Alocución de Francisco Franco a través de los micrófonos de Radio Castilla
en Burgos, el 1 de octubre de 1936.
“¡Españoles!: Los que escucháis en vuestros hogares las noticias de Radio
Castilla, los que, en el frente de batalla, escucháis a los pequeños radiadores
(sic) que os llevan las noticias de vuestros hogares y de la retaguardia.
Españoles que, bajo la horda roja, sufrís la barbarie de Moscú y que esperáis
la liberación de las tropas españolas. Españoles que en América sufrís la
incertidumbre de la España grande. A todos los que, unidos, lucháis por ella. A
vosotros me dirijo, no con arengas de soldado. Voy solamente a exponeros los
fundamentos de nuestras razones, no con tópicos ni contumacias, sino con el
propósito de hacer un breve examen del pretérito y de lo que nos proponemos en
el porvenir.
No se trata, por tanto, de invocar una situación que
justifique nuestra decisión. Lo que es nacional no precisa razonamiento.
España, y al invocar este nombre lo hago con toda la emoción de mi alma, sufría
la mediatización más nociva de algunos intelectuales equivocados, que tenían un
concepto demoledor.
Permanecimos en silencio mientras se iba inoculando el
virus que jamás debió atravesar las fronteras, para traer aquí lo que hay en
otros países de demoledor, aunque se revistiese de literatura, y así se iba
perdiendo el concepto de la Bandera, del Honor, de la Patria y de los valores
históricos.
Todo eso, y mucho más, acabó por añadir, a la falta de
sentimiento patriótico, la pérdida del carácter tradicional de nuestro pueblo,
olvidadas nuestras pasadas glorias y falto de conciencia para el porvenir, por
ese concepto moderno de las cosas.
Vivimos de tal suerte sumida, unos en el error y otros en
la incultura, que, obedeciendo órdenes secretas, no era de extrañar que en un
instante no tuvieran inconveniente en destruir todo lo que fuera elemento
diverso de los factores de nuestra riqueza.
Después del abismo en que aparecía sumida España, y
siguiendo sólo la potestad de una misma tendencia materialista, no era difícil
venderla al mejor postor extranjero. Tal es la estampa que representábamos en
el concurso de las naciones.
Entre tanto, nuestra balanza comercial era adversa y
descendería nuestro propio nivel desoyendo nuestras voces de todos los días. Se
creaban obstáculos a todos cuantos defendían la personalidad de España, se
enrarecía el ambiente nacional, y, por medio de este comunismo, se destruía la
economía, se fomentaba el odio y se sustentaba la anarquía en todas las
provincias de España. Por esto se da cuenta España y acomete su liberación
con amplio espíritu de colaboración social para el restablecimiento en el
porvenir de la instauración de su propia libertad, la cual, por ser suya, la
reclamará dentro y fuera del solar patrio. España se organiza dentro de un
amplio concepto totalitario de unidad y continuidad. La implantación que
implica este movimiento, no tiene exclusivo carácter militar, sino que es la
instauración de un régimen de autoridad y jerarquía de la Patria. La
personalidad de las regiones españolas será respetada en la peculiaridad que
tuvieron en su momento álgido de esplendor, pero sin que ello suponga merma
alguna para la unidad absoluta de la Patria.
Los Municipios españoles también se revestirán de todo su
rigor como entidad pública. Fracasado el sufragio inorgánico, que se malversó
por los caciques nacionales y locales, la voluntad nacional se manifestará
oportunamente a través de aquellos organismos técnicos y Corporaciones que
representen de manera auténtica sus intereses y la realidad española.
Cuanto mayor sea la fuerza del Estado español más se
avanzará y las regiones y los Municipios, las Asociaciones y los individuos,
gozarán de amplias libertades sin menoscabo de los supremos intereses del
Estado.
Dentro del aspecto social, el capitalismo se encauzará y
no se regirá como clase apartada, pero tampoco se le consentirá una inactividad
absoluta. El trabajo tendrá una garantía absoluta, evitando que sea servidumbre
del capitalismo y que se organice como clase, adoptando actitudes combativas que
le inhabiliten para colaboraciones conscientes. Se implantará la seguridad del
salario hasta que se pueda llegar a la participación de los obreros, haciéndose
beneficiarios en el aumento de producción. Serán respetadas todas las
conquistas alcanzadas legítimas y justamente, pero al lado de estos derechos
estarán sus deberes y obligaciones, especialmente en cuanto afecta al
rendimiento de su trabajo y leal colaboración. Todos los españoles estarán
obligados a trabajar según sus facultades. No puede el Estado nuevo admitir
parásitos.
El Estado nuevo, sin ser confesional respetará la
religión de la mayoría del pueblo español, sin que esto suponga intromisión de
ninguna potestad dentro del Estado. En su aspecto tributario evitará el
aniquilamiento de la riqueza, estableciendo una equidad en los impuestos y
contribuciones, haciéndose un justo reparto de las cargas.
En el aspecto agrario se llegará a la creación del
verdadero patrimonio familiar, merced a lo que el campesino produce se le dará
una ocupación permanente para mejorar la vida campesina y al mismo tiempo la
vida de la Patria. Tal misión será llevada a la práctica con preferencia.
En el orden internacional, comercial, viviremos en
armonía con todos los demás pueblos, en especial con los de comunidad de raza,
de lengua y de idearios comunes, y dentro de la más leal convivencia, siempre
que no sean incompatibles con nuestro sentido ideológico. Exceptuamos de manera
rotunda el contacto soviético.
Estoy seguro que en esta tierra de héroes y de mártires
que vierte su sangre generosa para que el mundo encuentre en España la más
clara de las visiones, cuando escriba sobre las páginas de su Historia, que no
es Oriente ni Occidente, sino genuinamente española, marcará el ejemplo a
seguir con este movimiento nacional. ¡Viva España!”
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