Camaradas: Hemos venido a vosotros como escritores, como escritores que han escogido la
dirección de su vida; pero después de algunos días entre vosotros, no puedo
presentaros más que a un hombre completamente al desnudo, porque ha tocado una
de las mayores experiencias humanas que hayan existido jamás. Todos nosotros,
los escritores, hacemos nuestras obras apoyándonos en la experiencia del
hombre. Mas, sin duda, jamás hemos tocado de cerca una experiencia tan
terrible, tan grandiosa. Por mi parte hubiera preferido venir a vosotros sin
haber despertado todavía a la vida del pensamiento y de la creación, para,
sobre esta experiencia que nos habéis dado, fundar mis obras y sus testimonios.
¿Qué
experiencia hemos realizado aquí? Podemos decir que la de la fraternidad, la
del sentimiento de la dignidad humana, la de la comprensión de todo aquello
sobre lo que se funda la cultura, y ese delirio de elevación que es, al mismo
tiempo, su finalidad.
Pero
yo creo que no bastan todas estas explicaciones; lo que aquí hemos tocado es el
hombre mismo. Y vuestros campesinos, vuestros obreros, y los hombres de
vuestras ciudades, no se nos aparecen como semejantes a los hombres de cada una
de las naciones a que pertenecemos, sino muy por encima de ellos mismos. Tanto
por la prueba como por la lucha empeñada, aparecen más bellos, más fuertes y
más grandes.
De
nuestro paso por vuestra tierra, de la hospitalidad que nos habéis brindado, de
ese pan que habéis compartido con nosotros, nos queda, cojí esta experiencia,
el sentimiento de nuestro deber. Como escritores escribimos con nuestros
testimonios. Si los escritores que llevamos dentro de nosotros han desaparecido
momentáneamente ante la violencia de la experiencia humana por que acabamos de
atravesar, que despierten y digan al mundo que la verdad y la justicia están
con vosotros, que despierten y que despierten a las naciones que consienten que
se ejecute el crimen. Yo quisiera, por mi parte, que me fuera dada la fuerza
suficiente para pronunciar un testimonio tan resonante, unido a los de todos
mis camaradas, que mañana, en todas las ciudades del mundo que están aún en
seguridad, en París, en Londres, en Nueva York, cada vez que el alba despierta,
en la hora en que sobre Madrid se desencadenan los criminales raids aéreos, no
haya una sola mujer ni un solo hombre que no deje de sentir que sube, desde el
fondo de su corazón, una gran angustia. En medio de esta angustia universal,
únicamente Madrid, insensible a la prueba y sonriente en su resolución, quedará
al abrigo de la angustia y del temor.
Pero
que esta angustia y este temor del mundo entero se transforme en voluntad de
poner fin a esta guerra que sufrís por nosotros, y que no puede acabar más que
con el triunfo de la verdad y de la justicia.
André Chamson (Francia)
París, 16 de Julio 1937
Publicado
en Hora de España VIII
Valencia,
Agosto 1937
A un lado y otro de la frontera hay mujeres y hombres solidarios que la borran con el más bello y universal de los lenguajes: la fraternidad.
ResponderEliminar