El pasado 30 de agosto
se cumplían 75 años del asesinato a manos del nazismo de mi bisabuelo, Dositeo Moreno Barrios.
De echo, se cumplen cada día aniversarios de asesinados a manos del fascismo. El problema
es que muchos han quedado en el olvido.
Cuando empecé a buscar
información sobre Dositeo, hará cuatro años, me di cuenta de la poca que tenía la familia. Tan solo un "se fue un día en un camión y lo
mataron en un campo". Punto. Nada más. El
franquismo supo hacerlo bien y los que le siguieron continúan igual, si un
tema no les interesa… no ha existido.
Me dediqué a
desempolvar la historia de los republicanos españoles que se habían visto
obligados a huir de casa, pues él era un caso más de entre los miles de ellos que aun creyendo en lo que era justo, en la República que había ganado las
elecciones, en eso que había sido votado democráticamente, tenían que irse de
su pueblo, abandonar las familias, pues eran perseguidos por los que no les
gustaba perder en unas las elecciones, ni el pensar distinto, ni nada que no
fuera seguir su línea.
Hoy sabemos que
Dositeo se fue de voluntario a finales del 1937 en un camión que pasaba por
Tarancón. Se fue oyendo los gritos de su mujer Victoria pidiéndole por favor que no se fuera, pero ambos sabían que si se quedaba acabaría
enterrado en una fosa común, como tantos otros. Decidió luchar. Pasó por
Valencia y pudo ponerse en contacto con su mujer, le pidió verse por última
vez, que trajera a sus hijas (una recién nacida y otra de dos años), y poder
pasar algunas horas en paz.
Después de su visita a
Valencia ellas regresan a Tarancón y se supone que él acabó cruzando la
frontera hacia Francia y alistándose en alguna Compañía de Trabajadores Extranjeros,
pues fue capturado en Bray Dunes el 5 de junio de 1940, después de la batalla
de Dunkerque. De ahí le llevaron al Stalag XVII-B de Krems Gneixendorf donde
permanece hasta que es transferido a la Gestapo el 17 de diciembre de 1941.
Ingresa en Mauthausen el 19 del mismo mes, para acabar dando el último suspiro el 30 de agosto de
1942 en la enfermería del campo. Según consta en el archivo, falleció de
tuberculosis. Libre es cada uno de creerse lo que quiera. Personalmente se que
el peor sitio donde ir a morir era la enfermería, donde eran víctimas de
experimentos y utilizados como conejos de indias de cualquier mente enferma del
nazismo.
75 años después su
recuerdo, en forma de placa, ha podido regresar a casa. Pero este es solo un
recuerdo, el de Dositeo, el que me queda
más cerca. Pero ¿que nos queda de los otros miles de españoles que están todavía hoy en el olvido? España renegó de ellos convirtiéndoles en “apátridas
indeseables”, regalando sus vidas a Hitler. Los que lograron salir vivos de los
campos tampoco podían regresar. España era una dictadura que negó a las
víctimas su dignidad, permitiéndoles quedar enterrados, vivos o muertos, pero en
el olvido.
Tenemos el deber
reflexionar sobre ello, de ver que las consecuencias del franquismo no se
quedan simplemente en el echo de los miles de republicanos enterrados en las
cunetas o en los campos, sino también el hecho de que mujeres como Victoria,
la mujer de Dositeo, quedó sola, con una recién nacida y una hija de dos años
en el pueblo, que malvivió vendiéndolo todo y sin poder casi comer, que vio
irse a su esposo en 1937 y hasta 1958 no sabe que ha sido asesinado.
Sus hijas, que se hacen adultas sin saber nada de su padre, esperando cada día
que llamara a la puerta, crecieron pensando que era mala persona, pues según ellos, los rojos eran los malos y por eso se fueron. No sabían que su
padre se fue luchando por intentar darles de herencia un país mejor. Ellas también fueron víctimas,
víctimas del olvido y del miedo que suponía el franquismo.
Es nuestra tarea recuperar estas páginas de nuestra historia, recuperar sus luchas, recordar y compartir. Tenemos a muchos héroes
anónimos enterrados en las cunetas sin ningún tipo de reconocimiento por parte
del estado que les envió a morir. Necesitamos reconocer su lucha como nuestra
historia, mostrarles que tenemos memoria y que no los olvidamos, y ser
conscientes que si les volvemos a olvidar, los habremos exterminado por segunda
vez.
Una placa es simple,
un pequeño gesto y con una breve inscripción, pero detrás de esto hay una gran
voluntad de devolverles la voz y recuperar su memoria, que ya les toca. Ellos
nunca bajaron el puño y lucharon hasta el final, a nosotros nos toca el último
combate, el de la dignidad. Y algún día lo vamos a conseguir.
Hel-lena Guillén Llop
Septiembre 2017
Hel-lena Guillén Llop
Septiembre 2017
Desde este espacio agradecemos a Hel-lena su lucha, su valentía, su compromiso.
Los supervivientes de los campos juraron continuar su lucha contra el fascismo y mantener viva la memoria de las víctimas. Jamás faltaron a este juramento. Nosotros también debemos cumplirlo. No podemos caer en el precipicio del olvido. Los deportados, al igual que el resto de las víctimas del franquismo jamás han recibido el amparo de la justicia.
Los supervivientes de los campos juraron continuar su lucha contra el fascismo y mantener viva la memoria de las víctimas. Jamás faltaron a este juramento. Nosotros también debemos cumplirlo. No podemos caer en el precipicio del olvido. Los deportados, al igual que el resto de las víctimas del franquismo jamás han recibido el amparo de la justicia.
Hel-lena Guillén con Amparo, la hija pequeña que Dositeo nunca llegó a conocer |
Con cada víctima recordada se ensancha la conciencia, y la memoria se convierte en "un pulso que golpea las tinieblas".
ResponderEliminarSalud!