada y en soledad precisa.
Y así en la tierra dura que el trigo amarillece
vuestro silencio ha sido la primera Verdad.
y habrá que unir de nuevo la arena entre las manos
para soñar, de nuevo, con su contorno huidizo,
¡la carne de tus muertos no conoce la tumba!
Y tú, la España unida por el polvo, la España
virginal que ha nacido del tiempo y la promesa;
Y tú, ¿qué harás ahora? Murieron los varones
cuya sola presencia cantaba en el silencio
llena de luz entera como el cuerpo del día.
Quieta está para siempre la hermosura del mundo,
quieto, sin movimiento que muestre su esperanza,
quieta divinamente, mientras la luna deja
su doliente esplendor sobre la carne joven.
Y tú, ¿qué harás cuando los muertos vuelvan?
Sobre la arena sola, desnuda y sin rumores,
que consagró a los cuerpos su fervor silencioso,
sobre las aguas tristes que enlutaron la espuma
de sus olas en flor, por los muertos que tienen
toda la mar de España por sepultura y gloria,
y de pie, sobre el viento melodioso y antiguo,
de pie, como murieron, ya sin peso en el aire,
vendrán todos los muertos al corazón del hombre,
vendrán a recordarnos la vida que tenemos,
la muerte que ganaron en penitencia súbita.
Cansados de su cuerpo vendrán, y con la sangre
quieta, y enamorada y en soledad precisa.
Y así en la tierra dura que el trigo amarillece
vuestro silencio ha sido la primera Verdad.
¡Silencio enajenado que la muerte hermosea!
¡Silencio que ha de ser tierra para el arado!
¡Gloria espaciosa y triste donde descansa España
su viril hermosura tan antigua y tan nueva!
¡Tierra entera de sangre que es la voz de tus muertos
y nos da nacimiento, costumbre y agonía!
¡Tierra que sólo brinda paciencia y superficie!
¡Tierra para morir, deshabitada y loca
por cumplir tu hermosura,
Oh España, Madre España!
¡Silencio que ha de ser tierra para el arado!
¡Gloria espaciosa y triste donde descansa España
su viril hermosura tan antigua y tan nueva!
¡Tierra entera de sangre que es la voz de tus muertos
y nos da nacimiento, costumbre y agonía!
¡Tierra que sólo brinda paciencia y superficie!
¡Tierra para morir, deshabitada y loca
por cumplir tu hermosura,
Oh España, Madre España!
Luis Rosales
En los mo0mentos que estamos viviendo, con la posibilidad que se repita el ESCARNIO a los más débiles, no entiendo esta justificación gratuita de alguien que no ha dado lacara como le correspondía darla.
ResponderEliminarRespetamos tu opinión, pero desde el respeto creemos que te equivocas en tu reflexión en cuanto a Luis Rosales.
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