Lo Último

1984. El calvario del médico de Redondela

Telmo Bernárdez Santomé
(Redondela, 11 de abril de 1886 - Pontevedra, 12 de noviembre de 1936)


Uno de los casos más espantosos de crueldad fué el del médico de Redondela, don Telmo Bernárdez, condenado a muerte por un Consejo de Guerra y fusilado. La condena y la ejecución misma fueron lo menos cruel de este horrendo episodio. 

Encarcelado a poco de haber estallado la rebelión se hallaba pendiente de proceso en la cárcel de Vigo cuando una noche, el 3 de septiembre exactamente, le sacaron de su celda varios guardias de asalto, diciéndole que iban a matarle "para abreviar". El doctor Bernárdez en manos de aquellos hombres recorrió aquella noche un terrible "vía crucis". Le llevaron a varios lugares de las afueras diciéndole siempre que era para acabar con él de un pistoletazo; le llevaron incluso delante de la puerta de su propia casa y le amenazaron con matarle allí mismo. Pero no lo hicieron ¿Por qué? ¡Quién lo sabe!  ¿Quién explicará nunca las reacciones psicológicas de aquellas bandas de asesinos que mataban o dejaban de matar por oscuros mandatos de sus turbios instintos criminales? 

Aquellos espantosos simulacros terminaron metiéndose los guardias con su pobre víctima en varias tabernas en las que estuvieron emborrachándose antes de decidirse a volver a la cárcel y dejar otra vez en su celda al prisionero.  

A pesar de aquella horrible penalidad que no figura en ningún código con la que el reo hubiese pagado no uno sino cien crímenes que hubiese cometido, pues cada uno de aquellos simulacros valía por una auténtica sentencia de pena de muerte, el doctor Bernárdez tuvo que comparecer ante un Consejo de Guerra acusado de traición - ¿traición a qué? - precisamente por los traidores al gobierno legítimo quienes les condenaron a ser pasado por las armas.  

Al conocer la sentencia, la esposa del doctor Bernárdez, a la desesperada, emprendió las gestiones que pudo para obtener el indulto. Aún se cometió con aquella infeliz mujer una nueva crueldad. 

Se le hizo creer que si obtenía de determinadas personalidades que firmasen la petición del indulto éste sería concedido sin duda alguna, pues era ya un valor entendido entre los militares y lo que llamaríamos las fuerzas representativas de la reacción, que si determinados personajes vigueses, esencialmente los pertenecientes a la Patronal, firmaban una petición de indulto, era porque el reo no debía ser considerado como realmente peligroso para la sociedad y se le podía indultar sin riesgo. 

Aquella esposa atribulada fué llamando de puerta en puerta y personalmente fué recabando de los enemigos del reo piedad para él. A costa de humillaciones la pobre mujer llegó a reunir las firmas necesarias. Es decir, todas no; le faltaba una; una, que era la decisiva para los militares...  

Y porque le faltó aquella firma, la última, la única que le quedaba por recoger, su esposo, el doctor Bernárdez, médico de Redondela, fué fusilado. Un hijo suyo de veintidós años fué condenado también y cumple condena en el presidio de Pamplona. Ella y seis o siete hijos, enfermos, desvalidos, viven como apestados en la España Nacional, esperando como una liberación a morirse de hambre y de dolor.   


Hernán Quijano
Galicia mártir.  Episodios del terror blanco en las provincias gallegas
Ediciones Neos, Buenos Aires, circa 1949 









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