Lo Último

1756. Despedida de un año (1936)

Fotografía de Gerda Taro, 1936



Dentro de breves horas
habrás partido para siempre,
como un barco fantasma que se aleja
hacia el confín sin árboles
donde la tierra pierde sus dominios.
Soltarás las amarras
sacudido por una tempestad imprevista,
y lanzando un silencio ensordecedor
irás a buscar esa teoría del tiempo
que aclamará tu llegada inmortal,
con los ojos impávidos
por el horror de tu vida reciente.
Eres aún el halo que se escapa de nuestras bocas,
el impalpable curador de las heridas.
Unas horas tan sólo y no serás
este delgado aire que evapora los ríos,
el día venidero que asiste a las penosas realidades
tendido en muelles huertos,
ni tu nombre designará
a la inmensa muchedumbre que se agita
por un suelo encrespado.
¡Oh tiempo, pronto a despeñarse sobre el abismo!
Tus colmadas bodegas de sangre,
las víctimas inmoladas en tu seno,
las hecatombes que ahogan tu garganta
con un crudo espesor de humo negro,
dejan de ser la vida encarnizada,
pasan a ser los hechos,
y un sutil resplandor los alumbra
cuando tus pies ligeros dan el postrero paso decisivo
al final de los montes.
Loor a ti, demoledor insensible,
por cuyas jornadas turbulentas
la intensa melancolía coronada de adormideras
huye gimiendo al son de las ruinas.
Loor a ti, que has sabido dejar como libre
el parado corazón de los hombres.
Tu definitiva noche se cierne sobre la tierra,
y los luchadores en las frías avanzadas
por segunda vez te piensan
como un ser mágico que ahora se desvanece
arrancando de la reahdad
una última vagoneta de cadáveres.
Loor a ti, sin embargo,
que, con espada de fuego y pecho de piedra,
asistirás en el umbral
a esta era en que mi país
inicia su esperanza de continuidad
sobre sus campos abandonados,
sobre sus ciudades deshechas.

Noche, diciembre, 1936


Juan Gil-Albert
Poemas de la Revolución
Hora de España I
Valencia, Enero 1937








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