Como venimos haciendo años anteriores en este Día da Patria Galega, queremos dedicar este espacio a la historia de esta hermosa y sufrida Tierra, y a todos los que hicieron posible su identidad.
Este año contamos con la valiosa colaboracion de Antonio Giráldez Lomba, historiador, secretario del Instituto de Estudios Vigueses y autor de numerosos libros sobre la historia de la ciudad de Vigo.
Este año contamos con la valiosa colaboracion de Antonio Giráldez Lomba, historiador, secretario del Instituto de Estudios Vigueses y autor de numerosos libros sobre la historia de la ciudad de Vigo.
*
Algunos nombres y lugares en la memoria de la represión en Vigo, por Antonio Giráldez Lomba
He de reconocer que nunca me gustaron mucho los monumentos al soldado desconocido que hay en bastantes países. Yo pienso que lo primero que podemos hacer con los soldados que lucharon con su vida por defender las leyes y la dignidad de un pueblo es dar a conocer sus nombres, contar la historia de su batalla y explicar el porqué de su lucha.
He de reconocer que nunca me gustaron mucho los monumentos al soldado desconocido que hay en bastantes países. Yo pienso que lo primero que podemos hacer con los soldados que lucharon con su vida por defender las leyes y la dignidad de un pueblo es dar a conocer sus nombres, contar la historia de su batalla y explicar el porqué de su lucha.
La
dictadura de Franco, recordando siempre su victoria en la guerra civil, contó
durante cuarenta años la historia de una guerra que justificaba la existencia
de aquella dictadura. Ya antes de acabar la guerra, en el año 36, y de acuerdo
con las autoridades eclesiásticas, la España de Franco establecía que en las
fachadas de las iglesias de todas las parroquias se inscribieran los nombres de
los soldados caídos en defensa de la Cruzada y víctimas de la revolución
marxista, unos nombres que aún hoy lucen sobre la piedra de muchas de nuestras
iglesias. Acabada la guerra civil, en la paz incivil de Franco, los vencedores
siguieron ajustando cuentas con los vencidos recordándoles durante décadas
quiénes eran los patriotas y dónde estaban los traidores. Calles, plazas,
escuelas, hospitales de pueblos y ciudades llevaron durante mucho tiempo el
nombre de los militares golpistas y de dirigentes fascistas de primera, segunda
o tercera fila. Aquellos nombres y aquellas inscripciones eran parte de una
historia que se nos contó durante 40 años mientras vivió el dictador, un
dictador que impuso con la mano de hierro de su régimen el silencio sobre lo
que había pasado y lo que habían pasado los que habían optado por defender a la
República.
Muerto
ya el tirano que había impuesto el silencio sobre la memoria de los vencidos en
la guerra y en la posguerra, es hora ya de que muera aquel silencio. Sabemos
que se pasó del franquismo a la democracia haciendo una suerte de pacto por el
olvido y muchos franquistas se convirtieron en demócratas a cambio de guardar
silencio sobre sus responsabilidades en la dictadura. Sabemos también que aún
hoy algunos dicen que hay que dejar en paz a los muertos. No debemos confundir
la paz con el silencio, con estar callado. La verdadera paz, la paz de
espíritu, tiene que ver con la justicia y se hace justicia cuando se dice y se
sabe la verdad. ¿Pueden acaso estar en paz aquellos muertos sobre los que se
echó tierra y olvido? ¿Pueden quedar en paz los familiares que no tienen un
camposanto en el que ir a poner unas flores o un lugar en el que verter unas
lágrimas cuando tienen a su familiar enterrado en alguna fosa desconocida? El
olvido es la segunda muerte para aquellos que murieron por defender a la
República o por no mostrar demasiado entusiasmo polo nuevo régimen franquista.
¡No los volvamos a matar! ¡Que vivan en nuestra memoria!
He ahí
la tarea de los historiadores, la de las asociaciones por la memoria y la de este blog, de
personas cuya lucha coincide con la de
todos aquellos que luchan por recuperar la memoria de los que murieron y de los
que aunque no murieron sintieron ellos y sus familias en sus carnes y en su
conciencia la humillación y el miedo de saber que pertenecían a los derrotados.
Historiadores, asociaciones y blogs como este llevamos adelante
la misma tarea aunque con distintos medios y por diferentes caminos. Como
historiador, colaboro en la reconstrucción del pasado, recordando lo que pasó y
lo que pasaron ellos y ellas. Tenemos que saber y hacer saber de aquellas
noches de “saca”, de quiénes eran elegidos para morir, de la desconfianza, del
no fiarse de nadie, de las humillaciones, del miedo. Tenemos que saber y hacer
saber de los “lugares de la memoria”, lugares de represión y muerte como el que
hoy es “Museo de Arte Contemporáneo” (“MARCO”) de Vigo o el cementerio de Pereiró,
en esta misma ciudad.
El 22 de agosto de 1936 tuvo
lugar en el Palacio de Justicia de Vigo, el que hoy es el “MARCO” (el “Museo de Arte Contemporáneo”
de Vigo), el proceso más importante de los que se siguieron en nuestra ciudad
contra dirigentes del “Frente Popular”. Cinco días después de aquella farsa
judicial, el 27 de agosto de 1936, diez hombres iban a pagar con su vida la
lealtad a la República. En la noche oscura del 27 de agosto de 1936, oscura
como los años oscuros de la represión, oscura como la larga noche de piedra de
la que hablaba el poeta Celso Emilio Ferreiro, un pelotón del ejército al mando
del capitán Carreró, acompañado por el teniente de la Guardia Civil Francisco
Rodríguez, apodado “El Rabioso”, fusilaba contra las tapias del cementerio de
Pereiró a los hermanos Bilbatúa (Antonino, diputado socialista, y Demetrio,
fotógrafo y militante socialista), a José Antela Conde (alcalde de Lavadores),
a Enrique Heraclio Botana (“imprentero”, ex diputado de las Cortes y concejal
socialista), a Emilio Martínez Garrido (alcalde de Vigo), a Waldo Gil
Santostegui (médico y concejal socialista), a Ramón González Brunet (concejal
socialista), a Apolinar Torres López (dirigente socialista que había presidido
la Agrupación Socialista de Vigo), a Ignacio Seoane Fernández (diputado
socialista) y a Manuel Rey (alias “Villagarcía”, panadero y sin relación alguna
con los anteriores). Tenemos que saber de todos los nombres de los que
sufrieron la represión en aquellos años oscuros. Tenemos que saber y hacer
saber de nombres y lugares que llenen nuestra memoria de conocimiento histórico
verdadero para transmitírselo a las nuevas generaciones, unas generaciones a
las que le queremos transmitir una educación democrática y verdaderamente
conocedora de su pasado. Por justicia, por salud mental, por dignidad y por
rigor histórico, todos merecemos saber la verdad y las nuevas generaciones de
hoy y las de mañana tienen derecho a que la memoria histórica que reciban se
componga de la memoria de todos y de todas y no sólo de la memoria de una parte.
Sabemos que tenemos urgencia en llevar adelante esta tarea porque ahora aún hay
gente que puede dar fe de su historia contándola en primera persona. Ellos
tienen derecho a contar su historia, a reivindicar su memoria y la de sus
familiares y los historiadores, las asociaciones y los blogs como éste,
colectivos y particulares que luchamos por recuperar la memoria tenemos el
deber de darles voz y de escucharlos.
Gracias a todos los que dedicais
vuestro tiempo y vuestra energía a este noble y justo empeño y gracias a todos
los que “arrimais el hombro” facilitando la tarea de los investigadores,
divulgando los resultados de estas investigaciones y, en una palabra,
comprometiéndose en hacer memoria y compartirla.
Algúns nomes e lugares da memoria da represión en Vigo, por Antonio Giráldez Lomba
Hei de recoñecer que nunca me gostaron moito os monumentos “ó soldado descoñecido” que hai en bastantes países. Eu coido que o primeiro que podemos facer cos soldados que loitaron coa súa vida por defender as leis e a dignidade dun pobo é dar a coñecer os seus nomes, contar a historia da súa batalla e explicar o porqué da súa loita.
A ditadura de Franco, lembrando sempre a súa vitoria na guerra civil, contou durante corenta anos a historia dunha guerra que xustificaba a existencia daquela ditadura. Xa antes de rematar a guerra, no ano 36, e dacordo coas autoridades eclesiásticas, a España de Franco establecía que nos muros das eirexas de tódalas parroquias se inscribiran os nomes dos soldados caídos en defensa da Cruzada e vítimas da revolución marxista, uns nomes que aínda hoxe lucen sobre a pedra de moitas das nosas eirexas. Acabada a guerra civil, na paz incivil de Franco, os vencedores seguiron axustando contas cos vencidos lembrándolles durante décadas quénes eran os patriotas e ónde estaban os traidores. Rúas, prazas, escolas, hospitais de pobos e cidades levaron durante moito tempo o nome dos militares golpistas e de dirixentes fascistas de primeira, segunda ou terceira fila. Aqueles nomes e aquelas inscripcións eran parte dunha historia que se nos contou durante 40 anos namentras durou o ditador, un ditador que impuxo coa man de ferro do seu réxime o silencio sobre o que lle pasara e o que pasaran os que optaran por defender á República.
Morto xa o tirano que impuxera o silencio sobre a memoria dos vencidos na guerra e na posguerra, é hora xa de que morra aquel silencio. Sabemos que se pasou do franquismo á democracia facendo unha sorte de pacto polo olvido e moitos franquistas convertéronse en demócratas a cambio de gardar silencio sobre as súas responsabilidades na ditadura. Sabemos tamén que aínda hoxendía algúns din que hai que deixar en paz ós mortos. Non debemos confudir a paz co silencio, con estar calado. A verdadeira paz, a paz de espírito, ten que ver coa xustiza e se fai xustiza cando se di e se sabe a verdade. ¿Poden acaso estar en paz aqueles mortos sobre os que se botou lama, terra e olvido? ¿Poden quedar en paz os familiares que non teñen un camposanto no que ir a por unhas frores ou un lugar no que verquer unhas bágoas polo seu familiar soterrado nalgunha foxa descoñecida? O olvido é a segunda morte para aqueles que morreron por defender á República ou por non amosar demasiado entusiasmo polo novo réxime franquista. ¡Non os volvamos a matar! ¡Que vivan na nosa memoria!
Velaí a tarefa dos historiadores, das asociación da memoria ou deste blog, que loitan por recuperar a memoria dos que morreron e dos que aínda que non morreron sentiron eles e as súas familias nas súas carnes e na súa conciencia a humillación e o medo de saber que pertencían ós derrotados. Historiadores, asociación e blogs coma este levamos adiante a mesma tarefa aínda que con distintos medios e por diferentes camiños. Todos nos temos a vontade de construir o recordo de que pasou e do que pasaron eles e elas. Temos que saber e facer saber daquelas noites de saca, de quénes eran elexidos para morrer, da desconfianza, do non fiarse de ninguén, das humillacións, do medo… Temos que saber e facer saber que o que hoxe queremos que sexa un lugar de memoria foi un lugar de represión e de morte.
O 22 de agosto de 1936 tivo lugar no Pazo de Xustiza de Vigo, o que hoxendía é o MARCO (o Museo de Arte Contemporáneo), o proceso máis importante dos que se seguiron na nosa cidade contra dirixentes da Fronte Popular. Cinco días despois daquela farsa xudicial, o 27 de agosto de 1936, dez homes ían pagar coa súa vida a lealdade á República. Na noite escura do 27 de agosto de 1936, escura coma os anos escuros da represión, escura como a longa noite de pedra da que falaba o poeta, un pelotón do exército ó mando do capitán Carreró, acompañado polo tenente da Garda Civil Francisco Rodríguez, “O Rabioso”, fusilaba contra ás tapias deste cemiterio ós irmáns Bilbatúa (Antonino, deputado socialista, e Demetrio, fotógrafo e militante socialista), a José Antela Conde (alcalde de Lavadores), a Enrique Heraclio Botana (imprenteiro, exdeputado a Cortes e concelleiro socialista), a Emilio Martínez Garrido (alcalde de Vigo), a Waldo Gil Santostegui (médico e concelleiro socialista), a Ramón González Brunet (concelleiro socialista), a Apolinar Torres López (dirixente socialista que presidira a Agrupación Socialista de Vigo), a Ignacio Seoane Fernández (deputado socialista) e a Manuel Rey (alias “Villagarcía”, panadeiro e sen relación algunha cos anteriores). Temos que saber de tódolos nomes dos que sofriron a represión naqueles anos escuros. Temos que saber e facer saber de nomes e lugares que enchan a nosa memoria de coñecemento histórico verdadeiro para llo transmitir ás novas xeneracións, unhas xeneracións ás que lle queremos transmitir unha educación democrática e verdadeiramente coñecedora do seu pasado. Por xustiza, por saúde mental, por dignidade e por rigor histórico, todos merecemos saber a verdade e as novas xeneracións de hoxe e as de mañán teñen dereito a que a memoria histórica que reciban se compoña da memoria de todos e de todas e non só da memoria dunha parte. Sabedes que temos urxencia en levar adiante esta tarefa porque agora aínda hai xente que pode dar fe da súa historia contándoa en primeira persoa. Eles teñen dereito a contar a súa historia, a reivindicar a súa memoria e a dos seus familiares e os historiadores e as asociacións que loitan por recuperar a memoria temos a obriga de darlles voz e de escoitalos.
Grazas, de verdade, a todos os que loitades contra o esquecemento e traballades pola recuperación da memoria daqueles anos escuros polo voso esforzó, esforzo que facemos e facedes para que as novas xeneracións non ignoren o seu pasado.
Algúns nomes e lugares da memoria da represión en Vigo, por Antonio Giráldez Lomba
Hei de recoñecer que nunca me gostaron moito os monumentos “ó soldado descoñecido” que hai en bastantes países. Eu coido que o primeiro que podemos facer cos soldados que loitaron coa súa vida por defender as leis e a dignidade dun pobo é dar a coñecer os seus nomes, contar a historia da súa batalla e explicar o porqué da súa loita.
A ditadura de Franco, lembrando sempre a súa vitoria na guerra civil, contou durante corenta anos a historia dunha guerra que xustificaba a existencia daquela ditadura. Xa antes de rematar a guerra, no ano 36, e dacordo coas autoridades eclesiásticas, a España de Franco establecía que nos muros das eirexas de tódalas parroquias se inscribiran os nomes dos soldados caídos en defensa da Cruzada e vítimas da revolución marxista, uns nomes que aínda hoxe lucen sobre a pedra de moitas das nosas eirexas. Acabada a guerra civil, na paz incivil de Franco, os vencedores seguiron axustando contas cos vencidos lembrándolles durante décadas quénes eran os patriotas e ónde estaban os traidores. Rúas, prazas, escolas, hospitais de pobos e cidades levaron durante moito tempo o nome dos militares golpistas e de dirixentes fascistas de primeira, segunda ou terceira fila. Aqueles nomes e aquelas inscripcións eran parte dunha historia que se nos contou durante 40 anos namentras durou o ditador, un ditador que impuxo coa man de ferro do seu réxime o silencio sobre o que lle pasara e o que pasaran os que optaran por defender á República.
Morto xa o tirano que impuxera o silencio sobre a memoria dos vencidos na guerra e na posguerra, é hora xa de que morra aquel silencio. Sabemos que se pasou do franquismo á democracia facendo unha sorte de pacto polo olvido e moitos franquistas convertéronse en demócratas a cambio de gardar silencio sobre as súas responsabilidades na ditadura. Sabemos tamén que aínda hoxendía algúns din que hai que deixar en paz ós mortos. Non debemos confudir a paz co silencio, con estar calado. A verdadeira paz, a paz de espírito, ten que ver coa xustiza e se fai xustiza cando se di e se sabe a verdade. ¿Poden acaso estar en paz aqueles mortos sobre os que se botou lama, terra e olvido? ¿Poden quedar en paz os familiares que non teñen un camposanto no que ir a por unhas frores ou un lugar no que verquer unhas bágoas polo seu familiar soterrado nalgunha foxa descoñecida? O olvido é a segunda morte para aqueles que morreron por defender á República ou por non amosar demasiado entusiasmo polo novo réxime franquista. ¡Non os volvamos a matar! ¡Que vivan na nosa memoria!
Velaí a tarefa dos historiadores, das asociación da memoria ou deste blog, que loitan por recuperar a memoria dos que morreron e dos que aínda que non morreron sentiron eles e as súas familias nas súas carnes e na súa conciencia a humillación e o medo de saber que pertencían ós derrotados. Historiadores, asociación e blogs coma este levamos adiante a mesma tarefa aínda que con distintos medios e por diferentes camiños. Todos nos temos a vontade de construir o recordo de que pasou e do que pasaron eles e elas. Temos que saber e facer saber daquelas noites de saca, de quénes eran elexidos para morrer, da desconfianza, do non fiarse de ninguén, das humillacións, do medo… Temos que saber e facer saber que o que hoxe queremos que sexa un lugar de memoria foi un lugar de represión e de morte.
O 22 de agosto de 1936 tivo lugar no Pazo de Xustiza de Vigo, o que hoxendía é o MARCO (o Museo de Arte Contemporáneo), o proceso máis importante dos que se seguiron na nosa cidade contra dirixentes da Fronte Popular. Cinco días despois daquela farsa xudicial, o 27 de agosto de 1936, dez homes ían pagar coa súa vida a lealdade á República. Na noite escura do 27 de agosto de 1936, escura coma os anos escuros da represión, escura como a longa noite de pedra da que falaba o poeta, un pelotón do exército ó mando do capitán Carreró, acompañado polo tenente da Garda Civil Francisco Rodríguez, “O Rabioso”, fusilaba contra ás tapias deste cemiterio ós irmáns Bilbatúa (Antonino, deputado socialista, e Demetrio, fotógrafo e militante socialista), a José Antela Conde (alcalde de Lavadores), a Enrique Heraclio Botana (imprenteiro, exdeputado a Cortes e concelleiro socialista), a Emilio Martínez Garrido (alcalde de Vigo), a Waldo Gil Santostegui (médico e concelleiro socialista), a Ramón González Brunet (concelleiro socialista), a Apolinar Torres López (dirixente socialista que presidira a Agrupación Socialista de Vigo), a Ignacio Seoane Fernández (deputado socialista) e a Manuel Rey (alias “Villagarcía”, panadeiro e sen relación algunha cos anteriores). Temos que saber de tódolos nomes dos que sofriron a represión naqueles anos escuros. Temos que saber e facer saber de nomes e lugares que enchan a nosa memoria de coñecemento histórico verdadeiro para llo transmitir ás novas xeneracións, unhas xeneracións ás que lle queremos transmitir unha educación democrática e verdadeiramente coñecedora do seu pasado. Por xustiza, por saúde mental, por dignidade e por rigor histórico, todos merecemos saber a verdade e as novas xeneracións de hoxe e as de mañán teñen dereito a que a memoria histórica que reciban se compoña da memoria de todos e de todas e non só da memoria dunha parte. Sabedes que temos urxencia en levar adiante esta tarefa porque agora aínda hai xente que pode dar fe da súa historia contándoa en primeira persoa. Eles teñen dereito a contar a súa historia, a reivindicar a súa memoria e a dos seus familiares e os historiadores e as asociacións que loitan por recuperar a memoria temos a obriga de darlles voz e de escoitalos.
Grazas, de verdade, a todos os que loitades contra o esquecemento e traballades pola recuperación da memoria daqueles anos escuros polo voso esforzó, esforzo que facemos e facedes para que as novas xeneracións non ignoren o seu pasado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario