Recuerdo a Amada García en esta fecha, cuando se cumplen 77 años
de su asesinato. Aprendí de ella a través de los ojos de su hijo Gabriel, que imaginaba sus caricias, el sabor de la cálida leche que brotaba de sus senos y el amoroso abrazo que le unió a ella apenas tres meses.
La muerte les separó el 27 de enero de 1938. Amada se aferraba a
él más que a su propia vida hasta minutos antes de perderla cuando un pelotón de
fusilamiento rompió su cuerpo y su alma contra el muro del castillo de San
Felipe, entonces habilitado como cárcel. Dicen que los soldados que componían el
pelotón se resistieron a cumplir la orden y en una primera descarga dispararon
al aire antes de acabar con su vida.
También cuentan que hubo presos que se ofrecieron a morir
por ella, incapaces de soportar la desgarradora imagen de una madre abrazada a su
pequeño hijo. No hubo clemencia. Sus 27 años de vida y lucha quedaron
diseminados contra la piedra del paredón y la tierra que acogió su cuerpo.
No perdonaron a Amada. Decían que era roja y
revolucionaria, que había bordado la hoz y el martillo en una bandera que
escondía en su casa. Ellos desconocían que era una de tantas mujeres que
florecieron con la República. Comunista, buena oradora, luchadora en favor de
los derechos de las mujeres y de la libertad y la justicia. Por esto y solo por
esto decidieron matarla.
Había nacido en Mugardos, y allí vivía con su marido Gabriel
y una hija. Cuando se produjo el golpe de estado en julio de 1936, las
autoridades de Mugardos organizaron la resistencia. Amada ayudó y alentó la
defensa del pueblo contra la barbarie fascista que no tardó en invadir Galicia.
Pero mucho antes que eso ocurriera ella ya se había ganado las antipatías de los
sectores conservadores de Mugardos que recordaban su participación en la
campaña del Estatuto de Autonomía.
Cientos de páginas con falsas acusaciones componían el sumario
que la sentenció a muerte. A punta de pistola obligaron a sus vecinos a
firmarlas. A punta de pistola negaron a varios la posibilidad de retractarse
cuando lo solicitaron. Ninguno de los cargos que pesaron sobre ella en el consejo
de guerra sumarísimo celebrado en Ferrol el 1 de diciembre de 1937 por delito
de rebelión era cierto. Le fueron aplicadas todas las agravantes, incluida la de
género. (1)
De nada sirvieron los informes favorables y las peticiones
de clemencia del Alcalde y el Párroco de
Pontedeume, así como las del párroco y el coadjutor de Mugardos. Es más, por tratar de ayudarla los sacerdotes
fueron desterrados. Para el presidente
del Tribunal, el teniente coronel Romero, los únicos informes verídicos eran los de
Vázquez Fariña, alcalde de Mugardos tras la sublevación y expresidente
del comité del Partido Radical.
Amada estaba embarazada y sus verdugos decidieron esperar a que
naciera el niño para ejecutar la condena. La llevaron a la cárcel de mujeres de
Ferrol y el 31 de octubre de 1937, en una fría madrugada en la que los dolores del
parto la dejaban sin respiración, fue trasladada al hospital de caridad, donde
tuvo que parir bajo la vigilancia de un guardia armado. Así nació Gabriel, el único varón, el niño que nunca pudo abrazarla ni sentir su cálido
aliento.
88 días después la colocaron ante un pelotón de
fusilamiento. No estaba sola. Junto a ella morirían Juan José Teijeiro Leira, José María Montero Martínez, Ángel
Rodas Gelpi, Antonio Eitor Caniña, Ramón Rodríguez López, Jaime González Pérez
y Germán López García.
Ese mismo día, a la misma hora, un pequeño bote cruzaba la Ría alejándose de la
fortaleza militar. Navegaba bajo el estruendo de la descarga de los fusiles. En
él iban sus hijos y su marido, que más tarde sería encarcelado.
Gabriel se crío junto a los padres de Amada, Juan y Petronila, un
pescador y una redeira. Creció y vivío lleno de tristeza y atesorando el recuerdo de su madre,
hasta el 2 de mayo de 2014 en que murió. Desde ese día está con ella en una fosa
del cementerio de Serantes. De nuevo juntos después de 76 años.
(1) (Causa 379/37,
contra veciños de
Mugardos y Ares) Fueron procesasas 64 personas, entre ellas tres mujeres. Se
realizaron dos juicios.
Una historia tremenda.
ResponderEliminar