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2817. España extraña

Esta fuerza extraña,
viva, enmarañada,
esta entraña a gritos que llamamos España
está en mí, no la pienso,
no puedo pensarla según la teoría con que quieren castrarla
los que en nombre de un pasado dicen: gloria, punto y raya.

Esta fuerza real que llamamos España,
rabiosa, suficiente,
no es gótico-galaico-leonesa-romana,
ni es árabe, ni griega, ni austriaco-castellana.
Es ibera, terrible, sagradamente arcaica,
mi materia y mi magia.

Yo no puedo pensarla.
Yo no puedo decir mi España es buena o mala,
si es triste o violenta, si es hermosa o si mata.
Yo no puedo juzgarla
porque yo soy en ella y ella en mí, transcendiendo,



y así a fondo me sumo fieramente existiendo.

Porque soy, porque soy
tierra roja y cargada sustancia milenaria,
dulce aceite espesado,
seco esparto, sal pura, ríos con larga historia,
cuerpo ibero con venas de metales hirientes,
que fulgen golpeando,

montañas decididas
en lo llano absoluto de un planeta pensante,
gritos por fin absueltos,
cara a un cielo que todo lo refleja sin mancha,
voluntades paradas,
gestas que, no la tinta, la geología exalta,

costas rotas que muerden con amor violento,
muriendo de su muerte, los mares más lejanos,
terrones trabajados
por muertos anteriores a la historia contada,
hazañas de una entraña que aún no agotó sus formas,
nutre mi carne de patria.

¡Que no vengan a decirme que es un problema mi España!

Yo la tengo sin pensarla
y, adorando o maldiciendo, soy desde dentro un «¿qué pasa?».
Y este físico misterio
como un cuerpo de amor, me tiene tanto
que yo mismo no distingo si es que lo adoro o lo ataco.

Fiera amante, madre amarga,
te maldigo, me deshago, te violo, canto claro,
y esta rabia que te grito
es la rabia con que trato de dar a luz lo más mío,
y es mi manera de amarte,
y es mi manera de hablarme sin perdonarme a mí mismo.

España ciega, mi España
seca, hermosa, exasperante,
ancha España que en vano cabalgo, nunca abarco,
España que en mí lates
y más y más te afirmas cuanto más te combato,
y eres yo sin ser mía, no consciente, de carne.

Como me tienes, te tengo,
te tengo, me tienes, y poco importa qué pienso,
pues en ti vivo y respiro.
Tú eres mi aire y mi tierra, tú, mi cuerpo y mi elemento,
y maldecirte, maldigo
de mí mismo porque pienso que aún no cumplí lo que debo.


Gabriel Celaya
Cantos íberos, 1955








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