El 20 de noviembre de 1975, me dieron la noticia: ¡Franco ha muerto!
¡Que la tierra le sea leve!, fue mi respuesta a los numerosos medios de comunicación que me asediaron.
No destapamos botellas de champán.
A través de Radio Pirenaica, expresé mi emoción y mis preocupaciones.
Como el despertar de una angustiosa pesadilla, nuestro pueblo ha conocido la muerte de Franco. Franco ha muerto, pero la España eterna, la España de la democracia y de la libertad, la España que dio vida a un mundo, vive en su pueblo maravilloso, capaz de todas las hazañas; y España, a través de las Juntas Democráticas, de la Plataforma de Convergencia, que en torno a la alternativa democrática unen a todas las fuerzas políticas fundamentales que quieren vivir en una patria de paz y de democracia, comienza a abrir nuevos caminos, venciendo no pocas dificultades, pero segura de restablecer en nuestro país la convivencia entre los españoles que no fue posible con el franquismo.
En España comienza a amanecer, y ese amanecer de hoy, rompiendo con las tinieblas del pasado, es el amanecer de una España en la que el pueblo será el principal protagonista, en que de nuevo sean reconocidos los derechos de los hombres y de los pueblos de nuestra patria multinacional y multirregional.
Y en estos momentos de gran emoción, mi primer pensamiento se dirige a nuestros presos, a todos los presos políticos, que deben ser puestos inmediatamente en libertad; y ésta debe ser la principal preocupación de todos los que luchan y desean el restablecimiento de un régimen democrático en España.
Dolores Ibarruri
Memorias de Pasionaria (1939 - 1977)
Editorial Planeta, 1984
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