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1915. Gabriela Mistral y los niños vascos de la guerra española

Gabriela Mistral
(Vicuña, Chile, 7 de abril de 1889 - Nueva York, 10 de enero de 1957)


Cuando Gabriela Mistral llegó a Madrid en 1933 como cónsul de Chile, se definió como "la india vasca". (Lucila Godoy Alcayaga era su verdadero nombre). El inicio de la guerra española la golpeó profundamente. No fue ajena al dolor de España. Hizo propaganda abierta contra el fascismo y en defensa de La República. Su vinculación con el Comité de Cooperación Intelectual le permitió prestar ayuda a los profesores españoles que habían dejado el país huyendo de la guerra. En 1938, cuando publica su tercer poemario Tala, destina los derechos de autor a los niños vascos dispersos por el mundo.


Razón de este libro

Alguna circunstancia me arranca siempre el libro que yo había dejado para las Calendas por dejadez criolla. La primera vez el Maestro Onís y los profesores de español de Estados Unidos forzaron mi flojedad y publicaron Desolación; ahora entrego Tala por no tener otra cosa que dar a los niños españoles dispersados a los cuatro vientos del mundo. 

Tomen ellos el pobre libro de mano de su Gabriela, que es una mestiza de vasco, y se lave Tala de su miseria esencial por este ademán de servir, de ser únicamente el criado de mi amor hacia la sangre inocente de España, que va y viene por la Península y por Europa entera. 

Es mi mayor asombro, podría decir también que mi más aguda vergüenza, ver a mi América Española cruzada de brazos delante de la tragedia de los niños vascos. En la anchura física y en la generosidad natural de nuestro Continente, había lugar de sobra para haberlos recibido a todos, evitándoles la estada en países de lengua imposible, en climas agrios y entre razas extrañas. El océano esta vez no ha servido para nuestra caridad, y nuestras playas, acogedoras de las más dudosas emigraciones, no han tenido un desembarcadero para los pies de los niños errantes de la desgraciada Vasconia. Los vascos y medio vascos de la América hemos aceptado el aventamiento de esas criaturas de nuestra sangre y hemos leído, sin que el corazón se nos arrebate, en la prensa de cada mañana, los relatos desgarrantes del regateo que hacían algunos países para recibir los barcos de fugitivos o de huérfanos. Es la primera vez en mi vida en que yo no entiendo a mi raza y en que su actitud moral me deja en un verdadero estupor. 

La grande argentina que se llama Victoria Ocampo y que no es la descastada que suele decirse, regala enteramente la impresión de este libro hecho en su Editorial SUR. Dios se lo pague y los niños españoles conozcan su alto nombre. 

En el caso de que la tragedia española continúe, yo confío en que mis compatriotas repetirán el gesto cristiano de Victoria Ocampo. Al cabo Chile es el país más vasco entre los de América. 

La “Residencia de Pedralbes”, a la cual dediqué el último poema de Tala, alberga un grupo numeroso de niños vascos y a mí me conmueve saber que ellos viven cobijados por un techo que también me dió amparo en un invierno duro. Es imposible en este momento rastrear desde la América las rutas y los campamentos de aquellas criaturas desmigadas en suelo europeo. Destino, pues, el producto de Tala a las instituciones catalanas que los han recogido dentro del territorio, de donde ojalá nunca hubiesen salido, a menos de venir a la América de su derecho natural. Dejo a cargo de Victoria Ocampo y de Palma Guillén la elección del asilo al cual se apliquen los pocos dineros recogidos.

Ruego que no despojen a los niños vascos las editoriales siguientes, que me han pirateado los derechos de autor de Desolación y de Ternura, e invoco para ello el nombre de los huérfanos españoles: la Editorial catalana Bauzá y la Editorial Claudio García, del Uruguay son las autoras de aquella mala acción. 


Gabriela Mistral
Tala - Editorial Sur, Buenos Aires, 1938
Páginas 271-273







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