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2619. Hay que defender la República



Los monárquicos de Madrid, o por lo menos, un grupo de ellos, que ha provocado ayer los disturbios causa originaria de las actuaciones lamentables agitaciones, publican un periodiquín que llaman El Murciélago. Ese periodiquín, escrito en un lenguaje procaz y tabernario, dice en su último número, que circuló el sábado pasado, cosas como las siguientes: 

"El rey no puede decir otra cosa; pero los monárquicos tienen la obligación de no dejar vivir a esta gentuza que cometió las mayores canalladas para derribar la Monarquía. Si los monárquicos quieren salvar a España, con la ayuda de todos los buenos españoles, deben hacerle la vida imposible a esta caricatura de República, sin miedo a que venga el comunismo". 

Y así continúan...

El programa, por lo visto, comenzó a ser puesto ayer en práctica. Nadie por la mañana pensaba en que pudiera ocurrir nada grave. El día, espléndido, convidaba a gozar de los placeres del campo. Las gentes paseaban antes de la hora del almuerzo. Una gran multitud había ido al Retiro a oír el concierto de la Banda Municipal... Y esa multitud, al volver del Parque madrileño, fue sorprendida en plena calle de Alcalá por una extraña escena sintomática. Desde los balcones de un círculo monárquico se daban vivas al rey y mueras a la República. En la calle, un grupo lanzaba iguales vivas y mueras y agredía a unos chóferes allí estacionados porque se negaban a repetirlos. 

Y los buenos burgueses que con sus mujeres e hijos salían del Retiro satisfechos se indignaron ante aquella provocación inaudita. ¿Cómo era posible que a los veintiséis días de República se agrediera por la mañana y en plena calle Alcalá a unos honrados obreros porque se negaban a vitorear a D. Alfonso de Borbón? Y esos buenos burgueses, con sus bastones, con los puños, se lanzaron sobre los imprudentes monárquicos y los encerraron en el local de donde no debían haber salido...

Así comenzaron los desórdenes, desórdenes que más tarde, frente a ABC -ese Estado monárquico dentro de un Estado republicano-, tuvieron una sangrienta continuación, que siguieron por la noche y que hoy han proseguido, por desgracia...

Tiene la República muchísimos enemigos. Contra ellos ha de defenderse. Contra ellos ha de actuar. Son unos los monárquicos desenfrenados, que no acaban de enterarse de que la Restauración es imposible. El plebiscito del 12 de abril los asombró. El 14 de abril los dejó atónitos. Pero ya vuelven a recobrarse de su estupor, y creen que pueden, organizando tumultos, buscando en los bajos fondos sociales agentes provocadores, determinando, con rumores truculentos, perturbaciones bursátiles, derribar la República...

Locos o malvados, y tal vez ambas cosas, ponen en peligro la paz social en su insensato afán de volvernos a la Monarquía que derribó el pueblo. Y no vacilan en aliarse con los otros adversario de la República, con las demagogias, con los extremismos, con los utopistas delirantes, con todos los que, consciente o inconscientemente, trabajan por la total subversión...

Maniobra monárquica la de ayer, aprovechada anoche y hoy por otros elementos tan enemigos del régimen como los monárquicos. Esa es la verdad de lo que ha sucedido en Madrid. Ciegos serán quienes no lo vean.

Todos los buenos republicanos, todos los obreros inteligentes y bienintencionados, todos los españoles que amen a su patria, deben hacer fracasar esa maniobra pérfida, artera y criminal aislando a los autores y cómplices de ella. Es necesario que se restablezca la normalidad, que impere el orden republicano, que la nación se agrupe al lado del Gobierno para defender la República honrada, limpia y noble, que acaba de nacer...

Y también nos dirigimos al Gobierno. Nos dirigimos a él para decirle que debe mostrar más decisión. Su primera labor es consolidar la República. Para ello ha de recurrir a todos los medios morales y lícitos. La salud del pueblo es la ley suprema.

Su misión es muy difícil, ya lo sabemos. Pero sabemos también que la prudencia no excluye la energía. Y esta energía, desde luego, debe emplearla con las demagogias ululantes, pero también con las reacciones francas o encubiertas.

Hay enemigos rojos y urge combatirlos. La República es la Libertad y el Progreso dentro del orden, regulado por la ley. No es la anarquía. Pero hay asimismo, y no son los menos peligrosos, enemigos negros, resueltos a conservar todas las posiciones, ya fingiendo adhesiones que no sienten, bien tirando contra el régimen desde sus ciudadelas.

Defendamos todos la República, esperanza de España. Y que el Gobierno la defienda también. Estamos seguros de que quiere y sabe y puede hacerlo.

Las consecuencias del reto monárquico de ayer dio origen a incidentes de todas clases, entre ellos el incendio de conventos y casas religiosas por manifestantes. Por lo que el alcalde republicano de Madrid, Pedro Rico, a primera hora de la tarde, se vio obligado a emitir un bando desde la alcaldía: 

Bando del alcalde de Madrid, Pedro Rico

"El pueblo, que siempre dio pruebas de la más noble elevación espiritual, y que en los momentos de más hondas crisis y mayores perturbaciones supo siempre mantener por encima de dolores e indignaciones la generosidad de su corazón, no puede olvidar en estos momentos que junto a los edificios que pretende destruir hay casas donde habitan millares de convecinos, y que en ellas se albergan ancianos, mujeres, niños y tal vez enfermos, a los que las llamas, en su inconsciencia devoradora, no podría distinguir ni respetar. Por ello, si la indignación prendió el fuego, apáguenlo los corazones generosos de los madrileños protegiendo y ayudando al Servicio de incendios.

Mi ideario político tuvo y tendrá siempre su raíz más firme en el amor a la soberanía del pueblo, y por ello, en este instante de honda e intima emoción en que de la noble serenidad del propio pueblo depende a reafirmación de su poder soberano, yo me limito a aconsejaros que meditéis un instante si la ingenuidad de vuestra exaltación, llevada a los límites máximos, no podrá producir gran regocijo a los elementos partidarios del extinguido régimen monárquico, que, por el contrario, vería disipadas todas sus esperanzas de restauración ante el espectáculo de un pueblo que, respetuoso con el derecho y la libertad de todos, fundamentara la República en la reintegración al trabajo para cimentarla en el esfuerzo productor de cada día".


La Voz, 11 de mayo de 1931








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