Por su
resistencia heroica, Madrid, quedará en la historia del mundo como un modelo a
señalar. En los tiempos modernos no se recuerda otro caso de resistencia igual
y respecto a tiempos anteriores a los nuestros, para comparar, hay que considerar
los medios destructivos de hoy y los empleados entonces.
Pero este heroísmo digno de la loa de los futuros manuales de
Historia, podría quedar reducido a un hecho de guerra solamente. Lo que sublima
la gesta de Madrid no es esto. Porque si fuera esto sólo quedaría limitado a un
suceso anecdótico más, muy decisivo, muy influyente, pero que necesita
alinearse con otros para establecer una ley general. No. Madrid no es de una
gesta guerrera sino de una gesta moral. Como nuestra guerra no es una guerra
cualquiera. Nuestra guerra es la guerra civil por antonomasia. No luchan dos
naciones, ni dos bandos, de un mismo pueblo en pugna por una soberanía, sino
que en realidad son todas las naciones y los bandos de cada uno de los pueblos
que combaten por dos concepciones del mundo, por completo antagónicas. Según
sea su resultado, los hombres serán más libres o más esclavos.
Y esta función decisiva para todos los hombres, Madrid la realiza
con toda dignidad, con la máxima dignidad.
Porque no es un ejército que se enfrenta con otro, es toda una
población que se enfrenta con un ejército. Además del soldado que está en
avanzada bajo el signo de la muerte, hay que contar los que en retaguardia han
adoptado su vida ordinaria a un ritmo nuevo y siguen firmes, constelados
también por la muerte.
Y todos son combatientes. La mujer que cuida el hogar, el niño que
juega en la calle, el obrero en su labor, el tendero, el menestral, el camarero
de café, como el parroquiano del café, como el viejo que toma el sol; todos son
combatientes. Realizan su trabajo o viven su solaz bajo la metralla y, cuando
no, bajo la amenaza de la metralla.
No quieren abandonar Madrid. Hay que evacuar a la fuerza la
población que no tiene objeto inmediato que cumplir. No quieren abandonarlo,
porque saben que necesita una población civil para elaborar tras el ejército,
junto al Ejército popular, esa ley civil, reglamento de una nueva civilización
que es el sentido noble, señero, de nuestra guerra.
Jaime Ayguade Miró (Ministro del Trabajo)
Facetas de la actualidad española, La Habana, enero de 1938
No hay comentarios:
Publicar un comentario