Litografía de Tomás Padró en La Flaca, en conmemoración de la proclamación de la I República española |
Un domingo de abril, por la tarde, se habían reunido en el invernadero, huyendo de la lluvia, unos cuantos y charlaban alrededor de la mesa.
—¿Y Maldonado? —preguntó Manuel al llegar y notar su
falta.
—Ya no viene —dijo Prats.
—¡Hombre, me alegro!
—Todos dicen lo mismo —exclamó el Madrileño—.
Maldonado es el tipo del republicano español. ¡Son admirables esos tíos!
—¿Por qué? —dijo el Bolo.
—Sí, hombre; odian a los aristócratas, porque no
pueden ser aristócratas; se las echan de demócratas, y les molesta todo lo plebeyo; se las
echan de héroes, y no han hecho ninguna heroicidad; se las echan de Catones, y el uno tiene
casa de juego; el otro taberna... ¡Rediós! Así es muy fácil ser austero... Luego todos son
absolutistas..., y toda su emancipación consiste en dejar de creer en el Papa para creer en Salmerón o en cualquier
fabricante de frases por el estilo... A nosotros nos odian porque ya discurrimos sin necesidad de
ellos.
—¡Qué mala intención tienes! —dijo el Bolo, que era
anarquista con simpatías republicanas—. Hay que verles a esos en el Congreso.
—Yo no he estado nunca en el Congreso —replicó el
Madrileño.
—Ni yo —añadió Prats.
—Yo sí —replicó el Libertario.
—¿Y qué? —le preguntaron.
—¿Vosotros habéis visto la jaula de monos del
Retiro?..., pues una cosa parecida... Uno toca la campana, el otro come caramelos, el otro grita...
—¿Y el Senado?
—¡Ah! Esos son los viejos chimpancés... muy
respetables.
—¡Qué guasón! —dijo el Bolo.
Pío Baroja
Aurora Roja, 1904
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