Vosotros, intelectules y
artistas, habéis abandonado España; vuestra sensibilidad no ha podido resistir,
sin duda, la sacudida horrenda de la guerra civil. Pero la guerra civil sólo ha
sido una etapa, la primera, de la lucha. España se defiende de los agresores
que invaden sus tierras, nos despojan de nuestros bienes y nos asesinan de una
manera fría y metódica, sin pretexto ni excusa algunas. Contra esa agresión el
silencio no se justifica. Los españoles que no residen en España tienen la
obligación moral y el deber ineludible de derramar por el mundo su palabra,
erigiéndose en acusadores de las matanzas organizadas por los Estados fascistas
en nuestros campos y en nuestras ciudades.
El mundo nos ignora o nos conoce apenas. El mundo presume que la paz de las naciones está ligada a la suerte de nuestras armas y siente una
curiosidad patética por averiguar por que combaten los españoles y por que las democracias mundiales toleran el bárbaro atentado que nos desangra y nos
arruina.
No esperéis, intelectuales expatriados, la hora de la muerte para
arrepentiros de vuestro silencio. Ese subterfugio papal sería una habilidad
indigna de vosotros. El ejemplo os viene del desventurado rector de Salamanca,
con su tardía confesión de que en las provincias subyugadas por el fascismo se
vive en un infierno y en la locura colectiva. El ejemplo vivo os lo da Pablo
Casáis, cuya excursión artística por Europa sirve de propaganda a la democracia
española, Pero: ¿y vosotros qué le decís al mundo inquieto, al mundo
atormentado por el miedo a la guerra?
Habladle al mundo. Decidle nuestra verdad conmovedora. Y si aún no
habéis comprendido la significación de nuestra lucha, haced un esfuerzo y
adivinadla. Convertios en propagandistas ardientes de la causa española, que es
la noble causa de la paz, de la libertad y de la prosperidad de los pueblos.
Ponerse un buey encima de la lengua cuando España muere, ni
España os lo perdonará, ni vosotros podríais tampoco perdonároslo.
El silencio es la iniquidad.
Manuel D. Benavides
Facetas de la actualidad española, La Habana, agosto de 1937
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