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1893. El hombre acecha




El hombre acecha. ¿A quién? Acecha al hombre.
Una guerra civil lo solivianta.
Un lento fratricidio lo envenena.
Lo mismo da decir Caín y Abel,
Rómulo y Remo,
o nazis y judíos.
El hombre acecha siempre y lo sabías.
De la mano de un hombre van las cosas
acosando a otros hombres.
Debajo de la mesa acecha el hambre,
debajo de los trigos el sudor.
Por el trabajo está acechando el paro.
Por la alegría acecha la tristeza.
Más allá del amor acecha el odio
y por la claridad la sombra acosa.

Hay un hombre en la sombra perseguido
siempre. Miro su estampa fugitiva.
Ya en el último tren de la frontera.
Polizón de los barcos hacia el sueño,
en carlinga de aviones secuestrados,
haciendo un auto-stop a los vehículos
de la esperanza, oculto
en el rojo vagón del subterráneo
o en la azul soledad de las colinas.

Hay otro hombre que pone siempre a oscuras
el corazón partido por el miedo.

Vamos a ver, Miguel, la luz contigo,
nacida en tus poemas.
Las heridas que sean rosas libres,
las cárceles que vuelen,
las fábricas que irradien como soles,
las madres que entre escombros sigan madres,
los poetas del agua verdadera,
la sangre que disuelva hielo oculto
y los hijos sonando de aventura.

¿Qué homenaje mejor que serte fieles
en esperar la aurora?
(Aunque vivamos de desesperanzas).


Leopoldo de Luis
Homenaje de los pueblos de España a Miguel Hernández, 1976









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