París, 28 de
octubre 1936
Querido Juan. Perdóname el silencio, después de recibir tu carta
del sur de Francia. ¡Nos tienes tan absorbidos en España que toda el alma no
nos basta! Tu carta telegráfica no nos cuenta tus proyectos, tu estado de
espíritu, tus puntos de vista, en fin, sobre el drama en que nos debatimos tú,
yo y todo el mundo. Aquí trabajamos mucho y no todo lo que quisiéramos a causa
de nuestra condición de extranjeros. Y nada de esto nos satisface y querríamos
volar al mismo frente de batalla, Nunca medí tanto mi pequeñez humana, como
ahora. Nunca me di más cuenta de lo poco que puede un hombre individualmente.
Esto me aplasta. Escríbeme más largo. ¡Ya ves cómo se alarga la agonía de los
nuestros! Pero la causa del pueblo es sagrada y triunfará, hoy, mañana o pasado
mañana. ¡Viva España! ¡Viva el Frente Popular!...
La epopeya popular española es única en la historia. Ella revela de cuanto es capaz un pueblo, lanzado, por la exclusiva propulsión de sus propios miedos en inspiraciones cívicas, en la defensa de sus derechos: revela, en pocos meses, una vasta insurrección militar, detiene dos poderosas invasiones extranjeras coaligadas, crea un severo orden público revolucionario, estructura, sobre nuevas bases su economía, funda de pies a cabeza un gran ejército popular y, en suma, se coloca a la vanguardia de la civilización, defendiendo con sangre jamás igualada en pureza y ardor generoso, la democracia universal en peligro. Y todo este milagro –hay que insistir- lo consuma por obra propia suya de masa soberana, que se basta a sí mismas y a su incontrastable porvenir.
La epopeya popular española es única en la historia. Ella revela de cuanto es capaz un pueblo, lanzado, por la exclusiva propulsión de sus propios miedos en inspiraciones cívicas, en la defensa de sus derechos: revela, en pocos meses, una vasta insurrección militar, detiene dos poderosas invasiones extranjeras coaligadas, crea un severo orden público revolucionario, estructura, sobre nuevas bases su economía, funda de pies a cabeza un gran ejército popular y, en suma, se coloca a la vanguardia de la civilización, defendiendo con sangre jamás igualada en pureza y ardor generoso, la democracia universal en peligro. Y todo este milagro –hay que insistir- lo consuma por obra propia suya de masa soberana, que se basta a sí mismas y a su incontrastable porvenir.
César Vallejo
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