Victor Jara Martínez
(Lonquén, Chile, 28 de septiembre de 1932 - Santiago de Chile, 16 de septiembre de 1973)
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Querido Víctor:
Me despierto con ganas tremendas de
escribirte para contarte lo que me sucedió anoche 24 de diciembre. Serían como
las 12:10 cuando sonó el teléfono, nosotros dormíamos profundo, lo de siempre
cuando te despiertas antes de haber terminado su noche, ¿quién será? ¿Porqué
tan tarde? etc. La llamada era de Chile, para decirme que formaba parte de los perdonados,
que era parte del paquete de regalo de pascua que la dictadura ofrecía este
año.
La voz querida de mi hermana sonaba
radiante, ¿te acuerdas Víctor de su voz? ¡Se te acabó el exilio hermano, se te
acabó el exilio! Por un segundo compartí de corazón su alegría, la alegría de
tantos otros que pelean todos los días a brazo partido por el fin del exilio y
que en mi caso consiguieron mi perdón. Perdón, ¿pero de qué, Dios mío me
pregunto?
¿Me están perdonando tus 40 balas por la
espalda?
¿Mi padre a quien no volveré a ver?
Ellos me están perdonando nuestros 30
mil muertos y ¿el río Mapocho ensangrentado?
¿Me perdonarán acaso los cadáveres que
traía el Renaico en Mulchén? ¿Los fusilados de Calama (al quinteo, es decir
1-2-3-4-5-tú), el director de la Sinfónica Infantil de La Serena? ¿El padre
Jarlan símbolo de los pobladores torturados violados relegados expulsados
encarcelados desaparecidos? ¿Carmen Gloria, Rodrigo? Parece que debo hacer una
reverencia y agradecer el perdón. Aquí no ha pasado nada y tan amigos como
antes.
¿Qué te parece Víctor? A veces pienso
que es mucha la generosidad, y que soy un mal agradecido.
Me perdonan Marta Ugarte, Tucapel, el
Chino Díaz, Weibell, los degollados, Pepe Carrasco, Corpu Cristi y yo no se
agradecer.
¿Me siguen perdonando los cinco jóvenes
desaparecidos en septiembre del '87, mi pueblo hambriento, la cesantía, la prostitución infantil y este nudo en la garganta permanente desde hace 14 años
también me lo perdonan? Me pregunto si en este gesto están incluidos mis amigos
muertos en el exilio, Lira Massi, Ramírez Necochea, Guillermo Atias,Vega
Queratt.
Estas en la lista. ¿Cuál lista?, la de
los que pueden reír, pensar, circular, amar, morir, vivir.
En fin Víctor amigo, mucho tiempo que
quería escribirte pero ya me conoces soy un poco flojo. Te contaré que estoy
componiendo mucho, entre merengues, tonadas, cumbias y cuecas, oratorios y
pasiones, el tiempo pasa y se queda inscrito en el alma.
Quiero hablarte un poco de mi mujer a
quien no conociste, pero conocerás algún día o no, mejor lo verás en ella
cuando llegue el momento. Ella me ha dado algo que yo no sé como se llama, pero
que se traduce en una cierta seguridad equilibrio y alegría de vivir, la misma
que tú tenías junto a tu mujer. Me acuerdo perfectamente de tu claridad y
seguridad en tus pasos, aventuras y destinos. Y eso se reflejaba en tu trabajo,
el teatro, la peña, el partido, los sindicatos y los amigos. Siempre tenías
tiempo para todo (yo me cansaba de mirarte). Me acuerdo que la Viola me decía,
aprende, aprende. Espero haber aprendido algo.
Por ejemplo :
La humildad, el heroísmo no se venden ni
se compran que la amistad es el amor en desarrollo que los hombres son libres
solamente cuando cantan, flojean o trabajan chutean el domingo la pelota o se
toman sus vinitos en las tardes le cambien los pañales a su guaguas distinguen
las ortigas del cilantro cuando rezan en silencio porque creen y son fieles a
su pueblo eternamente como tú y como miles de anónimos maestros somnolientos de
domésticas, mineros, profesores, bailarinas, guitarreras de la Patria. También
quiero decirte al despedirme que París está bello en este invierno que no
acepto los perdones ofrecidos que mi patria la contengo en una lágrima que
vendré a visitarte en primavera que saludes a mis padres cuando puedas que
tengo la memoria de la historia y que todo crimen que se haya cometido deberá ser
juzgado sin demora que la dignidad es esencial al ser humano que el año que
comienza será ancho de emociones esperanzas y trabajos sobre todo para Uds.
Víctor Jara que siembran trigo y paz en nuestros campos.
Ángel Parra
París, diciembre 1987
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