Grupo de niños frente a una casa bombardeada en la Calle Segovia durante la Guerra de España.. Fotógrafo desconocido. Archivo BNE |
Había la miseria,
miserable miseria del llanto en
las familias,
las urnas, hornacinas, las
capillas azules
con una lamparilla,
y un gran muerto inocente
depositado en medio
de las horas, los días, los
semestres, los años,
sí, los años nudosos,
nodulares, negados.
El aire tibio de perpetuamente
conllevar aquel rezo
y el maullido larguísimo del
triste
gato perdido en el viscoso
invierno.
Blasfemias en cuclillas,
masturbadas, no dichas,
indecibles.
Y tantos dioses en sus claras
vitrinas
con velos y azucenas de
intocada blancura.
La mísera miseria, la invasora
miseria,
el llanto en las familias,
la secreción oscura del
subrepticio semen
pertubador y el odio
todavía sin nombre.
Antes de huir, cuando las
grandes lluvias,
cuando los grandes vientos
derribaron el cielo,
arrasamos las tiendas, los
altares, los ídolos,
la raíz, los residuos de la
triste parodia.
José Ángel Valente
El inocente, 1970
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