Mi padre trabajaba en una
barbería que pertenecía a un cura. Despacharon a mi padre y estuvo seis meses
parado y siempre buscando trabajo. Nosotros casi no podíamos comer, teníamos
que ir a Córdoba, a la capital de mi madre. Mis hermanos y yo estuvimos con mis
tíos y con mi abuela. Yo me iba a trabajar con mi tío de panadero y por la
tarde no trabajábamos y yo y mi hermano nos íbamos al arroyo Pedroche.
Y a los
seis meses de estar allí mi padre encontró trabajo y se fue mi madre y dos
hermanos míos a Madrid. Al más pequeño y a la que me sigue los metieron en un
colegio de frailes; allí estuve cuatro meses y me fuí a Madrid. Allí mi madre
tenía que ir a trabajar. Entraba a las diez de la mañana y salía a las nueve de
la noche; y yo tenía que hacer la comida, tenía que lavar cuando se ensuciaba.
Para bañarnos íbamos a un estanque.
A mi
padre le daban, para siete personas, dos pesetas. Esto no era mucho pero aún,
lo poco que le daban duró corto tiempo y lo despidieron. Y nos encontramos sin
nada.De la casa nos despacharon. Mi madre tenía que ir a buscar casa y mi padre
a buscar trabajo. Estuvimos buscando casa hasta que mi padre la encontró;
estaba lejos de la casa en que vivíamos, dos kilómetros, y tuvimos que llevar a
mano los muebles. Vivía en la casa una mujer muy buena que nos daba de comer
mientras mi madre estaba en el trabajo. Ganaba tres duros al mes. A los siete
meses mi padre encontró trabajo; estuvo dos meses, porque la barbería lo quitó.
Lo pasamos muy mal. Comíamos lo que había, casi nada.
A los
seis meses mi madre y yo y un hermano fuimos a Córdoba. A los ocho meses mi
padre encontró trabajo y mi madre y mi hermana y un hermano,el más
pequeño, se fueron para Madrid y yo y mi hermana nos quedamos allí; en
mayo de 1936 nos fuimos para Madrid. Allí estábamos cuando la guerra estalló.
Teníamos un cuartito en la calle de Toledo. Mi madre y mi hermana Manuela
dormían en una cama al lado de la ventana; en otra cama dormíamos mi hermano
Pedro y yo. Los fascistas bombardearon muchas veces y acabamos por
acostumbrarnos al cañoneo. El primero de noviembre cayó una bomba ante nuestra
casa y la destruyó en parte. Mi madre y mi hermana cayeron a la tierra en la
calle y no volví a verlas. Al principio me dijeron que ambas tenían heridas
leves, pero más tarde me dijeron que había muerto y Manuela También.
Nos
enviaron a un hogar de niños que poco después tuvimos que abandonar. Junto con
otros muchos niños madrileños nos llevaron a la provincia de Alicante, a
Benisa.
Yo fui
a parar a una casa en la que me hacían trabajar duramente.
Los
camaradas internacionales constituyeron este hermoso local e ingresé en él.
Estoy muy bien, comemos y tenemos toda clase de comodidades. Ahora puedo decir
que mi vida ha cambiado por completo; Tengo juguetes, biblioteca, cariño.
Salimos a paseo escolar, aprendemos.
Al
sentir este cariño por nosotros de los camaradas de las brigadas, me encuentro
feliz sintiendo en mi corazón el amor y el cariño hacia estos camaradas que
quieren hacernos hombres de mañana.
¡Vivan
las Brigadas Internacionales!
¡Salud!
Antonio
Pérez
Del
libro "Los niños españoles y las Brigadas Internacionales"
Editado
por el Comité pro-niños españoles de las Brigadas Internacionales
Marzo
1938
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