En realidad, lo que se viene desarrollando en España desde hace muchos meses, pertenece a lo más ignominioso, a lo más escandaloso que se haya registrado jamás en la historia. ¿El mundo lo ve, lo comprende así? Sólo muy parcialmente; pues nada sabe hacer mejor el asesino interés económico que entontecer al mundo y arrojarle arena a los ojos, a fin de que no llegue a ver su verdadera figura. De una dama, que, por lo demás, habita en la parte hoy más tenebrosa de Europa, en Alemania, recibo la manifestación siguiente:
"¿Quién hubiera podido pensar que los rojos, en España, bajo
la luz del cielo, fueran, capaces de cometer tales atrocidades?"
¡Los rojos!¡Bajo la luz del cielo! ¿Pero es que no se tiene ya
corazón? ¿Es que no se tiene ya entendimiento? ¿Es que sin resistencia alguna, quiere uno dejarse arrebatar
por el interés económico oculto bajo nombres de engañosa dignidad, como
Cultura, Dios, Orden Público, Patria hasta los últimos restos de un libre
juicio humano? Un pueblo oprimido, explotado de la manera más abusiva y
desconsiderada, se esfuerza por lograr una existencia más clara y más humana,
un orden social con el que imagina que, mejor que con el anterior, podrá
presentarse ante los ojos del mundo civilizado. La libertad y el progreso no son aún allí conceptos corrompidos por la ironía
y el escepticismo; son, para este pueblo, valores vitales altísimos y dignos de
que se aspire a ellos, condiciones precisas para el mantenimiento del honor nacional. Hay un Gobierno que
con todas las precauciones impuestas por las circunstancias, acomete la tarea
de soslayar los más groseros inconvenientes, de llevar a efecto las
mejoras más necesarias.
¿Qué acontece entonces? Estalla un motín de generales, al servicio
de los viejos poderes explotadores y
opresores, y ya secretamente de acuerdo con el especulador extranjero, y
fracasa, y está ya casi en derrota, cuando viene a ser sostenido a cambio de la
promesa de ventajas de victoria. de los insurrectos, por los Gobiernos
extranjeros enemigos de la libertad; nutren y sostienen estos semejante
rebelión con dinero, hombres y material bélico, de modo que el derramamiento de
sangre, la crueldad desoladora y furiosa, que, cada vez más sin miramientos
actúa por una y otra parte y produce el autodesgarramiento del
país, no encuentran ya límite alguno. Contra un pueblo que lucha desesperadamente por su libertad, por sus
derechos humanos, se emplean hasta sus propias tropas del territorio colonial,
destruyen sus ciudades y hacen espantosa carnicería en sus mujeres y niños. ..
y a todo esto se le llama "nacional", a todas estas canalladas que
claman al cielo, se las llama "Dios, Orden Público y Civilización".
Si las cosas fueran tal como las afirma la prensa de Europa, servidora del
interés económico, hace mucho tiempo que tendría que ser completa la victoria
del "orden" y de la "civilización"
sobre la "canalla marxista". Pero
la "chusma roja", como le gusta expresarse a la prensa del interés
económico, es decir, el pueblo español, defiende su vida, su elevada vida, con
una valentía de león, que debería hacer reflexionar acerca de la fuerza moral
que allí gobierna, al entontecido siervo
de lo económico.
"El derecho de autodeterminación de
los pueblos", goza hoy, en todo el mundo, de la máxima veneración oficial.
También nuestras dictaduras y estados totalitarios le conceden importancia por
lo menos para fingir que tienen consigo el 90 o el 98 por 100 de sus pueblos.
Ahora bien: los militares que se sublevaron contra la República española, esto
es evidente, no tienen consigo al pueblo español y tampoco pueden fingir que
les apoya; por medio de marroquíes y ejércitos invasores tienen que procurarse
primero, la posibilidad de llegar a dominarlo. Acaso no esté establecido con
toda evidencia lo que quiere el pueblo español; pero lo que no quiere es perfectamente claro: no quiere al General
Franco.
No obstante, los Gobiernos europeos interesados en la
estrangulación de la libertad, en medio del estruendo de la guerra civil por
ellos sostenida, si no desencadenada por ellos, han reconocido la soberanía de
este rebelde como la única legítima. Esos poderes, que en su casa, muestran
cierta sensibilidad, bien puede decirse,
para las cuestiones que afectan a la alta traición, apoyan a un hombre que
entrega su país al extranjero; esos poderes, que se llaman "nacionalistas", "emplean" toda su
fuerza en elevar al poder a un colega de opiniones para quien no es nada la
independencia de su patria, con tal de poder acabar con la libertad y los
derechos del hombre y que declara que mejor sería que murieran las dos terceras
partes del pueblo español, antes de que en el país venciera el
"marxismo", es decir, un orden mejor, más justo y más humano... Es
harto indignante, criminal y repulsivo.
Thomas Man
Facetas de la actualidad española, núm. 9, La Habana, enero 1938
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