VIII. Los hombres que gobernarán nuestra República
La República es la paz. Vosotras, mujeres españolas, que cada veinte años tenéis que derramar lágrimas por culpa de
una guerra sin objeto en la que se abusa del nombre de la patria y que
patriotas verdaderos podrían evitar fácilmente, debéis ver en la República
vuestra futura tranquilidad.
La República española no inventará guerras exteriores
que nos arruinen y arrebaten las vidas de miles de españoles, vuestros hijos,
vuestros esposos, vuestros hermanos. ¿Quién puede atacarla?... Al Norte está
Francia, una República; al Oeste está Portugal, otra República. Y las tres
Repúblicas fraternales se entenderán siempre en todos los asuntos que les sean comunes, y si llegan
momentos de peligro se prestarán ayuda con la instintiva solidaridad de los que
pertenecen a una misma familia.
Los hombres de la República española no verán un
ejemplo de simiesca imitación en los grandes carniceros humanos cual Guillermo II, ni buscarán
guerras como un deporte, para admirarse a si mismos. Serán
ciudadanos, verdaderamente amantes de su patria, convencidos de que los países únicamente son
grandes en relación con su grado de libertad, de prosperidad y de instrucción,
dedicando todas
sus energías a las obras de la paz.
«¿Y quiénes son esos hombres?», preguntarán muchos españoles al leer esto,
pues la educación materialista y de limitados horizontes que nos han dado, durante tantos años, la monarquía y el fanatismo religioso nos impulsa a buscar
la persona con preferencia a la idea.
Esos hombres los creará la República, los hará surgir
el movimiento profundo que trae consigo un cambio de régimen. No temáis que
falten. En todos los países y todas las épocas aparecieron puntualmente, en el momento preciso.
Recordad las floraciones brillantes y espontáneas que
produjo la revolución española de 1868. La mayor parte de sus personalidades
eran completamente desconocidas poco tiempo antes.
Los hombres que gobernarán la República española trabajan en este momento
como médicos, ingenieros o abogados, escriben en una redacción de periódico o
en un despacho comercial, explican sus lecciones en Universidades e Institutos, son obreros de carácter grave y meditativo que estudian en sus horas de
reposo, vigilan el funcionamiento de una máquina o navegan
frente a nuestras costas. Actualmente lamentan los males de la patria y ven en la República su
único remedio, pero la desorganización que la monarquía ha creado
interesadamente en nuestro país los mantiene esparcidos, como el polvo sideral.
Han vivido hasta ahora lo mismo que los componentes de una nebulosa, pero van a
concretarse haciendo surgir un mundo nuevo.
La República no debe ser únicamente para los
republicanos; la queremos para todos los españoles. Claro está que para los españoles
de buena fe que no sean sus enemigos y finjan servirla para traicionarla con más seguridad, y favorecer
de este modo la vuelta a los antiguos tiempos.
Los republicanos que ya vamos siendo viejos queremos
el triunfo de la República para que España se salve, importándonos poco lo que podamos ser dentro de ella. Nos basta con la satisfacción
de haber cambiado beneficiosamente el curso de la historia de España. Veremos
con orgullo cómo un tropel de atletas jóvenes y desconocidos se
lanza por el camino que nosotros trazamos.
Sé por experiencia que las más de las veces el que
derriba una puerta no es el primero que entra por ella. Igual a todos los
precursores que lucharon para echar abajo los duros restos del pasado, soy
objeto de una campaña de injurias y calumnias pagada por la monarquía.
Desprecio sus ataques, pero hay uno de ellos que necesito rebatir.
Como los sostenedores de lo existente no pueden
explicarse en ningún hombre acciones generosas y desinteresadas, por hallarse estas
muy por encima del plano de su mentalidad, han supuesto que hago la guerra a
Alfonso XIII y deseo el establecimiento de la República como un medio de satisfacer ambiciones personales, de ocupar los más altos cargos en
el régimen republicano. Los que me conocen de cerca o los que tienen una
noción aproximada de lo que es un escritor, acostumbrado a vivir absolutamente libre con arreglo a sus gustos, no pueden hacer gran caso de tales
suposiciones.
Deseo una República española porque soy más español
que Alfonso XIII y los que le rodean, porque he sido siempre republicano, y en
los últimos años, mis viajes han servido para aumentar todavía más mi
republicanismo. Estoy dispuesto a hacer cuanto pueda para que España viva sin
reyes; pero una vez triunfe la República, mi conveniencia personal, mis
aficiones, me harán desear que surjan nuevos hombres para que unidos a los antiguos gobiernen la joven
República y me
dejen a un lado, saboreando silenciosamente el placer moral de haber hecho una
gran cosa en bien de mi patria.
Representaría una mala acción que yo abandonase a la
República desde el primer momento de su triunfo, precisamente en el período constituyente, que es el más difícil y requiere la
cooperación de todos los republicanos. La ayudaré mientras me lo pida y
en el sitio donde quiera colocarme.
Y cuando la República ya no me considere necesario, mi gusto será volverme
a mi jardín de Mentón, a escribir novelas, como uno de aquellos republicanos de la antigua Roma que después de servir a la República
volvían a trabajar su campo.
Vicente Blasco Ibañez
Lo que será la República española - Capítulo VIII
París 1925
I.-El espantajo rojo y la mentirosa propaganda de los monárquicos
II.-Al Ejército
III.-A los contribuyentes
IV.-A los trabajadores
V.-Los tributos y el progreso del país
VI.- La República y el separatismo
VII.-La Iglesia
VIII.-Los hombres que gobernarán nuestra República
IX.-Lo que podemos hacer nosotros y lo que harán las generaciones venideras
X.-La República tiene un ideal
XI.-Y creyendo en ste ideal quiero vivir y morir
I.-El espantajo rojo y la mentirosa propaganda de los monárquicos
II.-Al Ejército
III.-A los contribuyentes
IV.-A los trabajadores
V.-Los tributos y el progreso del país
VI.- La República y el separatismo
VII.-La Iglesia
VIII.-Los hombres que gobernarán nuestra República
IX.-Lo que podemos hacer nosotros y lo que harán las generaciones venideras
X.-La República tiene un ideal
XI.-Y creyendo en ste ideal quiero vivir y morir
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