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2618. Despachos de la guerra civil española XXVIII




Madrid, 10 de mayo

Había pétalos de amapola en la trinchera recién cavada, arrastrados desde las praderas que azotaba el viento procedente de los picos nevados de las montañas. Al fondo de los pinares del viejo pabellón de caza real se elevaba en el horizonte la silueta blanca de Madrid. A cuarenta metros, una ametralladora ligera disparaba con mortífera insistencia y los proyectiles pasaban con el rápido chasquido que hace pensar a los reclutas que son explosivos. Protegimos nuestras cabezas detrás de la tierra excavada y miramos hacia el terreno ondulado y surcado donde hace trece meses fracasó la ofensiva de Largo Caballero contra la colina de las Garabitas, cubierta de pinos, que domina Madrid. La colina sigue allí, pero en los dos últimos meses el gobierno la ha sembrado de trincheras para proteger sus flancos. Una famosa brigada, apodada «Los topos de Usera», que tomó la trinchera de la muerte que dominaba aquel castigado suburbio y cavó y minó el camino de su avance hasta que las fuerzas de Franco tuvieron que abandonar la posición después de dominar en aquel frente, avanza ahora con regularidad para tomar esta colina que podría resistir cualquier ataque frontal. Era bueno volver a ver los topos. Este corresponsal no había estado con ellos desde principios de diciembre y sentía curiosidad por conocer el estado de su moral después del corte de comunicaciones entre Madrid y Barcelona.

—Enséñeme en el mapa la situación en Cataluña —pidió el comandante.

Este corresponsal le mostró la línea y explicó con exactitud lo sucedido. El comandante escuchó sin demasiado interés.

—Está bien —dijo—, ahora quiero enseñarle algo interesante. Esto es mucho mejor que Usera. El terreno es mejor para luchar y tenemos unos proyectos maravillosos.

Ahí lo tienen. Este es el factor inexplicable que los extranjeros nunca se imaginan al analizar la campaña española. Este factor es el regionalismo de los españoles. Puede causar un efecto negativo cuando se pretende combinar las operaciones a una escala muy grande, pero en cuanto un sector es aislado de otro, en lugar de sentir pánico parecen aliviados de que no haya necesidad de contacto con otra región. Hoy he hablado con una docena de oficiales españoles a quienes conozco bien, y ninguno ha hecho preguntas que no fueran rutinarias sobre el estado del frente en la costa y en el Ebro. Lo único que querían era contar lo bien que iba todo en su sector.

Esto puede ser una debilidad y, como tal, es posible vencerla. Pero como fuerza no puede ser nunca inculcada ni sustituida.

Madrid tiene ahora una guerra propia y parece feliz por ello. El Levante tiene una guerra propia y está orgulloso de ello. Extremadura y Andalucía tienen su guerra y no han de preocuparse por Cataluña. Están aliviados. Cataluña lucha ahora por su cuenta y considera que tiene algo por lo que merece la pena luchar. Es un país extraño, desde luego, y la historia ha probado que cuando se divide es cuando se vuelve más peligroso. Unido, siempre surgen los celos sectoriales. Una vez dividido, aparece el orgullo de provincia, de sector, de ciudad y de distrito. Napoleón lo descubrió al ser derrotado y otros dos dictadores lo están descubriendo hoy.

Un ejército tiene que ser alimentado y provisto de municiones. Este recibe ambas cosas. Las raciones son más escasas en Madrid que el año pasado por estas fechas, pero más equilibradas. Hay más pan y carne dos veces por semana para la población civil. La primavera ha llegado con casi dos meses de retraso y faltan hortalizas, pero ahora empiezan a venir de Valencia. Ha sido un invierno severo, frío y con poco combustible, pero no hay trazas del hambre que se veía en los rostros grises y demacrados en Austria después de la guerra y durante la inflación.

Los oficiales con quienes he hablado en los dos últimos días de visitar el frente central dicen que tienen municiones suficientes para luchar durante un año, si fuese necesario, y que no dejan de fabricarse más.

—Lo que necesitamos es artillería, más armas automáticas y aviones, y entonces estaremos listos para pasar a la ofensiva.

Dejando aparte todo optimismo, este viaje ha sido una revelación para este corresponsal, que ha volado aquí desde el frente catalán. Madrid no ha cambiado y es más sólido que nunca. Todos los días y todas las noches se cavan trincheras y zapas para rebasar el Flanco del enemigo y poder aliviar el sitio de la ciudad. No cabe duda de que se luchará enconadamente para defender Castellón y Valencia. Pero está claro que hay un año de guerra por delante, aunque los diplomáticos europeos intenten decir que se habrá acabado dentro de un mes.


Ernest Hemingway
Despachos de la guerra civil española (1937-1938)









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