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1780. Aceptación de los Derechos Dinásticos por Juan de Borbón

Fotografía de Campúa
Alfonso XIII, renunció a la corona el 15 de enero de 1941 en favor de su hijo Juan. Un mes después fallecería en Roma.


Señor:

Con el ánimo embargado por la emoción más profunda, me hago cargo de la notificación solemne en que Vuestra Majestad me comunica haber renunciado a la Corona de España.

Cuando la Historia enjuicie el reinado de Alfonso XIII no podrá menos de reconocer, sin faltar a la justicia, la abnegación y el amor a la Patria, que han inspirado todos los actos de Vuestra Majestad, aun aquellos más discutidos por la pasión política.

No obstante haber luchado con la infecundidad de formas estatales impuestas por los tiempos, pero desviadas de nuestra mejor tradición, aparecerá ese período como uno de los más prósperos de nuestra Historia.

En él se renovó la cultura superior de España; se extendieron a grandes zonas de las clases populares los beneficios de la educación; aumentó la población, el bienestar general y el nivel de vida; nació puede decirse, en nuestra Patria, la gran industria, y adquirió gran impulso la Marina, coexistiendo una legislación social más generosa que la de cualquier país europeo contemporáneo, y gracias a la energía, clarividencia política y decidida actitud personal de Vuestra Majestad, luchando contra un falso estado de opinión, se salvó para España la posesión de nuestros territorios de África, que tantas posibilidades ofrecen para el porvenir, organizándose y templándose en su conquista el espíritu combativo y patriótico de un Ejército que, en definitiva, había de salvar a España en el trance tremendo y doloroso de la última guerra civil.

Los sufrimientos padecidos por nuestro pueblo con ocasión de esta gran Cruzada Nacional y la sangre vertida generosamente por tantos mártires gloriosos de Dios y de la Patria, hacen que se agrave el sentimiento de la responsabilidad con que recibo los derechos a la Corona de España, que recae en mi persona, según la ley histórica imprescriptible, cerrándose por designio providencial el ciclo de las disensiones, sobre la legitimidad de la sucesión, que fueron, en gran parte, causa de las guerras civiles del pasado siglo.

Ruego a Dios me conceda los dones de acierto, firmeza y perseverancia necesarios para cumplir los fines a que me destina. Cuando sus designios me lleven a ceñir la Corona de España, lo haré con el propósito irrevocable de restaurar el sentido político y social de nuestra Monarquía Tradicional, renovando el aliento cordial y generoso que la dio vida, y que sobre nuestra fe católica, y sobre la conciencia de nuestra Unidad de destino, cimentó la Unidad política y la Grandeza de España.

Con este objetivo fundamental, cuando llegue la hora de cumplir mi deber y mi deseo de servir a nuestra Patria, me esforzaré en asegurar su Unidad moral y su continuidad histórica; mitigaré con afecto y autoridad de padre, recientes dolores, y satisfaré, eficazmente, los anhelos de la gran masa de españoles que aspiran a una vida más justa y mejor.

Réstame, como hijo, pedir a Vuestra Majestad su bendición de padre, para que ella me ayude en todos los momentos a cumplir, en bien de España, los trascendentales deberes que la decisión de Vuestra Majestad me impone.


Juan, Príncipe de Asturias
16 de enero de 1941








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