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2572. El reino de las contradicciones. España: de la guerra civil al referéndum de 1966 - Siete/Ocho






Siete

Hay un fatalismo español. No me resultó difícil darme cuenta de que aquel camarero de un café de Valencia no estaba conforme con su situación personal ni, por extensión, con la de su país. Pero reconocía, eso sí, que "Franco de todos modos ha hecho una gran obra, porque este país necesita una dictadura. No hay más remedio. Si los españoles no tenemos las manos atadas, ¡hala!, nos peleamos. Es por el temperamento, ¿sabe usted? Hay muchos españoles para los cuales la dictadura ha llegado a ser una costumbre, en todo caso un mal necesario: se acepta a Franco como al frío en el invierno, como las mujeres educadas para la sumisión aceptan maridos que las maltratan, "porque es el Destino, la cruz de cada cual, la voluntad de Dios".

Pero hay también una rebeldía española, una furia legendaria que está todavía viva en esta sociedad desangrada por la tragedia. Es la rebeldía que el plebiscito no muestra, la de los hombres que dicen no, en castellano:

"No,
yo digo no,
digamos no,
nosotros no somos de ese mundo"

o en catalán :

"No!
jo dic no,
diguem no.
Nosaltres no som d’eixe món"

Es la rebeldía de las huelgas de Asturias y las manifestaciones estudiantiles, la crispación y la protesta de la nueva España peleadora que canta por la boca del valenciano Raimon: la que no reniega de su forma de piel de toro, la que tendrá la palabra, de nuestra generación en adelante, las manos ya no atadas por la memoria.


Ocho

"Tendría que escribir más canciones contra el miedo. Todas las canciones contra el miedo". Raimon vuelve la cara al sol que se alza, blanco, sol de invierno recién nacido, entre las montañas. Tiene ahora 26 años. Su padre, un carpintero anarquista, acababa de salir de la cárcel cuando él nació: la familia vivía, vive todavía, en el barrio obrero de Játiva, en una calle que se llamaba, pero ya no se llama, De la Libertad. En el 1939, al fin de la guerra, la calle perdió su nombre: las tropas franquistas le blanquearon el rótulo, a la cal, y desde entonces la gente la llama Calle Blanca, Carrer Blanc en catalán. Esta es la casa de Raimon que debió abandonar, hace unos pocos años, "la cara al vent, al vent del món", "porque creo que puedo deciros, en mi maltratada lengua, en su lengua catalana dicha al modo de Valencia,

paraules i fets
que encare ens fan sentir homes entre els homes

Raimon no es popular solamente entre los casi siete millones de españoles que hablan catalán; de norte a sur y de este a oeste, lo mejor de la nueva generación reconoce su naciente voluntad de afirmación y lucha en las canciones que Raimon, más que cantar, vocifera. 

Hasta en Madrid, que tradicionalmente mira de reojo cuanto viene de tierras catalanas, Raimon ha conquistado el segundo puesto en las encuestas de popularidad entre los jóvenes, según los resultados publicados por un diario del régimen: un cursilón inofensivo obtuvo el primer puesto. Primer Premio en el Festival de la Canción del Mediterráneo, Gran Premio al Disco de Cantante Extranjero en París: también las recompensas y el éxito estrepitoso de las funciones internacionales de Raimon señalan, más allá de fronteras, su creciente resonancia.

Sin embargo, en España, Raimon no puede actuar en televisión, desde hace dos años, y la radio le está también prácticamente prohibida. El long-play que recoge su actuación en el Olympia de París, se vende a precio de oro, traído desde Andorra de contrabando: allí están grabadas las canciones que el régimen no le permite cantar, tampoco, en sus funciones públicas. Porque cada vez que Raimon canta, en programas organizados por los estudiantes en toda España, las funciones se transforman en mítines, la fiebre sube.

Él no ignora, por cierto, el poder explosivo de sus canciones. A fines de noviembre del año pasado, en Sabadell, populoso suburbio industrial de Barcelona, tuvo que cantar seis veces seguidas la misma canción: "La Nit", -la noche- porque la censura le prohibió las otras que integraban el recital. Raimon sacó de su bolsillo un papelito y leyó los títulos de cada una de las canciones no permitidas: el público acometió entonces, a coro, furiosamente, "Diguem no" -Digamos no- prohibida desde 1964:

Hemos visto el miedo
ser ley para todos.
Hemos visto el hambre
ser el pan de muchos,
y cómo han hecho callar
a muchos hombres
llenos de razón.

"El miedo. El miedo a las tradiciones, a lo que piensa el vecino, a perder la paga. Tendría que escribir más canciones contra el miedo": Raimon sacude la cabeza, sonríe tristemente. Desde el alto peñón donde estamos sentados, escuchamos, en el silencio de la mañana, el tintineo de los cencerros de una manada de ovejas que marcha, por la quebrada, rumbo a la ermita de San José. Raimon me dice las letras de algunas canciones prohibidas:

Tú, tú que me escuchas
con cierto miedo.
Tú me obligas a gritar

y de otras que ni siquiera ha presentado nunca a la censura:

Así vengas o no vengas,
hará frío este invierno.
Y las viejas que venden tabaco
lo sentirán mucho más.

Desde el punto de vista de los comisarios, todos estos sencillos versos de Raimon, explicados y discutidos en cada recital, resultan más peligrosos que ciertas obras clásicas del marxismo o las herejías de Freud y los existencialistas franceses, ya editadas o de próxima aparición en Barcelona. Para la España conformista y temerosa, que elevó el certificado de voto en el referéndum a la categoría de talismán mágico, tales canciones son muy inconvenientes. Si en los días del plebiscito se prohibió actuar a un conjunto yeyé por el solo hecho de que se llamaba "Los no", ¿cómo va a permitirse a Raimon cantar libremente sus canciones?

Raimon revela y presiente a la otra España, a la nueva, habla de "un tiempo que ya es un poco nuestro" y de "un país que ya estamos haciendo": es demasiado. ¿Acaso no se le han rechazado a Berlanga quince guiones de películas que ha ido presentando en vano, uno tras otro, a la censura? Apenas pasada la guerra, se prohibió en España "La República" de Platón.

En 1967, la censura demuestra que ha ganado sentido práctico.


Eduardo Galeano
El reino de las contradicciones.  España: de la guerra civil al referéndum de 1966
Cuadernos de Ruedo ibérico núm. 10, diciembre-enero 1967










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