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2523. El reino de las contradicciones. España: de la guerra civil al referéndum de 1966 - Dos




Dos

No resulta nada recomendable recorrer España en vagones de tercera, pasar en los asientos de madera días y noches durmiendo poco o nada por el incesante traqueteo de trenes viejos. Pero es en esos vagones donde se comparte todo, el vino y el pescado frito, las canciones y los cigarrillos, las opiniones, las confidencias.

Aquella tarde, entre Bilbao y Santander, teníamos delante un matrimonio gallego que volvía a sus tierras, a pasar las fiestas, desde Barcelona. A nuestro costado, viajaba un estudiante, cuyo rostro no marcado por una vida de sufrimiento y trabajo, se distinguía de las caras curtidas de los demás ocupantes del vagón.

"Habrá que bajarse y empujarla, a esta tartana", comentó como para sí la gorda señora mientras su marido dormitaba. Acababa de devorar una fotonovela de Corín Tellado y un chorizo estupendo. Me cedió la fotonovela: un médico joven incomprendido por su suegra, se entregaba al alcohol, pero era finalmente recuperado para la sociedad por su señora esposa. Para el próximo número: "Eres una pecadora". Los demás leían Marca o El Caso, los dos periódicos de más venta en España: deportes y crímenes. Pero yo quería hablar sobre el referéndum, hacer preguntas, recibir respuestas. Como la pasión española puede más, afortunadamente, que las presiones del régimen, la comunicación no es difícil tampoco en este plano: desde Irún a Barcelona pudimos hacerlo mil veces y siempre espontáneamente. En invierno, por lo menos, hay en España más españoles que norteamericanos o franceses; el escaso turismo no despierta prevenciones ni malicia.

Aquel trayecto no fue una excepción y la conversación nació sin dificultades. El joven estudiante me dijo que había votado por no:

"Un NO grandote, sabes, con lápiz rojo, un redondel así, ves, y que si me pillan que me pillen, que yo ya estuve dos veces encerrado, cuando las huelgas". Dijo, además, que la mayor parte de la gente que había votado por sí, no sabía siquiera lo que significaba la palabra referéndum. Y fue entonces que la señora, que se hacía la distraída mirando por la ventanilla, se puso furiosa. Dijo que ella podía ser una ignorante, pero que  sabía muy bien lo que significaba la paz, sí, todos estos años de paz franquista  "Y si he votado por sí, es porque no quiero que a mi hijo, que ya es grande, le pase lo que a mí. Porque yo estuve en Madrid durante toda la guerra, toda, me oyes, hasta el fin de la guerra, y me salvé por el pelo de un calvo de que me mataran".

La discusión me reveló un conflicto de generaciones que brinda una de las claves más importantes para comprender a la España de nuestros días, heredera del terror pero, a la vez, asomada a un mundo nuevo. Mientras el muchacho se quejaba del presente, muy enojado, la señora, no menos enojada, gritaba sus penurias del pasado, pobre mujer para la cual la tierra ha sido, como decía Huxley, el infierno de otro planeta: «Porque el hambre era lo de menos, ni las metralletas, lo peor eran los obuses, Dios mío, que una no veía de dónde salían y caían así, de golpe, y todos los muertos de golpe en la calle; ah no, que eso no quiero yo que se repita, no se lo deseo yo a nadie ».

El régimen no ignora que el país quedó marcado a fuego por la experiencia de la guerra civil. Por toda España vi los enormes murales: «Vota por la PAZ», « Piensa en tu hogar», toda la propaganda destinada a identificar la idea de la paz, con el voto por si. Televisión, radios, diarios, calles empapeladas: como a la oposición le estuvo prohibida la menor posibilidad de desacuerdo, la idea del voto por no o de la abstención, se asoció con la idea de la guerra en la cabeza de muchos españoles todavía abrumados por la pesadilla del millón de cadáveres.


Eduardo Galeano
El reino de las contradicciones.  España: de la guerra civil al referéndum de 1966
Cuadernos de Ruedo ibérico núm. 10, diciembre-enero 1967






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