(Pues la sangre de un hombre, ¿no es igual a otra sangre?)
Si nuestra alma se abriera (¿No es igual a otras almas?)
Si fuéramos humildes. (El peso de las cosas,
¿no iguala la estatura?)
Si el amor nos hiciera poner hombro con hombro,
Si el amor nos hiciera poner hombro con hombro,
fatiga con fatiga
y lágrima con lágrima.
Si nos hiciéramos unos.
Si nos hiciéramos unos.
Unos con otros.
Unos junto a otros.
Por encima del fuego y de la nieve;
aún más allá del oro y de la espada.
Si hiciéramos un bloque sin fisura
Si hiciéramos un bloque sin fisura
con los dos mil millones
de rojos corazones que nos laten.
Si hincáramos los pies en nuestra tierra
Si hincáramos los pies en nuestra tierra
y abriéramos los ojos serenando la frente,
y empujáramos recio con el puño y la espada,
y empujáramos recio, solamente hacia arriba,
qué hermosa arquitectura se alzaría del lodo.
Ángela Figuera Aymerich "Los días duros", 1953
(Bilbao, 30 de octubre de 1902 - Madrid, 2 de abril de 1984)
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