Francisco Martínez López, «El Quico» / Septiembre 2016 |
Francisco Martínez López, «El Quico» nace en el Bierzo el 1° de octubre de 1925, en una familia republicana de campesinos y de mineros implicada en la red de enlaces del movimiento guerrillero de León y Galicia. Este apoyo a la resistencia armada antifranquista constituye para Quico una escuela política y, desde muy joven, participa en el Servicio de Información Republica (SIR) dirigido por la Federación de Guerrillas de León y Galicia. Descubierto por la policía en septiembre de 1947, por su actividad clandestina, consigue escapar y se incorpora a la guerrilla en el momento en que se forma la segunda agrupación del Ejército Guerrillero, vinculada al partido comunista de España. Quico actúa primero en un grupo de resistentes anarquistas, socialistas y comunistas que no se han integrado al Ejército Guerrillero. En 1949, se une al grupo de Manuel Girón y combate a su lado hasta la muerte de éste, en mayo del 1951 y en septiembre del mismo año, con sus compañeros Manuel Zapico, Pedro Juan Méndez, Silverio Yebra, toma el camino del exilio, gracias a una red de evasión organizada fuera de los partidos políticos. Pasa clandestinamente la frontera por Navarra y llega a Francia por les Aldudes, un pueblo del País Vasco francés.
Entonces, Quico y sus compañeros buscan
y encuentran el apoyo de sus compañeros de guerrilla que se habían exiliado
anteriormente, en particular el de Amadeo Vallador, guerrillero anarquista de
la Federación de León y Galicia. Se presentan a la policía francesa para pedir
asilo político pero, a pesar de esa entrega voluntaria, las autoridades
francesas los encarcelan dejándoles elegir entre dos opciones: o Franco -es
decir la muerte con garrote vil- o la Legión extrangera en Indochina. Al
negarse «El Quico» y sus compañeros a incorporarse a esa guerra colonial, los
encierran en un calabozo del Fort Saint-Nicolas en Marsella. En esos
momentos dificiles, les ayuda la solidaridad de Amadeo Vallador y de sus amigos
de Perpiñan. Amadeo Vallador les pone en relación con José Ester Borras, un
refugiado cenetista exiliado en 1939, combatiente de la resistencia al nazismo
en Francia, superviviente del campo de concentración de Mauthausen. José Ester
Borras trabaja como responsable de la Federación
española de deportados e internados políticos (FEDIP) en el servicio de
protección y ayuda a los demócratas víctimas de la opresión y del
totalitarismo. Moviliza una red de solidaridad formada por antiguos
combatientes de la resistencia francesa como Madame Gemähling y Odette Ester, su
compañera que es secretaria del periódico Franc
Tireur. Los periódicos Franc Tireur
y Luttes lanzan una campaña de
información y solidaridad hasta conseguir, a duras penas, al cabo de tres meses
la liberación de los guerrilleros. Francisco Martínez López-como sus
compañeros- consigue el derecho de residir en Francia como refugiado político y
empieza a militar en los grupos de unidad antifranquista fuera de los partidos
del exilio. El PCE -partido con el que se identifica- le pone en cuarentena
durante cuatro años ya que tiene cierto reparo a admitir en sus filas los
militantes procedientes del interior. En cuanto puede Francisco Martínez López recupera una actividad militante en
el seno del PCE y poco a poco va asumiendo varias responsabilidades: primero en
la comisón del Comité central de Europa, más tarde como responsable de
organización en el comité de Francia y miembro del Comité central.
Durante todos esos años de lucha contra
la dictadura, su memoria de guerrillero queda oculta pero, a partir de la
legalización del PCE, Quico se preocupa al ver que su partido no reivindica el
patrimonio histórico de la resistencia armada al franquismo. Decide liberarse
de sus cargos de responsibilidad dentro del PCE para dedicarse al trabajo de
exhumación de esa memoria del movimiento guerrillero junto con otros antiguos
guerrilleros. Al principio aislados, sin apoyo por parte de los grupos
parlamentarios y ni siquiera los partidos de izquierda recién legalizados
consiguen formar poco a poco una red de contactos compuestos por antiguos
actores de la guerrilla antifranquista considerados todavía como bandoleros a pesar de la amnistía
general de 1977 y luchan por conseguir su rehabilitación como combatientes de
la libertad. En 1997, su movimiento de guerrilleros por la memoria contecta con
militantes de la asociación Archivo Guerra y Exilio (AGE). En el seno de
esa asociación, junto a intelectuales
como el escritor Alfons Cervera o la historiadora Fernanda Romeu participa en
la elaboración de un texto de proyecto no de ley para el reconocimiento moral y
político de la guerrilla antifranquista reinvindicando la creación de un centro
de archivos abiertos a la ciudadanía para ese capítulo de la Historia. Participa en las Caravanas de la memoria organizadas
por AGE en 2000 y 2002. El Congreso de los diputados vota en mayo del 2001 el
reconocimiento de los guerrilleros como luchadores por la libertad, pero no
acepta la anulación de la sentencias pronunciadas contra ellos por los
tribunales militares de la dictadura ni la creación de un centro de archivos
sobre la guerrilla.
En su labor de transmisión de la
memoria antifascista, Francisco Martínez
López multiplica los encuentros en los institutos,
colegios, universidades, casas de la cultura, colectivos asociativos locales.
En Alicante, donde vive, contribuye a colectas y grabaciones de
testimonios sobre la guerrilla y sobre
las detenciones en los campos de concentración y carceles. Su actividad sigue
centrándose en la lucha contra la desaparición de las referencias a la
resistencia al franquismo en el espacio público español y se dedica desde 1984,
a la creación de lugares de memoria, inscripciones y estelas de homenaje a los
luchadores por la libertad.
Francisco Martínez López y Odette Martínez
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